Hace unos días, uno de mis amigos me comentaba que lo más doloroso de la batalla legal entre Johnny Depp y Amber Heard, era las consecuencias que traería aparejadas. En especial, para “las verdaderas víctimas”. Me quedé desconcertada y me tomé unos minutos antes de responder.
— Hay una víctima — le recordé a mi interlocutor.
— Amber no es ninguna víctima.
— Johnny lo es — insistí.
— Él es un caballero que no quiso denunciar.
— No, Johnny es víctima de violencia doméstica y en este juicio quedó demostrado.
Como suele ocurrir cuando se debate un tema semejante, hubo un momento de silencio incómodo. La mayoría de las personas, están convencidas que un hombre no puede sufrir de violencia doméstica. O peor aún, que las víctimas responden a un estereotipo. O en el mejor de los casos, que gozan del privilegio de la solidaridad automática, como me mencionó hace unos días un interlocutor en Twitter.
El caso entre los actores — lleno de detalles turbios, incómodos y la mayoría de las veces crueles — no sólo devastó varias de esas ideas. También, las convirtió en un motivo de discusión por completo distinto y en particular, en una visión nueva y dura sobre la violencia en el ámbito de lo doméstico. Uno, que pocas veces se contempla y en especial, se suele analizar desde espacios tergiversados acerca de lo que el maltrato puede ser y el contexto que rodea a quienes sufren situaciones semejantes.
— Johnny no es una víctima — me insistió mi amigo — de haberse querido defender, lo habría hecho.
— Johnny vivió una situación de violencia insostenible y normalizada — puntualicé — no es cuestión de poder defenderse, sino la forma en que la violencia impacta en tu vida.
— No es tan sencillo — se mofó mi amigo
— Desde luego, no lo es.
La conversación terminó poco después y no pude evitar preguntarme — otra vez — lo poco que se profundiza en el hecho de lo que la violencia puede ser. De las formas, como puede ser infringida y en especial, la manera como se comprende en nuestra cultura y sociedad. En específico, en medio de una mirada misógina acerca de situaciones de violencia con que debe lidiar una víctima o la forma en que puede definirse el hecho del maltrato.
¿Qué es en realidad un hecho violento? ¿Se limita a la capacidad física para golpear? ¿O se trata de algo menos evidente y más peligroso? Más tarde y mientras leía varias opiniones sobre Amber Heard — y la forma como se percibe a las víctimas a la luz de su comportamiento — me cuestioné de qué forma nuestra época asume las consecuencias de la agresión. Pero en especial, el sufrimiento físico y emocional de una víctima de maltrato en el ámbito doméstico que atraviesa. Los días, semanas y meses en que debe asumir el miedo como parte de su vida. El estrato en que el comportamiento del maltratador tiende a justificarse.
El debate acerca de lo que ocurre en juzgado entre las dos celebridades y la manera como se percibe un hecho de semejante naturaleza, deja claro que todavía hay un largo trecho que recorrer sobre comprender en qué consiste el maltrato. Pienso en esa idea alarmante, mientras leo sobre la transcripción de un mensaje grabado de Heard, en el que reta a su ex marido a que admitiera en voz alta era una víctima. “Vamos, ve a la policía y admite que te maltraté” insistió la actriz en la grabación. Lo hizo presumo, amparada en la mirada intermedia y simplificada sobre lo que una agresión puede ser. Me pregunté en cuantas ocasiones, se simplifica la violencia y sus consecuencias, en medio de prejuicios y percepciones incompletas acerca de lo que el sufrimiento mental y físico que padece una víctima. Una reflexión angustiosa que me dejó aturdida, entristecida y profundamente preocupada.
¿Qué lecciones deja lo ocurrido entre Amber Heard y Johnny Depp? Quizás, muchas más de las que podamos analizar ahora mismo. Pero sí, al menos tres que pueden ser significativas para una futura mirada sobre el ámbito del maltrato doméstico y una definición por completo nueva sobre la víctima. Una, que puede cambiar por completo — o al menos, es mi esperanza — el panorama en cuanto a la protección de los derechos de mujeres y hombres que sufren violencia y que, por ahora, deben atravesar una complicada pared de prejuicios y discriminación para obtener justicia.
Un hombre puede ser una víctima: no se trata de la capacidad de defensa o la fuerza física, sino la exposición a la violencia
Buena parte del juicio entre Amber Heard y Johnny Depp se centra en demostrar que el actor lidió con violencia física y mental durante su matrimonio. Sorprende, todos los recursos que se han necesitado para dejar claro, que Depp no sólo atravesó una situación insostenible, sino circunstancias de índole gravísimo que pusieron en peligro su salud y estabilidad psiquiátrica. La mayor parte de las preguntas sobre el comportamiento de Amber Heard y las reacciones de Depp, están enfocadas en el hecho si el actor pudo defenderse de las agresiones de su ex esposa. O en cualquier caso, si todas las situaciones de violencia que ocurrieron pudieron evitarse por decisión del actor.
No obstante, se olvida un hecho concreto: la violencia no se trata solo de agresiones físicas. Johnny Depp estuvo sometido a un tipo de maltrato psicológico y emocional que incluyó insultos, el menosprecio a su talento, aspecto físico e incluso, su valoración como actor y talento artístico. Heard le atacó con ira, violencia sostenida y además, con saña durante todo el tiempo en que ambos estuvieron casados. Para empeorar la situación, Depp proviene de un hogar en que la violencia se asumía como normal o al menos, un hecho que solía suceder con frecuencia. De modo que aceptó el comportamiento de Heard como parte inevitable de su relación y justificó el maltrato a un nivel definitivamente peligroso.
Al final, Depp debió aceptar frente al juzgado que era una víctima de violencia doméstica. Lo hizo, en lo que parece ser una lenta toma de conciencia sobre los agravantes de la situación que atravesó. Pero en particular, de la forma en que la violencia le hirió y devastó su autoestima. Una víctima — o en todo caso, lo que sufre — no tiene relación con su capacidad para defenderse, sino del ámbito de amenaza que le rodea. En la forma en que la violenta y el maltrato invade lugares de su vida hasta volverse inevitable y la mayoría de las veces, imparable.
Todas las denuncias deben ser tomadas en serio, no todas las denuncias son ciertas
Una buena cantidad de personas ha insistido que creer en la versión de Amber Heard en que acusaba a Depp de maltrato físico, demuestra que la solidaridad con las víctimas, es la mayoría de las veces, una actitud peligrosa. Se insiste que dar por sentado que Heard decía la verdad, la convirtió no sólo en un criminal impune: también a Johnny Depp en una víctima de una situación insostenible y de la que no podía escapar. Durante las últimas semanas, se llegó a insinuar incluso, que la sororidad es una actitud que fomenta la impunidad y el posible aumento de denuncias falsas.
En realidad, el caso en cortes demuestra que lo que se necesita es un sistema claro que investigue a fondo cada denuncia. Eso no significa que todas las personas que denuncian maltrato o situaciones de violencia digan la verdad. Lo que sí deja en claro, es que se necesita un protocolo que sea capaz de otorgar el derecho a cada parte en disputa de demostrar lo ocurrido. Y en especial, de profundizar sobre pruebas y situaciones de forma objetiva para obtener acceso a la justicia.
Sin duda, el escándalo mediático que acusó a Depp — y dio por sentado su culpabilidad de inmediato — es una de las razones que suelen esgrimirse contra la solidaridad a las víctimas. Después de todo, Depp insistió desde las primeras denuncias en su inocencia. ¿Por qué no se creyó en el actor? ¿por qué se asumió de manera automática que Heard decía la verdad? ¿tiene relación con la solidaridad total sin pruebas o con el hecho, que solo a través de un extenso juicio salió a relucir las causas, motivos y pruebas que demostraban la inocencia de Depp?
Resulta doloroso el pensamiento de que, en esta ocasión, son mucho más evidente los errores del sistema porque el error en el juicio público apunta hacia la grieta que permitió acusar a Depp. Pero en realidad, situaciones similares ocurren a diario en el mundo y a millones de víctimas del maltrato. Y si el concepto se profundiza aún más, a incontables víctimas de todas las edades y expresiones de género, que deben demostrar el sufrimiento que atravesaron ante instancias que la mayoría de las veces dudan de su versión de origen. Con un caso al otro lado del espectro, las blanduras de protocolos legales que carecen de sistema de protección y sostén de las víctimas es más clara que nunca.
Asimismo, pocas veces se analiza que la repercusión de los casos demuestran las pocas instancias de la que dispone una víctima para acceder a una opción legal viable. La mayoría de las denuncias vías redes sociales ocurren porque la víctima no cree tener la oportunidad de ser tomada en serio en cortes. Y parte del fenómeno #MeeToo ocurrió, porque las víctimas estaban convencidas que no podrían lograr justicia de otra manera. Y esa salvedad provocó que las denuncias públicas de Heard, lograran una repercusión inédita y sostenida.
El caso de Amber Heard demuestra la fragilidad de un sistema que basa su efectividad en asumir estereotipos. La víctima siempre será una mujer y el agresor, un hombre. Y tanto las pruebas como la atención pública, se basan en esa versión de la realidad simplificada. Pero en el caso de la pareja de actores, la situación se volvió cada vez más turbia, a medida que Heard falseó pruebas, mintió a medios e incluso a su entorno. No sólo encajó en la visión de la víctima de medios, la gran conversación de las redes sociales e incluso legal. Llegó a difundir fotografías en las que se le veía golpeada y crear un papel basado en las características de la víctima.
¿Es suficiente el comportamiento de Heard para dudar de todas las víctimas? No, porque cada en caso específico tiene características distintas y deben ser analizadas desde el mismo nivel de profundidad, cuidado y bajo un método que asegure, al menos en principio, encontrar indicios reales de lo que ocurre. Una cosa es cierta: el número de denuncias falsas continúan siendo significativamente menor a la de las reales. De modo que cualquier protocolo legal, debe cumplir con la idea de sostener y proteger a la víctima. Eso sin menoscabar el hecho que el agresor también debe tener una oportunidad de demostrar su versión.
El desconocimiento sobre las condiciones de la víctima y su contexto
Johnny Depp es una víctima que debió ser protegida y que además, tener a su disposición las herramientas para desmentir los alegatos de su ex esposa. Eso, a pesar que Heard mostró fotografías y testimonios sobre sus supuestas agresiones. Pero en realidad, el problema de los numerosos alegatos de Heard contra Depp, es que no se analizó como la totalidad de un testimonio.
Depp no tuvo la oportunidad de mostrar su punto de vista — o en todo caso, sólo lo hizo en alegatos fuera de corte, hasta que pudo disponer de denuncias específicas a nivel legal — porque no cumple con el rol tradicional en el binomio víctima y agresor. Un dilema de lo ocurrido, deja como urgente moraleja que la sociedad debe comprender que un hombre puede ser una víctima. Que, de hecho, eso no hace al resto de las víctimas encontrarse entredicho, sino que la noción sobre la noción de los que sufren una circunstancia violenta, debe ser más amplia. Quizás el punto más urgente de todo el largo trayecto público de un juicio cada vez más duro y abrumador.
Comments (2)
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Hay un pequeño error en este artículo.
La cantidad de denuncias falsas no es tan pequeña como dices. Esas son solo las que se han confirmado, pero puedo tener mucha certeza de que el número es muchísimo mayor solo que no se investiga esto a fondo para poder tener total certeza al respecto.En este sistema es muy fácil que eso se de.
Peor aún es cuando sabemos que muchos, muchísimos hombres pagan aún siendo las víctimas, incluso aunque esto sea totalmente evidente, incluso aunque hubieran testigos, estos justificarán la acción de la mujer bajo cualquier excusa que podría ser cierta, pero lo más probable actualmente es que no lo sea.
Pasamos de un sistema desigual que oprimía a las mujeres para pasar a un sistema que hace lo contrario, oprimir a los hombres bajo la dudosa justificación de que es para proteger a las mujeres; pero quienes apoyan este sistema olvidan que debían luchar contra la desigualdad y que esto es precisamente desigualdad, una muy cínica y silenciosa.Por todo lo demás, muy buen artículo, de verdad.
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Vos queres explicarnos a las mujeres lo que es la violencia? De verdad? Vos sabes que la violencia física es el último escalón y que previo a ella existe violencia psicológica, sexual, económica, simbólica y justamente este juicio la única consecuencia que deja es violencia simbólica hacia las mujeres… es un mensaje de la derecha y el patriarcado que ya no saben como no quedar tan mal parados… un asco tu defensa hacia alguien que no necesita q lo defiendan…