El arte de estar loca

El arte de estar loca
mayo 23, 2021 Aglaia Berlutti
feminismo

Hará un par de semanas, alguien me escribió un correo — anónimo — para burlarse de mi trastorno de pánico. Además, agregó que ser visible en algo así, es la forma como “las mujeres quieren atención”. Para rematar la colección de despropósitos, me aseguró que la ansiedad “no existe”, sino es más bien “una forma de disculpar la falta de fortaleza”. Pero sin duda, lo que más me sorprendió, fue asegurarme que en realidad “todas las mujeres estamos locas”.

Eso último me hizo reír, aunque no debió. En alguna parte de mi mente, había una voz severa e irritada, que insistía en que debía, enfurecerme. ¿Cómo se le ocurre a semejante adefesio desconocido, decir algo semejante? Pero en realidad, es algo más complicado que la violencia verbal del adefesio desconocido (el más reciente de una larga lista), sino al hecho que se trata de una frase común.

Como paciente de un trastorno psiquiátrico específico y diagnosticado, he pasado buena parte de mi vida lidiando con la palabra “loca”. Haciendo las paces con el término. Intentando en la medida de lo posible (no siempre con éxito), de asumir que mi país carece por completo de sensibilidad con respecto a lo que la salud mental se refiere. Y si eres mujer, el efecto se triplica, se hace más venenoso. Porque la más directa, concreta y violenta manera de atacar a una mujer en nuestra cultura es llamarla loca. Así, sin más.

Y resulta que yo lo estoy. Loca. Espera ¿eso no es muy duro de decir? Lo es, pero es la manera de resumir (de forma poco caritativa y sensible) mi estado mental. Sufro de un trastorno de ansiedad generalizada y un cuadro depresivo recurrente desde hace más de diez años. He pasado largas horas en el sillón del psiquiatra, probado con medicación y todo tipo de terapias. En ocasiones estoy bien, llena de energía y con mi mente enfocada en todas mis múltiples obsesiones intelectuales. En otras, apenas muevo moverme de la cama, tan agotada por lo que ocurre en mi mente, que solo desearía dormir hasta encontrar cierto equilibrio. Entre una cosa y otra, hay momentos para la tranquilidad, para la vida corriente. Pero sí, podría entrar en ese reglón un poco arbitrario de estar “loca”. De ser “mentalmente divergente” (¡hola, Doce monos y su frase para la historia!), de pasar buena parte del tiempo tratando de mantener el equilibrio.

Porque además — y aquí vienen los problemas — soy mujer. Soy mujer y además, con un padecimiento psiquiátrico. De modo que ocurrirán cosas como que me pregunten si estoy “triste” porque “estás en esos días” (vale lo mismo para los días de mal humor), si mi ansiedad no será parte “del nerviosismo de las mujeres”. Habrá días en que tenga que escuchar a un hombre decir que soy “quejosa” porque así son las mujeres y que mi trastorno es parte de “eso”. ¿Más sorpresas? La mayoría de las veces, las mujeres realmente creemos que el género nos hace más propensas a la locura, a la caída en el desastre mental.

Las mujeres somos “propensas a eso”. De modo que también, he recibido comentarios — bien intencionados, otros no tanto -que insisten que una mujer está más cerca de los problemas mentales que un hombre. Una presunción que además, hace más complicado los diagnósticos, el hecho que una mujer acepte que necesita ayuda terapéutica.

“Tengo la menstruación” me dijo en una ocasión una amiga que había pasado semanas con crisis de pánico, terrores nocturnos y angustia general. “Es algo más” le insistí preocupada. “Es solo eso ¿qué más podría ser?” me dijo, después de contarme que había tenido — o creído tener — todos los síntomas de un infarto.

— Es un ataque de pánico.
— No, es estrés y la menstruación.
— Los he sufrido, es eso.
— Todas las mujeres pasamos por momentos del mes de locura.

Lo dijo con enorme sinceridad, con una convicción que me dejó sin habla. Me pregunté si debía insistir en el tema, si hablarle de lo mucho que había mejorado mi vida con la terapia y la medicina. Ella sacudió la cabeza, como si pudiera leer mi mente. “No tengo nada” insistió y sonrió. Una amplia mueca sin alegría. “Solo estoy cansada”.

Bien, claro, también hay la gente que todo se lo achaca a que estás “loca”. Una vez una mujer en Twitter me dedicó unos cinco tweets de insultos para dejar claro que mi posición política era parte de mi “locura”. Lo mismo que me dijo un comentarista anónimo en mi blog, que dejó claro que si “mi problemas mentales de mujer” me impedían “emigrar como un adulto responsable”. Todo eso, por haber escrito un artículo sobre la soledad de los que permanecemos en el país.

Ser mujer y estar loca es un binomio doloroso, incómodo y la mayoría de las veces angustioso. Uno además, que deja poco espacio para los análisis, para las reflexiones y las soluciones. “Estás loca” es la respuesta a casi todo. “Estás loca” al parecer es una condición de lo femenino que todos parecen asumir como inevitable.

***

Ha sido un largo trayecto lidiar con mi trastorno de pánico siendo mujer. Y lo que he aprendido puede resumirse en unas pocas reglas básicas que han hecho mi vida más llevadera, amable y definitivamente, soportable. Nunca será sencillo lidiar con un padecimiento psiquiátrico pero hay métodos que te permiten que no sólo hacer de manera mucho más saludable sino también, siendo mucho menos agresivo con tu propia mente y autoestima. Un trayecto largo, complicado pero satisfactorio que te permite no sólo brindar un nuevo sentido a tu vida — a la manera como la que comprendes — sino además, encontrar ese necesario equilibrio que todo paciente psiquiátrico necesita encontrar antes o después.

¿Y cuales son esas pequeñas reglas y lecciones que he aprendido a lo largo del tiempo? Las siguientes:

No es tu culpa sufrir un trastorno de pánico: así que deja de disculparte.

El trastorno de pánico provoca una serie de síntomas muy específicos que pueden provocar un comportamiento errático, a menudo inexplicable y en ocasiones, directamente incómodo. Por tanto, resulta sencillo creer los síntomas que padeces son una distorsión de nuestro carácter. Una forma de malcriadez e incluso de debilidad física o intelectual. Pero no lo son. Se trata de un padecimiento mental muy definido que puede no sólo afecta nuestra forma de percibir el mundo que nos rodea sino nuestra identidad. Por tanto, no te disculpes, no te “arrepientas” de tu comportamiento, mucho menos te culpabilices. Un padecimiento psiquiátrico como el trastorno de pánico puede afectar todos los elementos de tu vida y responsabilizarte de esa certeza, te permitirá no sólo evitar comprender el trastorno de pánico como un “comportamiento molesto” sino además, uno que debe ser “ocultado” o “Vergonzoso”.

No se trata que te “calmes”

Cada vez que sufría una crisis de pánico, de inmediato sentía la necesidad de “calmarme”, como si la desproporcionada reacción de mi cuerpo y mi mente hacia el estrés, fuera simplemente un error de percepción. Me costó años de analizar el trastorno de pánico como lo es — un tipo de enfermedad psiquiátrica — que no se trata de “intentar tranquilizarte” sino de comprender lo mejor que puedas el ciclo de reacciones y síntomas que pueden provocarte una reacción semejante. El trastorno de pánico no es una pérdida de control eventual sobre la manera como manejas la presión, el miedo y el estrés, sino directamente la incapacidad de manejarlo. A diferencia de quien no lo sufre, no ejerces control pleno sobre como tu cerebro procesa el temor, la angustia y la incertidumbre. Siendo así, no se trata que debas “calmarte” sino que necesitas buscar ayuda apropiada para comprender y sobre todo superar, los en ocasiones, aplastantes síntomas de un trastorno tan ambiguo.

No todo ataque de pánico o ansiedad es la reacción a una situación concreta: Sufrir un trastorno de pánico o de ansiedad, implica que en alguna medida, perdiste el control de tus reacciones a ciertos estímulos y eso también incluye, la forma como tu cuerpo y tu mente perciben el miedo, la incertidumbre y la preocupación. Por tanto, puede ser que sufras un ataque de pánico sin que haya un motivo concluyente o evidente. Te lo podría provocar una serie de pensamientos en cadena que te provocan un inmediato estés, asociaciones libres, incluso nada en absoluto. Así que es importante, que si padeces un trastorno de pánico, comprendas que no se trata de lo que haces o no, sino el hecho que hay todo un sistema reacciones físicas que el trastorno distorsiona a niveles incontrolables. Ocurrirá en los momentos más inoportunos. No habrá quizás un motivo que te las provoque. Tendrás que lidiar con la idea que el pánico y la ansiedad no siempre tienen una justificación.

La única manera de lidiar con esa sensación tan abstracta como confusa, es comprendiendo como lidiar con esa respuesta física, sin culpabilizarse o creer que ejerces un control directo sobre lo que puede o no provocarlo. Aprende a como reaccionar durante un ataque de pánico. Asume que se trata del síntoma de un padecimiento y que por tanto, no un comportamiento que debas controlar.

Necesitas ayuda psiquiátrica: No hay alternativa

Antes de ser diagnosticada, pasé algunos años sufriendo frecuentes y debilitantes ataques de pánico, pero además una serie de síntomas relacionados directamente con sus consecuencias. Por entonces, continuaba resistiéndome a visitar un consultorio médico y solía achacar mi constante mala salud a todo tipo de razones más o menos abstractas: desde el estrés habitual que me provocaba mi trabajo de la época, hasta mis hábitos alimenticios. Me auto mediqué, intenté tomar consejos generales para “tranquilizarme” , pero no me sentí mejor. Continué sufriendo desde paralizantes dolores de cabeza, hasta problemas digestivos provocados por la constante tensión y estrés que puede provocar el trastorno. Aterrorizada por el conjunto de síntomas, llegué a creer que me encontraba realmente enferma y eso aumento mis reacciones hacia la incertidumbre y la angustia. Llegué a a sufrir de dolores estomacales y migrañas durante semanas e incluso, problemas dérmicos cuyo origen ningún médico especializado pudo descubrir.

Finalmente, luego de comenzar a recibir tratamiento y sobre todo, de ser conscientes de las implicaciones del trastorno de pánico, comencé a comprender que la mayoría de los síntomas misteriosos que solían afectarme con frecuencia tenían un origen el común: los violentos síntomas del trastorno de pánico. Asumirlo, me permitió manejar la idea que debía someterme a tratamiento psiquiátrico — tanto terapéutico como farmacológico — y comenzar a evaluar mis opciones inmediatas al respecto. Además, me hizo muy consciente del hecho que podría mejorar los síntomas tangenciales que tanto me molestaban, una vez que comenzara a recibir tratamiento médico especializado para su causa común.

Nadie necesita protegerte: Lo digo en serio

Cuando le hablé a mis amigos y parientes sobre mi trastorno de pánico, la primera reacción de alguno de ellos fue evitarme “preocupaciones”. Comenzaron a intentar protegerme de “estímulos” que pudieran aumentar “mi estrés” — y por tanto, el riesgo de sufrir un ataque de pánico o ansiedad — y además, a percibir mi trastorno como una idea a la que debían acostumbrarte. Al principio, les agradecí la amabilidad, pero poco a poco, comenzó a resultar incómodo todas las precauciones que varios de mis amigos tomaban para “no provocarme” una recaída. Cuando le hablé a mi psiquiatra de la reacción, se preocupó.

— Necesitas que te comprendan, no que acentúen tus rutinas y afirmen tus miedos — me explicó — . Insiste que el trastorno que sufres se trata de tu reacción al miedo y al estrés, no al hecho que realmente algo te lo esté provocando.

De manera que le pedí a mis parientes y amigos que dejaran de crear una especie de red de protección a mi alrededor y que asumieran que mi comportamiento, no se debía a un estimulo en particular sino a mi manera de procesar ciertas ideas. Fue un proceso complicado: algunos se sintieron ofendidos, otros directamente preocupados. Pero finalmente, descubrí que el hecho de tener que manejar mi propia percepción sobre lo que me rodea — sin obligar a las personas que forman de mi vida a adaptarse — fue quizás una de las decisiones más saludables que pude tomar. No sólo me permitió avanzar en mi forma de comprender mi trastorno de pánico sino además, elaborar ideas más o menos complejas sobre como asumirlo como parte de mi vida.

Lidiar con un trastorno de pánico no es sencillo pero es posible

Luego de años de tratamiento, medicación y sobre todo, esfuerzo mental y físico, he descubierto que sí, es posible sobrevivir a un trastorno de pánico y ansiedad como el que sufro. Puedo trabajar, disfrutar de mi capacidad creativa, de una relación de pareja estable y hermosa. En suma, la vida de una mujer de mi edad. Pero no ha sido sencillo: me llevó un disciplinado esfuerzo construir un camino coherente no sólo hacia mi recuperación sino al hecho concreto de comprender ideas básicas sobre mi misma y la forma como me afecta el trastorno que sufro. Y ese descubrimiento — ese larguísimo trayecto que me permitió no sólo madurar sino profundizar en mi identidad y comportamiento — me permitió comprender que todo trastorno psiquiátrico es una compleja visión sobre la realidad, pero también sobre cómo la analizas. Toma responsabilidad sobre tu salud mental y física pero sobre todo, comprende que puedes construir una vida satisfactoria a pesar del dolor físico y moral que un trastorno semejante puede provocarte. Sé muy consciente del valor de tus decisiones y por supuesto, del hecho que el padecimiento que sufres forma parte de tu experiencia íntima y esa noción tan amplia como elemental que llamamos identidad.

Continúo sufriendo ataques de pánico y ansiedad. Y es probable, continúe sufriendo durante toda mi vida. No obstante, a pesar de eso, soy mucho más fuerte de lo que supuse y sobre todo, cómo descubro en ocasiones con una sonrisa casi aliviada, capaz de superar mis propios espacios oscuros para disfrutar de los luminosos. Una trayecto complicado pero profundamente personal hacia mi identidad. Una manera de crear mi propia visión del mundo. Un pequeño triunfo personal.

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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