No puedo evitar considerar el feminismo sin vincularlo con mi propia concepción general de la humanidad y su evolución. Soy progresista, creo que las personas podemos concebir, proyectar y aplicar mejoras en nuestro desenvolvimiento personal y social, incluso considerando diferentes perspectivas y enfoques para ese planteamiento de mejoras.
Soy occidental y, desde este arraigo cultural, considero que los principios de sostenibilidad implican reglas que pongan la vida humana y otros elementos básicos de la libertad y la convivencia como marco de referencia para cualquier propuesta de interacción social, constituyendo derechos que requieren ser progresivamente asimilados y siempre defendidos.
Si desde otras latitudes y sociedades, ajenas a mis referencias y cultura, se constituyen elementos de convivencia sin respetar lo que, desde mi punto de vista, son elementos fundamentales de esa carta de derechos, entonces, más allá de comprender por qué una sociedad llegó a estos tiempos con prácticas incompatibles con la protección de la vida y las libertades de todas las personas, me posicionaré en las iniciativas para que estas sociedades modifiquen lo más rápidamente posible aquellas reglas y conductas que resulten intolerables, como aquellas que posicionan a las mujeres con menos libertad o autoridad potencial que un hombre.
Como este tipo de violaciones suceden aun continuamente en las mismas sociedades de mi entorno, por ejemplo, en Latinoamérica, dedico mi energía a promover cambios para que nuestra sociedad mejore, de forma que todas las personas trabajen más proactivamente para corregir estas desviaciones y nos esforcemos para ayudar y compensar a sus víctimas.
Igualdad sin polarización
A veces pienso que el arraigo del machismo y el patriarcado está tan extendido -en mí misma, en todas las personas que han sido criadas y educadas en estas reglas-, que no es posible concebir una sociedad de iguales en términos de género, sin considerar cambios radicales en la forma en que funciona el mundo. No me extraña que eso haya generado una relación íntima entre algunos movimientos feministas y corrientes anarquistas, anticapitalistas y otras líneas de acción revolucionaria.
Quizá la revolución que yo imagino no tiene respuestas para cambiar muchas cosas que otras personas quieren cambiar, pero no dejo de entender estos planteamientos. Por principio, también por educación y por experiencia personal, soy moderada, reformista, demócrata y entiendo que las amenazas para la democracia y la libertad no solo están cargadas de machismo y patriarcado, también tienen enormes riesgos desde estos movimientos “revolucionarios”.
En USA y Europa, especialmente en Europa Occidental, parecieran vivir la política con la libertad de propuestas anti sistema, por ejemplo, desde la concepción marxista leninista y muchas veces creo que son personas que, más allá de su estadio socioeconómico personal, disfrutan de los beneficios de una sociedad abierta, liberal y democrática, para hacer sus planteamientos y construir sus movilizaciones, pero rara vez han tenido la experiencia de vivir el socialismo real como lo viven las cubanas y los cubanos o como lo vivieron algunas sociedades europeas centrales y orientales bajo la experiencia de dominación soviética.
Actuar desde el espacio de lo posible
Como no puedo ofrecer soluciones a todos los problemas que enfrentamos las mujeres para acceder a la vida en sociedad, desde niñas, con iguales derechos y posibilidades de desarrollo, poder empresarial y poder político que los hombres, prefiero concentrarme y esforzarme en aquellos aspectos concretos de mejora que puedo controlar y monitorear, con la asociatividad y sororidad como principio para, más allá de mis propias ideas y creencias, mantenerme activa en soporte de iniciativas más amplias y más volcadas al interés común, a la gestión transformacional de lo público en beneficio de toda la humanidad.
Convencida estoy que el feminismo es la mejor opción de mejora que las sociedades humanas tienen frente a sí, como herramienta del presente con enormes potencialidades hacia el futuro, porque una humanidad libre de violencia y represión a la mitad de sí misma, debe liberar fuerzas y oportunidades que multiplican la esperanza.
Quizá el capitalismo se integrará a este cambio y la relación entre mujeres mayoritariamente poderosas no haya alterado las interacciones del mercado, los precios, la acumulación de medios para producir y los problema de concentración de la riqueza, pero quizá también esa sociedad encuentre mecanismos más explícitos, ágiles y coherentes para aproximar y potenciar redes de cooperación y solidaridad que, sin trastocar reglas de innovación y competencia para las interacciones sociales, reconstruyan civilizaciones más sostenibles.