No me puedo imaginar situación más difícil que la de revelar un episodio de abuso o violación. Aún así, la vocalización que hoy se le está dando a estas situaciones es prueba de que necesitamos hablar.
El lenguaje crea realidades. Es una de las frases que más repito porque la siento potente y real.
La palabra tiene el poder de crear cosas que, de otra manera, quizás no existirían. Si la historia no se cuenta, se pudre y se muere. Se queda con uno. Quizás en el caso de una víctima de abuso esto pueda parecer lo ideal, pero la experiencia nos demuestra que no es así, al contrario.
Uno de mis escritores preferidos, Chuck Palahniuk, escribe mucho respecto al poder de las historias. Para él, nuestro propio pasado es una historia y una vez que nos damos cuenta de ello, que la relatamos, esta pierde parte del poder que tiene sobre nosotros.
Cuando hablamos en voz alta y ponemos palabras a nuestras experiencias tenemos la oportunidad de abrir un espacio para compartirlas. Ya no estoy sola en esto, sino que al contarle a otrxs está la posibilidad de que alguien más que haya pasado por algo similar, decida también compartir su historia.
En la unión está la fuerza y al vernos acompañadas en nuestro sufrimiento, este se siente más llevadero.
Para las víctimas de abuso hablar es sumamente complicado, pues estamos acostumbradas a ver cómo son cuestionadas – “¿Qué estabas haciendo ahí?” “¿Por qué no dijiste que no?” “Bueno, quizás no lo dijiste lo suficientemente claro”…
A las mujeres no se nos cree cuando hablamos. No tenemos autoridad ni siquiera para contar nuestras propias historias. Qué mejor prueba que el caso de Tatiana Molina, quien literalmente denunció a su ex pareja ante la policía y gracias a que estos no hicieron nada al respecto, en cuestión de horas fue asesinada.
En el caso de Venezuela, donde la defensa institucional brilla por su ausencia, pareciera ser más efectivo denunciar en Twitter que por la fiscalía directamente. Después de todos los testimonios que salieron a la luz tras el llamado #MeToo venezolano, Tarek William Saab, Fiscal General de la República anunció que se harían las investigaciones pertinentes.
Tocará ver si es que ese anuncio se convierte en realidad, pero incluso aunque el escarnio público sea la única justicia que reciban las víctimas, el hecho de que hombres de la farándula venezolana ahora tengan que vivir con el miedo a ser denunciados, significa que se la pensarán dos veces la próxima vez que quieran aprovechar sus posiciones de poder para obtener favores sexuales.
Sí, hablar es difícil, pero también lo es escuchar. El problema está en que si no escuchamos a las víctimas o desestimamos sus relatos, como lo hemos venido haciendo tanto tiempo, terminamos aunque sea indirectamente apoyando la cultura de la violación y los daños que esta provoca.
El hablar no solo destapa, sino que también puede ser utilizado como una herramienta de sanación. Cuando se trabaja a través del lenguaje, la psicología utiliza el habla como herramienta para sanar. Los relatos están ligados íntimamente a las emociones y a las construcciones de nosotras mismas. Ir a terapia, echarse en el sofá y hablar con tu psicólogx es contar una historia.
Narramos nuestro pasado, presente y futuro constantemente.
Al poner afuera aquello que sentimos, expresar lo que está dentro nuestro, también le damos un sentido y un propósito: Si me lastimas y te cuento cómo y por qué, lo hago esperando recibir una respuesta de tu parte. Sea una disculpa, sea reconocimiento; al hablar de aquello que llevo dentro le estoy dando al otrx la oportunidad de escuchar y entender. Actuar al respecto.
Pero incluso si el otrx no actúa como esperamos que lo hiciera, el simple hecho de haber expresado aquello que nos carcome ya es un paso adelante hacia quitarle peso. La historia deja de estar oculta dentro de mí y ahora está ahí afuera, existe, puede ser contada una y otra vez y en ese contar, se le van quitando las capas de dolor y misterio que al callar agregamos.
Al hablar, tenemos la oportunidad de compartir y al compartir la carga esta se vuelve menos pesada.
Necesitamos seguir hablando. Necesitamos dejar de callar pues ello nos vuelve, como dice Neruda (que por cierto, también era un violador de aquellos), ausentes. Si no contamos el abuso, es como si no hubiera existido. A simple vista parece lo ideal pero cada quien que ha sido víctima de un trauma sabe que este continúa existiendo y cobrando fuerza dentro de nosotrxs mismxs, en especial si no somos capaces de ponerlo ahí afuera.
Las mujeres en Venezuela y en el mundo nos hemos acostumbrado a callar demasiado. Esa era está cambiando.
No somos una generación de cristal, somos una generación que simplemente, ya no está dispuesta a guardar silencio y normalizar aquello que nunca debió haber sido normalizado.
Gracias a todas aquellas personas que han salido a contar sus historias y gracias a todxs aquellxs que han estado dispuesto a escuchar, amplificar y reclamar que ya no más.
Ojalá que en un futuro no tan lejano este tipo de experiencias nos den las bases para que nunca más guardemos este tipo de secretos, sino que los llamemos por su nombre y reconozcamos el profundo daño que estos implican sobre sus víctimas y, por lo mismo, la sociedad que las cobija.