Fue una de esas conferencias cortas que le invitan a uno a dar a un grupo de estudiantes en una universidad. Sábado a las dos de la tarde, imagínate. Llego pensando que habrá a lo sumo unas 15 o 20 mujeres interesadas en el tema del feminismo, pero no. Sorpresa. Hay algo así como 100 asistentes en una sala de clases donde se estudia marketing, con una presencia de casi 40% hombres. Adultos. Es un Postgrado.
Eso me complace porque a veces me siento como dando misa para convencidas. Arranco. Y enseguida empiezan a levantarse manos. Ellos. Ellos preguntan, cuestionan, intervienen. Tengo 45 minutos para entregar mi mensaje. Pero prefiero darles la palabra para que, aprovechando su curiosidad, pueda yo enfocarme en lo que quieren saber y no en lo que yo tenga necesidad de entregar.
En fila llegan sus observaciones: “Los hombres también sufrimos violencia”, “Las mujeres tienen la culpa, ellas son las que educan a los niños y le meten el machismo en la cabeza”, “La brecha salarial no existe, todos ganamos lo mismo”, “Los hombres ayudamos en la casa”, “El hombre provee porque tiene más fuerza física, es un asunto de evolución, científicamente comprobado”, “Es que las feministas se victimizan”…ahí corto. Gracias a sus preguntas oriento mi presentación.
“Los hombres también sufrimos violencia”
Nadie dice que no, casos hay, pero las estadísticas no mienten, mayoritariamente a nivel mundial las violentadas de múltiples formas somos las mujeres. Por otro lado, la violencia que sufren los hombres no acontece a causa de que sean hombres, como sí ocurre con las mujeres. Y por cierto, la violencia contra ellos viene con mayor frecuencia de otros hombres.
“Las mujeres tienen la culpa, ellas son las que educan a los niños y le meten el machismo en la cabeza”
No hay manera de educar a nadie sin el sello patriarcal en el cual somos educados. Todos y todas somos hijos del patriarcado, no se nos puede culpar por ello. De aquí que los programas de sensibilización e identificación de sesgos de género desde la temprana infancia son cada vez más necesarios, para derribarlos y empezar a formar a las nuevas generaciones libres de atavismos machistas. Esta frase además, encubre el estereotipo de que son las madres las responsables de criar, sin que aparezcan los padres por todo eso. Los papás, incluso los ausentes, también enseñan machismo.
“La brecha salarial no existe, todos ganamos lo mismo”
Las mujeres están en posiciones donde se devengan los peores salarios, por la maternidad quedan fuera de posibilidades de promoción, el trabajo doméstico no se le considera trabajo y por lo tanto no se remunera, los hombres disponen de más tiempo para dedicar a trabajos bien compensados y devengar bonos y comisiones u ocupar puestos directivos. Por todas estas causas, la brecha salarial mundial promedio es del 25%. Por cada dólar pagado a un hombre, la mujer devenga 75 centavos. Si es migrante o negra o indígena le va peor.
“Los hombres ayudamos en la casa”
Ciertamente ahora los hombres, sobre todo los más educados, están más sensibilizados para participar en la labor doméstica que las generaciones anteriores, gracias a las campañas feministas. Pero estamos lejos de que esta participación sea plena. Producto de la división sexista del trabajo, se cree que el rol de cuidador y crianza compete a las mujeres y los más avanzados “ayudan”. Pero eso no basta para lograr la igualdad real. Lo que se requiere es corresponsabilidad, que los hombres sepan que cuidar adultos mayores, limpiar la casa y atender muchachos también define su rol masculino.
“El hombre provee porque tiene más fuerza física, es un asunto de evolución, científicamente comprobado”
Quizás eso fue cierto en la época de las cavernas o durante la revolución industrial y antes la sociedad del conocimiento. Lo cierto que es la evidencia científica indica que no hay diferencias en capacidades entre hombres y mujeres y que dividir las tareas por sexo no tiene basamento alguno. La tecnología nos da las herramientas necesarias para equilibrar el desbalance biológico allá donde cargar peso o levantar cosas sea un asunto de masa muscular. Lavar ropa en el río, cargar cubos de agua en la cabeza, arar la tierra, son actividades duras que muchas mujeres realizan hoy. Así que ejemplos de lo contrario existen.
“Es que las feministas se victimizan”
Las feministas denunciamos, alertamos, hacemos visible la discriminación. Ciertamente las mujeres somos víctimas de muchas formas de opresión, pero no nos quedamos en la queja pasiva. Nos activamos para cambiar una sociedad donde las mujeres somos consideradas ciudadanas de segunda. Ojalá logremos conseguir más aliados que dejen de negar el problema o revictimizar a las defensoras de derechos humanos de mujeres con sus injustas apreciaciones dirigidas a descalificar lo que hacemos.
Comparto estos contra argumentos por aquí, porque son las típicas cuestiones que asaltan la mente de quienes escuchan hablar sobre los reclamos que hacemos a los hombres ante los privilegios masculinos otorgados en virtud de su sexo. Si queremos cambiar la forma cómo la gente entiende de qué va este asunto del feminismo, hay que desmitificar los juicios de los cuales se alimenta el machismo, disfrazados de verdades absolutas.
Comment (1)
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Queda además la duda de saber si es una situación que mejora o empeora (el perfil de los jóvenes que lideran lo que queda de las élites intelectuales en países golpeados por la depresión y la emigración, como Venezuela).
Otros lugares comunes:
– «La igualdad no tiene sentido, ningún humano es igual a otros».
R: La igualdad de derechos, oportunidades, reconocimientos y la justicia que compensa cualquier violación a este principio es el reclamo feminista. No queremos que las mujeres sean hombres o los hombres mujeres, pero queremos que las personas sean tratadas como personas más allá de su sexo y su género. Esa aspiración de igualdad, además, supone aspirar a la aplicación de discriminación positiva por razones de equidad. No hay modo que ahora, midiendo con la vara más actualizada los perfiles para el poder y el liderazgo, se construya la igualdad luego de centurias de acceso restingido a hombres y normas hechas a sus patrones y denominadores. La igualdad demanda masificar todo lo posible el acceso de mujeres a los espacios de máximo poder.
– «Las mujeres tienen ya más poder que los hombres».
R: Casi siempre esto es supuesto a partir de los espacios privados y no siempre bien soportado por información contrastable y generalizada. Todavía cientos de millones de niñas y mujeres en el planeta tienen limitados sus derechos en el espacio privado a lo que los varones deciden que ellas puedan decir o hacer, limitaciones que muchas veces no aplican para los hombres dentro del mismo hogar (por ejemplo, con respecto a su autonomía sexual, su derecho a salir sola o a opinar sobre la administración del patrimonio familiar) . También son objeto de mayor acoso y violencia. Lo más grave, además, es que cualquier poder que ejerzan está condicionado muchas veces a un rol de segunda en su participación sobre los espacios de poder público, políticos y empresariales. En ocasiones a este poder en los espacios familiares privados en sociedades como las caribeñas, algunos lo confunden con matriarcado, pero no pasa de ciertas formas de matricentrismo en espacios patriarcales, muchas veces signados por el abandono paterno.
Todas las personas debemos asumir la tarea de evitar estos estereotipos para comprender y accionar de manera más proactiva y solidaria.