Ana Isabel una niña decente y feminista

Ana Isabel una niña decente y feminista
abril 14, 2021 Susana Reina
feminismo

Soy de la generación que leyó «Ana Isabel, una niña decente» en la cátedra de lengua y literatura mientras cursé el bachillerato en Caracas. Lo recordaba como una novela ligera, entretenida y llena de figuras literarias que le servía a nuestra profesora para enseñarnos a identificar metáforas, hipérboles, símiles, onomatopeyas y otras expresiones lingüísticas. En días pasados, a más de 40 años después de haberla leído por primera vez, la recordé conversando con una amiga y pensé en releerla, ahora con ojos feministas.

Mi mamá consiguió en la biblioteca de la casa, la edición de Monte Avila Editores de 1969, y en un acto de puro amor, me transcribió completos los 16 capítulos para que la pudiera leer, después de haberla buscado sin éxito en formato digital.

Confieso que Ana Isabel me sorprendió de nuevo. Esta vez, desprendiéndome del interés lingüístico, pude entenderla como un manifiesto político de la Venezuela de principios del siglo XX, abordando con enfoque crítico temas de racismo, pobreza, adoctrinamiento religioso, desigualdad de género, dictadura, corrupción, padres ausentes, acoso callejero… Y, sobre todo, me permitió conocer a su autora -a quien no me presentaron en las clases- para entender la personalidad de Ana Isabel desde la historia y el contexto donde se desarrolló la vida de Antonia Palacios y descubrir además que fue una apasionada feminista de la época.

La autora

Nacida en Caracas en 1904, Antonia fue poeta, novelista y ensayista. Ocupó la secretaría de la Agrupación Cultural Femenina. En 1940 presidió el Primer Congreso Venezolano de Mujeres, donde según la investigadora Magally Huggins, el tema central giró alrededor de las leyes como el Código Civil y otras resoluciones que discriminaban abiertamente a la mujer en relación con los hombres en torno a la lucha por los derechos políticos. Antonia fue una activista convencida de las luchas por los derechos humanos de las mujeres y defendió la causa no solo en estas asociaciones y eventos, sino también y cómo no, en su obra literaria.

Ana Isabel, una niña decente, primera novela de Antonia con la que obtendría reconocimiento continental, se editó y publicó en Buenos Aires en 1944. La novela trae a la memoria anécdotas de su propia infancia vivida en el centro de Caracas y refleja con la ingenuidad y candor de una niña de 8 años en camino de hacerse adolescente, la lógica humanista que está detrás de las injusticias que le tocó ver en una sociedad tan pacata y conservadora.

Para aprender sobre patriarcado

Creo que esta novela puede ser bien empleada en los estudios de bachillerato para identificar en ella elementos de cultura que permitan educar en igualdad y sin sesgos e intolerancias, más allá de su valor literario. Sus páginas están llenas de situaciones y reflexiones que hace Ana Isabel, dejando algunos cuestionamientos abiertos como para estimular la discusión en el salón de clases.

A lo largo de la novela surgen episodios cargados de intolerancia, machismo, clasismo, estereotipos y otras distorsiones que estimulaban el control de las niñas y adolescentes de la época, muchos de ellos vigentes aún y que sin duda nos ayudarían a sacarle provecho haciéndolos visibles para pensar en formas alternativas de convivencia.

Frases como “el cuerpo es castigo del alma”, dicha por la tía Clara a Ana Isabel; los “pecados” que cometen las niñas y que son desmontados uno a uno por la protagonista con fina ironía de la autora; los conceptos de “gente decente” vs “gentuza” asociados al color de la piel y el dinero, son entre otros, perlas de sabiduría que nos permiten entender por qué en esa época y todavía hoy vivimos bajo el manto patriarcal de las relaciones de poder.

Agradecidas

Lo más bonito de todo, es que cuando le pregunté a mi mamá, nacida en 1941 en Sarría, cerquita de la Plaza de la Candelaria, patio de juegos de Ana Isabel, qué le había parecido releer el libro, me dijo «¿qué quieres que te diga? es mi propia historia… Transcribir este libro fijándome en cada coma, cada punto, deteniéndome en cada párrafo, me hizo volver a mi infancia…En una Venezuela rural donde todo era pecado, donde se nos regañaba si reíamos mucho: «seguro esta noche lloras» decían. O «la mujer es como un espejo, cualquier suspiro la empaña». Era algo así como tener una espada de Damocles todo el tiempo encima de ti. Y, si, igual que Ana Isabel, también me quedé tras las rejas porque ya era una señorita”

Con Ana Isabel, una niña decente, queda reflejada la psicología y emocionalidad propia de una generación de venezolanas que levantaron este país. A nuestras madres y abuelas, que nos criaron en la modernidad venciendo todos estos tabúes, por encima de las manipulaciones religiosas y los temores que sobre el desarrollo y poder de las mujeres tenían sus antepasados, les debemos mucho. Gracias mami.

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LOS PASAJES DEL LIBRO QUE MÁS ME GUSTARON:

Ana Isabel desearía quitarse los zapatos y correr con los pies desnudos sobre la tierra mojada. Ana Isabel ama el sol, pero ama también la lluvia, y cuando llueve, siente deseos de estar descalza, sin ropas, y correr desnuda bajo la lluvia. Tía Clara al escucharla comentó severa que Ana Isabel tenía instintos de mujer mala, mujer de la calle. ¿Mujer de la calle? Será Trinidad la que vende pan de hornos o Domitila la que vende arepitas. Pero ni a Trinidad ni a Domitila nunca las ha visto Ana Isabel correr desnudas, bajo la lluvia. Tía clara ha dicho que eso es pecado, un pecado contra el pudor, un pecado vergonzoso… – No hay que amar al cuerpo, -repite siempre tía Clara, el cuerpo es castigo del alma. Pero Ana Isabel ama a su cuerpo. Ama sus brazos que levanta muy alto, sus piernas con que corre, sus ojos con que mira… Y Ana Isabel ama sus manos. Por las tardes cuando se acerca la noche y desde el patio contempla las estrellas, ella sola, solita, se besa las manos…
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Ana Isabel tiene muchos pecados. Tiene el de la envidia, porque quiere ser linda. El pecado de la gula porque le encantan los manjares y cuando va a las piñatas, devora los albos merengues, los caramelos luminosos. La señorita dice que Ana Isabel tiene una naturaleza propensa al sensualismo que quien sabe dónde la conducirá ¿sensualismo? Ana Isabel ha buscado en el diccionario, «Sensualismo; propensión excesiva a los placeres de los sentidos». Los sentidos son cinco; ver, oler, oír, gustar y tocar. ¡Claro que ella es sensual! Si le place ver, verlo todo y oír y gustar, aun cuando peque de golosa. ¿Y oler? Si casi le da vértigo el perfume de las magnolias y de los nardos. Y siente el perfume recorrerle todo el cuerpo, ya lo tiene en la boca, ya en los ojos, ya en las manos…
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Indecente es lo contrario de decente. ¿Será indecente Otilia? ¿Por qué serán siempre pobres los que no son decentes? Pero Ana Isabel no es rica. Su madre al menos no deja de repetirle que es muy pobre y sin embargo, es gente decente. Ana Isabel se embrolla, Gregoria, a quien le había preguntado un día, le había respondido: «Mire niña, no hay más que ricos y pobres. Los ricos pá gozá y los pobres pá aguantá». Y Ana Isabel piensa que los pobres, los pobres de verdad, no como ella, como Ana Isabel, sino los pobres como Perico y Carmencita, como Eusebio, Pepe el monaguillo, y Petrica la hija de Domitila, y Eladio, el que vive quebrada abajo…los pobres de verdad verdad, casi nunca tienen papá. Petrica, la hija de Domitila, no tiene papá, ni Eladio tampoco, ni Eusebio, ni Encarnación, el hijo de Concha. Los pobres no tienen papá; sólo tienen mamá. La mamá que lava, que pila, que hace arepas, que carga agua… ¿Por qué los pobres no tienen papá?
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Los chinos son amarillos. Hay cuatro razas. Al menos eso dice la geografía que estudia Ana Isabel. La blanca, la negra, la roja y la amarilla. ¿Por qué todo el mundo no será igual? Ana Isabel es blanca. Los chinos son amarillos. Nicasia y Estefanía son negras y negro es Eusebio el hijo del dependiente de la pulpería El Chimborazo. En Venezuela hay muchos negros. Los negros no son gente decente. A ella no la dejan reunirse con los negros. Pero hay blancos con los que tampoco le permiten jugar. – Esa gentuza que no se sabe de dónde ha salido – dice la señora Alcántara. La señora Alcántara está continuamente triste. Dice, «este país», «esta vida», con un tono definitivo de desesperación. Ana Isabel piensa que deben existir otros países y otras vidas distintas donde las madres no estén tristes y no pasen los días haciendo cajetillas y cosiendo ropa de soldados.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

Comment (1)

  1. Jhonny celis 1 año ago

    Soy hombre, amante de este libro, mi novela favorita en años porque es hermosa, inocente, con una prosa exquisita además de llevarnos dentro de ella a sentir todo lo que pasa por la mente de Ana isabel…Como para que usted venga a cagarse en el libro a decir que el feminismo aquello y que el patriarcado lo otro, MADUREEEE!

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