El otro día me quedé despierta hasta tarde y buscando qué ver en la tele, di con un episodio de Seinfeld donde Elaine (uno de los personajes principales de la serie) fijaba su postura sobre el aborto, defendiendo que el aborto es un derecho otorgado por la Suprema Corte y que por lo tanto no había nada más que discutir, a tal punto, que evitaba relacionarse con quienes seguían manifestándose en contra. Obviamente al ser una serie de comedia la idea era que se mostrara muy radical al respecto para así poderla colocar en situaciones imposibles y muy divertidas.
Como feminista debo reconocer que me encantó ver a Elaine defender su postura con tanta convicción hasta en las situaciones más absurdas, sin embargo mientras veía la serie, en vez de desconectarme y disfrutarla, no dejaba de pensar en que Seinfeld es una comedia del año 1989 y que en Venezuela treinta y un años después, el tema del aborto ni siquiera ha comenzado a debatirse.
2020 cerró de forma maravillosa para las feministas de Argentina quienes después de tanto luchar, consiguieron que el aborto se hiciera ley, abriendo camino para el resto de países de Latinoamérica que aún tienen normas muy restrictivas al respecto. Sin embargo el panorama en Venezuela no deja mucho espacio para el optimismo, conociendo la tendencia ultra conservadora que cada día parece hacerse más fuerte, la crisis humanitaria compleja y el desorden político imperante.
Un gobierno al que últimamente le ha dado por llamarse feminista pero que en más de 20 años no ha hecho nada en pro de los derechos reproductivos de las mujeres y que se ha caracterizado por empeorar las condiciones de vida de las venezolanas con cada una de las decisiones que ha tomado.
Una “oposición” donde las mujeres no son tomadas en cuenta a la hora de decidir cargos importantes por “no ser el momento político”, momento que al parecer se ha prolongado desde antes de la independencia y que nos hace suponer que para hablar de los derechos sexuales y reproductivos tendremos que seguir esperando y muriendo en la clandestinidad antes de que llegue un nuevo momento donde sí seamos importantes.
Venezuela se ha convertido en un país tan absurdo que supera a las comedias, tenemos dos asambleas cuya función principal al parecer es pelearse entre ellas. Mientras tanto las activistas por los derechos sexuales y reproductivos son perseguidas, encarceladas y difamadas.
Y en medio de toda esta tragicomedia que parece nunca acabar, estamos las feministas, haciendo campañas, marchando, dando charlas, creando grupos, educando y uniéndonos por encima de las tendencias religiosas y partidistas de cada una. Y aunque cada día somos más y nos hacemos más fuertes, ser feminista Venezuela se siente como estar remando en medio de una tormenta y con un agujero en el fondo del bote.
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Imagen EFE Venezuela