Venezuela es un país machista, de eso no hay duda. Y eso aunque se insiste con frecuencia que lo es mucho menos que otros países del hemisferio, lo cual es cierto, pero no hace menos preocupante la situación de la mujer venezolana. Cuando le explico esa mezcla de ideas y de justificación histórica a mi amiga G., antropóloga dedicada desde hace unos cuantos años a la investigación de la identidad de la mujer en Venezuela, sacude la cabeza con una sonrisa resignada.
– El venezolano es especialista en restar importancia a problemas elementales a través de la comparación — me responde — en lo referente a la mujer no es la excepción. Para buena parte de la sociedad venezolana, somos mucho más abiertos que otras regiones del hemisferio por ejemplo, donde el machismo está bien visto y además se normalizó. Y eso puede justificar rasgos machistas por el mero hecho de no ser “tan graves”.
Me horroriza la idea. En Venezuela las cifras de analfabetismo de la mujer superan con creces las varios de países vecinos a pesar de la propaganda gubernamental que insiste en lo contrario. Otro tanto ocurre con las estadísticas rojas de maltrato y asesinato, donde Venezuela se mantiene entre los primeros lugares de feminicidio del hemisferio. También somos un país donde el embarazo adolescente ha aumentado de manera exponencial en los últimos veinte años, así como el abandono escolar femenino y la consiguiente profesionalidad. También Venezuela es uno de los países donde es más frecuente el uso de acoso sexual en oficinas y aulas. Una visión general que demuestra que nuestra sociedad asume que el menosprecio a lo femenino es la mayoría de las veces inevitable.
– No solo inevitable — me responde G. cuando se lo comento — sino que es parte de lo que se asume que sucede. Somos un país donde el machismo es un elemento a tener en cuenta. Te lo enseñan desde pequeña: el muchacho pa’ la calle, la mujer pa’ la casa. La puta y la fácil, el hombre “puto”. La madre que se enorgullece porque sus hijos jamás “lavan un plato”. Son toda una serie de mensajes que se insisten y se repiten, y que calan tan hondo que se consideran naturales.
No es extraño, que la mayoría de las mujeres en Venezuela te digan que no hay machismo porque “pueden hacer muchas cosas que en muchos países no es bien visto”, como si el mismo hecho de tener que tomar una decisión sobre lo que se puede o no hacer no fuera un acto de agresión intelectual. Hay un buen trecho recorrido pero mucho más por recorrer.
Pienso en sus palabras mientras camino por la calle. Las mujeres de mi país, celebradas como las más bellas del mundo, son quizás también, las menos conscientes de su necesidad de liberarse de cualquier estereotipo, cualquier idea que pueda limitarla.
Pienso en todas las veces en que la palabra feminista se usa como insulto, y también, en la que esa necesidad de reivindicación como una forma de rebeldía injustificada. Sí, me digo, entre esta multitud de mujeres reales, espléndidas por derecho propio, este universo femenino en un país en esencia matricentrada y absurdamente machista, hemos recorrido un buen trecho, pero aún necesitamos alcanzar mucho más. Quizás una simple y mucho más poderosa percepción de identidad.
Comment (1)
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Gracias por tus reflexiones, Aglaia. Que nos volvamos a encontrar en el camino que tenemos por recorrer.