En Roma, los ciudadanos disfrutaban de ver como se asesinaban entre sí los gladiadores. Era un evento público, arraigado en la tradición y que los gobernantes deban por sentado era necesario. Ya fuera para calmar a la población, para cumplir cierto ritual social o el mero hecho, de cumplir con su tácito deber de brindar entretenimiento como parte de las funciones que debían ejercer. La violencia, el derramamiento de sangre, el miedo, era parte también de esa connotación sobre lo necesario en la sociedad. Esa condición de la diversión basada en la desgracia de otros (la muerte, en la mayoría de los casos), que la sociedad romana cumplió a cabalidad hasta su desaparición.
Pienso en eso, mientras leo el veredicto al juicio entre Johnny Depp y Amber Heard. Leo una nota de Variety, que comenta con precisión casi desabrida, que el caso que mantuvo en vilo a un considerable número de fanáticos del actor, que el jurado decidió que ambos se difamaron uno al otro. Al mismo tiempo, leo en mi TimeLine de Twitter, una ruidosa celebración pública. Hay frases en mayúscula que celebran “la victoria de Depp” y la “humillación de Heard”. Que reducen lo sucedido durante el enfrentamiento legal entre ambas celebridades a otro capítulo de una rancia versión de la guerra de los sexos. Y lo hacen, desde la comodidad del teclado, de encontrarse detrás de la pantalla, de poder olvidar todo lo ocurrido en semanas o meses. De esperar que el mundo sea justo: que Depp reciba nuevos contratos millonarios y Heard sea convertida en un paria del mundillo de Hollywood. O quizás, sólo hacer clic y cerrar la página de noticias. Para interesarse en algo más, para volver a lanzar vítores en el próximo juicio público o la próxima celebridad en verse rodeada de un escándalo de proporciones mundiales.
Pero en realidad, lo que pasó mientras el juicio de los actores se desarrollaba en el juzgado, va más allá de eso. Lo que dejó claro, fue la forma en que lo ocurrido golpeó espacios muy delicados y sensibles de la lucha por los derechos de las víctimas de maltrato. Pero en específico, mostró un rostro perturbador y que pocas veces puede verse, de nuestra cultura. Ese afán por la retaliación, la venganza (legal o de cualquier otro tipo) y todo lo que rodean una percepción grave sobre lo que la violencia intrafamiliar y doméstica puede ser.
Amber Heard mintió y la ley lo estableció así según los medios a su disposición. Lo hizo de manera “maliciosa”, según apuntó el jurado. Por otro lado, también dejó claro que Depp lo hizo, a través de su abogado. Nadie duda de la culpabilidad de una o de la responsabilidad del otro. Lo que resulta inquietante y paradójico va más allá de Depp y Heard, que tendrán que cruzar sus abultadas chequeras entre sí. Mucho menos, con el resultado de un juicio que permitirá a Depp protagonizar unos cuantos éxitos de moda y a Heard, volverse la villana favorita de Hollywood, hasta que otra mujer infame tome su lugar.
Lo realmente doloroso es la posición en que se encuentran ahora, las verdaderas víctimas. Las que nos mostrarán peinados y atuendos para ser descifrados por periodistas de moda. Las que no disponen de millones de dólares para demostrar su credibilidad en cortes. Las que no tendrán a millones de usuarios de las redes sociales atentos a los que pasa en un juicio en un juzgado de Virginia que olvidarán en medio de seis meses. El verdadero problema es qué ocurrirá ahora con las víctimas que deben soportar los horrores invisibles y en sus vidas cotidianos, que se cubren con maquillaje, ropa o silencio.
Las víctimas que mientras usted lee esto, están siendo golpeadas, abusadas, violadas y quizás, asesinadas. Víctimas que escuchan el veredicto de Heard y se preguntarán qué podrán hacer ahora para ser creídas. Que lo hacen ahora mismo, mientras usted piensa “la culpa es de Amber”. Las víctimas que mañana deberán afrontar un hogar convertido en prisión y frontera del miedo y todo tipo de agresiones violentas.
Lo realmente doloroso, no es la carrera de Depp, que volverá a recibir contratos o Heard, que será convertida en el ejemplo de la mujer malvada de turno. Lo que en realidad preocupa, es toda la misoginia que se mezcló con el afán de venganza cultural. Los narradores en las redes sociales del juicio, que comenzaron por analizar el juicio y terminaron por denostar contra cada víctima, contra “las denuncias falsas”, sin analizar que Heard es la excepción y no la regla.
Lo que en realidad resulta alarmante, es el hecho de todos los insultos machistas, retrógrados y violentos que pudieron leerse en cada plataforma. No sólo contra Heard, sino contra “las malvadas” mujeres que denuncian, las que ponen en peligro “la reputación” de los hombres. Nadie habló de las víctimas, los números reales que se esconden bajo la discusión de un juicio que solo representa un caso entre millones. Heard mintió y es un hecho. Johnny Depp también mintió y ese es otro. En circunstancias menos públicas, el juicio sería otro ejemplo de dos enemigos en corte, que utilizan todas sus armas para injuriar y vilipendiar al otro.
Pero ahora, hay héroes y villanos. A pesar que ambos actores mintieron, que ambos dejaron claro que padecen de un comportamiento inestable y peligrosamente cerca de lo agresivo. Heard mintió y con malicia, la ley lo dejó claro. Depp lo hizo, para descalificar durante el juicio. Ambos fueron juzgados y la decisión es concreta.
No obstante, el problema es otro. El problema son las víctimas que ahora mismo están aterrorizadas y que temen el futuro. Las víctimas que seguirán siéndolo más allá de lo ocurrido en una corte de Virginia en un juicio que nos les atañe ni las representa. Las víctimas, que a pesar de las voces que gritan triunfantes que el #MeeToo murió, deberán seguir intentando sobrevivir en las peores condiciones, en medio de situaciones de inexpresable dolor.
¿Dónde están los devotos y puntillosos cronistas del juicio de Depp y Heard para narrar cada caso de víctimas asesinadas? ¿Dónde están las celebraciones públicas cuando un caso entre millones recibe justicia? ¿Por qué las redes sociales no están llenas de discusiones sobre la violencia doméstica, cada día más devastadora, temible e invisible?
Con toda seguridad, usted leerá esto y se burlará. O en cualquier caso, buscará mi nombre para recordar que Depp fue “reivindicado”. Le invito a un ejercicio menor: piense que mientras usted escribe ese insulto contra mí, contra este artículo, en alguna parte del mundo una víctima está siendo abusada, violada y asesinada. Justo ahora, que me lee. Y eso, no provoca su empatía, simpatía o necesidad de justicia.
Ahora pregúntese por qué no lo hace. Por qué usted no siente la necesidad que esas víctimas reciban justicia. Cuando tenga la respuesta, mírese al espejo. Encontrará el motivo por el cual todo lo ocurrido en un juicio en Virginia, es en realidad poco importante en comparación al silencio de este pequeño ejercicio, que acaba de llevar a cabo. El verdadero y real horror que se esconde detrás del juicio de Depp y Heard.
Foto: geo.tv