Las palabras de Amaya Briner con motivo del Día de la Mujer ante el CLEZ

Las palabras de Amaya Briner con motivo del Día de la Mujer ante el CLEZ
marzo 19, 2022 Feminismo INC

Sesión Solemne del Consejo Legislativo del Estado Zulia

17 de marzo 2022.

 Quiero asumir el hecho de que ustedes me hayan seleccionado para ofrecer estas palabras en el máximo espacio de representación política del Zulia, como una gran oportunidad, más allá de los elementos histórico institucionales que provocan la feliz coincidencia que me permite hablarles hoy aquí.

Aunque el motivo de esta sesión solemne es la conmemoración del día internacional de la mujer, no puedo dejar pasar la oportunidad de mencionar aspectos importantes de la coyuntura que vivimos hoy en el Zulia, y que combina, por primera vez y luego de mucho tiempo, un conjunto de dificultades mayúsculas, con una suerte de renovadas energías y esperanzas comunes a partir de las luchas políticas más recientes.

Lo digo sin ánimo de parcialidad alguna, sin revanchismo, confiada en que me conecto con el sentir de grandes mayorías al considerar este pequeño espacio de luz en medio de la acuciosa tormenta en la que hemos pasado días, semanas, meses, años, y que ha terminado devorando una buena parte de lo que, desde mi propia crianza, desde las creencias que me conectan con todo lo que recuerdo y conozco, debía ser inagotable e inquebrantable en el Zulia: me refiero a la confianza en nosotros mismos, a la capacidad de renovarnos, de levantarnos luego de un gran golpe, a la fe y la alegría como ADN común de las personas que andamos por estas tierras.

Pues ha sido tan larga y dura esta tormenta y dolorosas las brechas abiertas en el alma de las familias zulianas, que podría ser entendido como una prueba de fe, porque les aseguro que no resulta fácil encontrar referencia histórica reciente.

Creo que muchas de las personas que estamos aquí, no estábamos preparadas para algunas de las cosas que han sucedido. No estábamos preparadas, por ejemplo, para percibir de los más jóvenes, de manera tan generalizada, la necesidad de irse, de escapar. No estábamos preparadas para la parálisis pública, para la acumulación de carencias vinculadas con la interacción ciudadana, las dificultades en los servicios… y quizá, lo peor es que no estábamos preparadas para nuestra propia impotencia, para esta angustiante sensación de no poder hacer gran cosa frente a la magnitud de lo que sucedía.

Por eso, pienso que hoy, en el Zulia, muchas personas nos sentimos diferente. Siento que nuestros ahogos encontraron un espacio de apoyo, como si, mientras nos hundíamos, la punta de los dedos de nuestros pies hubiese percibido algo, como un fondo y, dudando todavía si sería  realmente un fondo sólido, nos impulsamos levemente desde ahí para capturar el aire y la luz necesaria para renovar nuestras ambiciones y esperanzas.

Sí este lento cataclismo era una prueba de fe para todos nosotros, si nuestra Virgen de Chiquinquirá de este modo nos inquiere, en el fondo de nuestras almas mortales, para ver de qué amor estamos hechos, deberíamos decir que la prueba está siendo superada.

Porque no puedo evitar sentir la llama, sentir esta fuerza de lo que somos como pueblo, sentir el empuje y el retumbe de las manos y las piernas que amasan vida desde la madrugada, sentir la vibración de lo que somos, como si de cuerdas, furros y tamboras se tratase, las gargantas que superan ahogos y lanzan un grito de amor, de unidad y solidaridad, un grito del que me siento parte y que les invito a sentir, a recibir y al que vale la pena conectarse como energía vital, para reconstruir la conciencia de lo común en el Zulia y para el Zulia.

Creo que, si yo no me sintiese así, no habría tenido el ánimo de escribir estas palabras para dirigirme a ustedes hoy. Tenemos buenas noticias en Maracaibo y el Zulia, esto es motivo de sonrisas veladas, miradas que se encuentran, manos y brazos que se enlazan. Sabemos del valor minúsculo de esta batalla en términos de los retos que tiene nuestro país, pero no podemos evitar este brillo en nuestros ojos.

 No olvidamos el pasado ni a los nuestros, los que ya no pueden volver y los que, pudiendo, quizá ya no quieran hacerlo; tampoco nos vamos a recrear en este fuego pequeño, porque hasta el más optimista de nosotros reconoce el tamaño de la caída y la dificultad mayúscula que enfrentamos, los retos para recuperar nuestra sociabilidad básica, porque después de todas las sinergias y todos los empeños, coincidiendo en los mejores escenarios con los mayores esfuerzos, aún estaremos, seguramente, en algún sótano, con varios niveles por encima de nosotros por subir, antes de sentir un suelo sólido en el que valga la pena planificar y organizar nuestro vuelo como nación, como sociedad, la recuperación plena de nuestra confianza.

Está bien, cero algarabías, pero, pregunto ¿No era esta pequeña luz imprescindible para cualquier gesta futura?

Mi mensaje es, entonces, no de celebración, pero sí de regocijo. Porque nos vemos y nos recreamos otra vez en la ilusión de nuestro lar, de nuestra gente, nuestro sol y nuestro lago, de nuestra Perijá y nuestra Guajira, de la Costa Oriental y del Sur del Lago, de nuestros ríos, manglares y playas… y de lo más importante, de nuestra gente, de la capacidad que tenemos los zulianos para juntar trabajo tesonero con innovación, para superar nuestras limitaciones, para construir desde donde no hay recursos, para rehacer, arreglar, reformar, rearmar y disponer para el uso responsable, para confiar, para unirnos en nuestros cantos y símbolos, para bregar por nuestras familias y nuestras cosas.

Les hablo a los zulianos desde su propia tribuna, este Consejo Legislativo del estado Zulia,  y toda la ciudadanía de bien, que lleve este gentilicio debería trabajar con ahínco para contribuir a que mejore  esta y todas nuestras instituciones, para que se hagan más justas y eficaces en su representatividad, para que aumente la transparencia en la gestión de los asuntos públicos y, se acompañe también de mejores resultados sobre sus gestiones, porque la gente no vive de palabras e intenciones.

Todos deberíamos reconectar con esta ambición en torno a la gestión de lo común. Si hoy la Gobernación es una organización sin recursos, si ha quedado esquilmada, sin las competencias que en los años ochenta y  noventa tanto nos costaron en términos de negociaciones y bregas con Caracas, para traernos poco a poco, puertos, aeropuertos, educación, salud, vialidad, cultura…

Si esas competencias hoy han sido vaciadas, recentralizadas, para que los organismos nacionales lleven otra vez desde Caracas la gestión de nuestras escuelas y nuestros ambulatorios, de nuestros embalses y nuestra energía… pues no nos queda de otra,  que juntarnos otra vez y pelear por los recursos que son de esta tierra y su gente.

Para que se apliquen nuevamente en las infraestructuras y equipamientos que demandan nuestras ciudades, para que llegue regularmente el agua y la energía a nuestras casas, para que podamos movernos día y noche con seguridad por nuestras calles.

También para que más empresas se enlacen con oportunidades que les permitan ser más productivas y ofrecer, de este modo, trabajos mejor remunerados para la gente. Para que nuestras escuelas y liceos vuelvan a estar equipados, y que nuestros niños y niñas reciban alimentación adecuada.

Para que los más jóvenes se entrenen en oficios y se conecten también con mejores oportunidades para carreras universitarias que fortalezcan su desempeño técnico y científico, severamente golpeado por la diáspora de muchachos y muchachas buscando sus sueños fuera de su tierra.

Para mejorar la vialidad y los sistemas de transporte, los espacios de convivencia, los parques, plazas y centros de actividad cultural, las instalaciones deportivas y, en fin, para impulsar y coordinar las acciones en beneficio de la ciudadanía, que reviertan tanta caída y contribuyan a reposicionar el Zulia y Venezuela como tierra de oportunidades.

Todas las personas de buena voluntad deberíamos poner nuestro empeño en fortalecer cualquier esfuerzo político orientado a recuperar lo que nos pertenece. Porque esto de lo que les hablo es nuestro, legítimamente nuestro.

No intento abrir heridas sobre patrimonios empresariales injustamente confiscados y espacios de gestión ayer productivos y hoy vandalizados y destruidos, aunque estoy irremisiblemente comprometida y solidarizada con sus dolientes. Hablo de cosas que, más allá del esfuerzo empresarial, nos convocaron y unieron para el bien común, cosas que nos hicieron sentir esperanza y facilitaron el progreso social en nuestras comunidades, cosas que nunca debieron recentralizarse y que nunca mejoraron desde entonces.

Sin rabia, pero sin pena, aprovechemos este pequeño espacio de gobernabilidad para reconectarnos con la gente, para impulsar de manera coordinada nuestras querencias, para arrimar el hombro y demandar juntos más y mejores herramientas para facilitar el desarrollo en nuestro Zulia.

Hoy estamos conmemorando el día de la mujer y me siento muy honrada de hacerlo en representación de muchas mujeres que pudieran estar hablando desde aquí, con igual o mejor pertinencia que yo.

El hecho de que en pleno siglo XXI exista un día mundial dedicado a la mujer, invita a que lo veamos como evidencia clara de una acumulación histórica de injusticias, una invitación a conmemorar, nunca a celebrar, los sacrificios y luchas de muchas mujeres que, antes que nosotras, dieron la cara y pelearon por nuestros derechos, en contextos mucho más difíciles, seguramente, mujeres en cuyos hombros hoy nos apoyamos para seguir poniendo nuestro granito de arena en pro de una sociedad más equilibrada entre hombres y mujeres, con más representación femenina en los espacios de dirección privados y públicos, también con más representación masculina en los espacios domésticos de atención y cuidados.

Está demostrado que este desbalance actúa como lastre frente a las oportunidades de desarrollo y que las acciones que conduzcan a reducir las brechas de género servirán para apalancar mejoras generales en los niveles de vida de nuestra gente, para impulsar innovaciones frente a los problemas que agobian a nuestra ciudadanía y para despertar sinergias de las que hoy no disponemos.

El ocho de marzo es la fecha oficial que se celebra el Día Internacional de la Mujer, una conmemoración que se ha extendido y generalizado, no siempre con las características y propósitos que la motivaron. La fecha fue escogida a partir de una tragedia: un día similar del año 1908, 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica “Cotton”, en Nueva York, luego de que se declararan en huelga de brazos caídos, con permanencia en su lugar de trabajo, reclamando una reducción de su jornada laboral a 10 horas diarias y 60 semanales y su derecho a un salario igual al que percibían los hombres que hacían trabajo similar.

A veces olvidamos que algunos de los hitos por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres son relativamente recientes. En estos días supe, a través del blog de una amiga, que el Senado de EEUU prohibía el uso del pantalón a las mujeres senadoras hasta 1993, ¿pueden creerlo? Senadoras elegidas por su pueblo en una de las democracias más avanzadas del planeta y limitadas por la burocracia institucional de sus propias organizaciones para poder ponerse un pantalón.

Pero no es un asunto aislado. A veces pareciera que la lucha feminista comenzó y terminó con el derecho al voto y, ciertamente, vale la pena revisar las fechas históricas de cuándo pudimos las mujeres votar o ser elegidas por el voto popular para cargos públicos en los países más avanzados del mundo.

En Latinoamérica fue la acción decidida de Matilde Hidalgo, una ecuatoriana medica y activista por los derechos de las mujeres, que logro que se aprobara el derecho al sufragio femenino en 1929, convirtiendo al Ecuador en el primer país de América Latina donde las mujeres pudieron votar en una elección nacional.

En Venezuela fue en 1946, lo que constituyo la más alta representación femenina en el espacio legislativo nacional del trienio democrático, 1945-48, cuando se eligieron 16 diputadas[1].

La igualdad entre sexos en Venezuela quedaría consagrada en la Constitución de 1961, pero la verdadera batalla por los derechos de las mujeres venezolanas se libraría desde principios de los setenta, en pro de la reforma del Código Civil, instrumento legal que proyectaba el tutelaje patriarcal y distinguía derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.

Aquella campaña por los cambios en el Código Civil venezolano, que se concretaría en su reforma a mediados de 1982, se podría considerar la mayoría de edad del movimiento organizado por los derechos de las mujeres en Venezuela, un hito que servía de culminación a un proceso de lucha durante casi 50 años. En su etapa final, allá por 1979, con el apoyo del entonces presidente Luis Herrera Campins y su ministra para la Participación de la Mujer en el Desarrollo, la Dra.  Mercedes Pulido, junto a un grupo de mujeres congresistas, tomaron el testigo de varias organizaciones de la sociedad civil, convocaron liderazgo femenino en todas partes del país – feministas militantes muchas, pero también mujeres cristianas, periodistas, médicas, mujeres de asociaciones vecinales, profesoras- todas se movilizaron para formar un solo frente pro reforma.

No es mi intención hacer un recuento histórico exhaustivo, afortunadamente, cada vez es más abundante la investigación y la literatura de referencia sobre estas luchas y sus protagonistas.

Prefiero dedicar esta última parte de mis palabras, al tema de los retos que aún tenemos pendientes, como sociedad, para mejorar las condiciones que permitan a más mujeres adueñarse de su destino, liderar procesos complejos en espacios públicos y privados, acceder a un espacio de interacción social libre de violencia, cambiar los fundamentos de nuestra comunicación para evitar el uso de estereotipos de género, promover la responsabilidad compartida del espacio doméstico y de cuidados, facilitar el acceso de más mujeres profesionales a foros científicos, técnicos y políticos en condiciones de igualdad con los hombres (por aquello de que resulta aún común que se convoquen foros y seminarios con paneles formados casi íntegramente por hombres, como si entre las mujeres, siendo la mitad de la población, no hubiese ingenieras, médicas, contadoras, politólogas, economistas, abogadas, filósofas o policías con las competencias necesarias para alimentar estos espacios), entre otros muchos retos que siguen pendientes.

Sueño que a las personas les resulte inconcebible que la mitad de la población sufra discriminación y pase una buena parte de su vida con un sistema de valores y costumbres en la que solo se perpetúan los roles de objeto sexual, esposa, madre y cuidadora, mientras una buena parte de los hombres actúan como gatillos alegres y dejan la tarea de cuidados como principal responsabilidad femenina, limitando la estabilidad socio económica y emocional de millones de niños y niñas en nuestros hogares.

Sueño con un futuro en el que la mitad del liderazgo de máximo nivel, profesional, técnico y político, en el ámbito público y privado, está formado por mujeres.

Sueño con jugueterías que no clasifiquen los juguetes por colores rosados para ellas y azules para ellos, donde las máquinas, sistemas mecánicos, la magia, la aventura, los deportes extremos y el arrojo físico en los juegos valgan igual para ellos y para ellas, en las que la enfermería, la atención neonatal, el arte, los cuidados y el hogar, sean de interés estimulado por juegos y  juguetes para ellos y para ellas por igual.

Un ocho de marzo en el que el acceso al patrimonio empresarial y el crédito financiero esté homogéneamente distribuido entre hombres y mujeres empresarios, en el que las oportunidades laborales impliquen políticas de conciliación hacia ellos y ellas por igual y que se consideren facilidades para reducir el techo de cristal, es decir, aquello de no asumir nuestros retos profesionales por el temor a no poder con ellos mientras actuamos como esposas y madres.

Ojalá nos comprometamos con un Estado Zulia pionero en liderar las transformaciones sociales que pongan a las mujeres en el mismo estatus que los hombres. Un Estado Zulia en el que nos acostumbremos a gobernadoras, alcaldesas, presidentas de consejos legislativos y municipales, dueñas de empresas, científicas y que ese ejemplo estimule a nuestras niñas a las máximas ambiciones sociales.

Ojalá seamos pioneros en controlar la violencia machista, promoviendo cambios en la socialización temprana dentro del hogar que deje de presentar al varón como un divulgador de semilla y a nuestras chicas como flores que han de lucir atractivas hasta que las tome el jardinero.

Ojalá estos cambios lleguen a nuestras escuelas, para que se detengan los estigmas que perpetúan estos juegos de roles y sepamos apoyar la libre elección personal como ejercicio vocacional básico.

La clave de una sociedad más justa en términos de género no es simplemente que la mujer deje de ser madre o que deje de disfrutar el espacio doméstico, la clave es que no tenga que hacerlo como obligación o como destino, la clave es que aumente su libertad, que aun teniendo un rol fundamental en la reproducción por su embarazo, entendamos todos que esa nueva vida es responsabilidad compartida, que dejemos de hacer la vista gorda con la paternidad irresponsable y comencemos a facilitar mecanismos de reinserción educativa, laboral y empresarial para las adolescentes y jóvenes que han tenido un primer hijo.

Solo una sociedad en la que las mujeres sean protagonistas de su propio destino accederá a las mejoras de un progreso técnico, científico, artístico, empresarial, moral y espiritual derivado de avanzar contra la perpetuación de estereotipos sexuales, en los que la mitad de la sociedad se ve condicionada a roles que limitan sus potencialidades como personas.

Gracias por permitirme estar aquí hoy. Gracias por el privilegio de dirigirme a la ciudadanía de mi tierra desde este foro. Ustedes, la gente que hace la política del Zulia, tiene el reto de superar los discursos y construir las políticas públicas, legislar en beneficio colectivo e inducir desde su liderazgo la asunción común de los retos que habrán de impulsarnos y movilizarnos. Es tarea mayúscula, pero en eso consiste el liderazgo.

Liderar no es armar el verbo fácil para culpar a los injustos, impulsar a pobres contra ricos, o encender ánimos aprovechando los calores populares de cada coyuntura.

Liderar implica ayudar a la ciudadanía a enfrentarse a sus miedos, implica poner frente a sus rostros aspectos no tan amigables de su realidad, pero con el enlace proactivo hacia la movilización, la sinergia con los coetáneos y la solidaridad con los que están peor. Si somos ágiles en esta tarea, la mitad de la pelea ya está ganada.

Quedaría entonces el ejercicio inteligente y probo de administración pública. Quedaría, la renuncia a las mieles momentáneas de la fama y el poder para conquistar nuestra propia alma y carácter a través del servicio. Quedaría lidiar con la fortuna de acertar en nuestras estrategias y concretar los logros que recuperen la credibilidad de nuestro pueblo en sus hombres y mujeres gobernantes.

Hagamos de este breve piso de aire limpio y luz diáfana, base de sustentación para el encuentro colectivo de la gente zuliana. Hagamos de esta oportunidad la mejor herramienta para mostrar al resto de Venezuela que, si ayer nos dejamos de hablar en nuestras propias familias por lemas y colores, hoy nos damos la mano para trabajar por un destino compartido, para que la confianza y la esperanza se rieguen como maná por nuestros hogares, nuestros campos y nuestras plazas. Aceptemos la prueba de fe, renovemos nuestra devoción y ofrezcamos acción de vida como eje de nuestra promesa compartida.

Un Abrazo y gracias de corazón.

feminismo

Amaya Briner en la Sesión Solemne CLEZ 17 marzo 2022

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