Este año la ONU, en el marco de la celebración del Día Mundial de la Justicia Social, hizo un llamado a centrar los esfuerzos en la protección de los Derechos Humanos laborales en la economía digital. Interesante enfoque y necesario porque ahora más que nunca tenemos evidencia de que el presente y el futuro del trabajo está condicionado por los avances tecnológicos en el ámbito de la digitalización.
La pandemia aceleró toda esta transformación cambiando para siempre la forma de trabajar y poniendo las tecnologías de información y comunicación (TIC) en la prioridad número uno para llevar adelante proyectos, así como para sostener negocios y gobiernos en marcha. Se prevé que en el futuro más del 90 % de los puestos de trabajo exija algún grado de competencia electrónica y alfabetización digital.
Este hecho puede traer muchas oportunidades para las mujeres, pero al mismo tiempo, también traerá desafíos, porque la igualdad de oportunidades en el sector digital, al igual que en otros sectores, no está garantizada. Los grupos sociales desfavorecidos y vulnerables están sufriendo exclusión digital por falta de educación y accesibilidad a herramientas y competencias necesarias para insertarse en esta nueva economía: los pobres, las mujeres, las mujeres más pobres o migrantes o rurales o refugiadas o mayores o indígenas, tienen más probabilidades de quedar por fuera en esta nueva economía. Tiene una el temor de que las nuevas tecnologías y sus algoritmos están reproduciendo y profundizando las desigualdades sociales de manera más rápida y casi que imperceptible.
Tubería con fugas
Por distintas razones culturales, a las mujeres se les sigue viendo ajenas al mundo de la informática, la ciberseguridad, la inteligencia artificial y otras tecnologías digitales, tanto como usuarias como en rol de programadoras. Muy pocas se forman en las carreras CTIM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Matemáticas) y muchas de las que lo hacen terminan abandonando. Los sesgos y estereotipos comunes asocian la capacidad intelectual alta que requieren estas disciplinas más próximas a los hombres que a las mujeres, siendo asumido como cosa natural por niños y sobre todo niñas, influyendo así en sus intereses y elecciones vocacionales.
El efecto “tubería con fugas” (leaky pipeline en inglés) es una metáfora con la que se describe la situación en la que las mujeres inician un recorrido educativo o profesional en el mundo de las TIC, pero poco a poco lo van dejando, sea por razones personales o debido a barreras institucionales, estereotipos, brechas salariales de género, ciber violencia, un entorno dominado por hombres y muchas otras formas de discriminación.
El índice de igualdad de género de 2019 reveló persistentes desigualdades en el sector digital: las mujeres representan menos del 20 % de los profesionales de la ciberseguridad en Europa en todo el mundo; las mujeres, como grupo demográfico, utilizan internet con menos frecuencia que los hombres, ya sea para instalar software o para utilizar la radio y la televisión en línea, la banca en línea o los servicios de comercio electrónico; sólo una pequeña minoría de mujeres ocupan puestos directivos en ingeniería de software… y sigue así una amplia lista de hechos corroborables que dan cuenta de la brecha de género digital, consultables en los informes del Foro Económico Mundial, de “Woman Digital” y del Parlamento Europeo. El Covid19 sin duda debe haber ampliado más esta fractura social.
Cerrar la brecha digital
Múltiples organismos internacionales están proponiendo medidas y acciones concretas para fomentar la participación de las mujeres y las niñas en la economía digital. Diferentes agentes- gobiernos, ONGs, personalidades públicas, empresas privadas o académicas- pueden llevar a cabo acciones específicas para mejorar de manera efectiva la participación y el papel de las mujeres y las niñas y fomentar su inclusión digital.
En Venezuela, organizaciones como ChamaTech, EmpoderaRSE, Fundación Telefónica, Impact Hub Caracas y otras, están llevando adelante programas de alfabetización y accesibilidad digital como medidas efectivas para lograr insertar niñas, adolescentes y mujeres en el trabajo laboral formal y en el desarrollo de empresas propias haciendo uso intensivo de la tecnología. Están contribuyendo a superar desde una etapa temprana las barreras educativas y profesionales, al tiempo que abonan al aprendizaje digital permanente para las mujeres.
Merecen todo nuestro apoyo en este esfuerzo empoderador, porque con estas nuevas reglas de juego, para lograr “e-igualdad” se requiere hacer uso pleno de tecnología e internet. Ojalá más allá de estos esfuerzos de la sociedad civil, la política educativa y de inserción productiva desde los Estados, considere enfocarse en niñas y mujeres, especialmente en espacios empobrecidos y rurales, para que no nos quedemos atrás, aún más.
Ilustración Vanessa Tsoi