– Vengan niñas a conocer a su hermanita.
– ¡Que fea! ¡Es morada!, exclamaron al verla.
Esas fueron las primeras palabras que oyó al nacer. Hizo su arribo al mundo con mal pie, esperaban un varón. Después de dos partos de niñas lo lógico era que llegara el hijo deseado, pero nació ella; no importó que ya se le hubiera adjudicado un nombre, se llamaría Ramón en honor a San Ramón nonato patrono de las parturientas, así que fue cambiado para Ramona.
De pequeña intentó hacerse notar para llamar la atención, pero solo lograba ser castigada
Recién cumplido los 6 años su madre decidió inscribirla en la escuela. No existía el pre escolar e ingresó al 1er grado, donde solo se permitía de 7 años pero como no se pedía partida de nacimiento no hubo problema, además como Isabel García Perez.
Eso le trajo inconvenientes pues estaba en desventaja con sus compañeras, la maestra le exigía como si tuviera 7 años y arrastró siempre esa deficiencia en los estudios, era una niña normal, solo que mal ubicada. Cuando llegó al bachillerato las matemáticas se le hicieron imposibles, no quiso estudiar más; no hubo ningún problema porque a las niñas se les educaba en lo básico, porque ya mayores se casarían y tendrían quien las mantuviera.
Pasado unos años Isabel quiso prepararse para trabajar. En esa época había academias donde se dictaban cursos de formación laboral, se inscribió en informática, lo aprobó y se dispuso a buscar trabajo, pero aún no había sido cedulada.
Fue a Identificación con su partida de nacimiento, quedó registrada como Ramona Isabel García Perez.
Encontró trabajo y le iba bien, quiso reanudar sus estudios para poder avanzar en sus labores.
Sus boletas escolares se habían extraviado. Se dirigió al Ministerio de Educación para que le dieran un certificado, resultó imposible pues Ramona Isabel no figuraba. Ella había cursado sus estudios como Isabel.
La asistente le aconsejó que repitiera sus estudios desde el 6° grado en una escuela para educación de adultos, pero estas solo funcionaban de noche y dada la inseguridad del país era temerario intentarlo.
Se resignó a su trabajo. Pronto se enamoró y se casó, y si pues «ya tenía quien la mantuviera».
Ahora era Isabel de Hernández, desde ese momento fue: la señora de… la mamá de… cada vez era más invisible.
Tenía tres personalidades, desde pequeña sus hermanos la llamaban Lily, ella para la vida social se presentaba como Isabel porque así como su madre había sentido vergüenza de poner el Ramona al inscribirla en el colegio ella también lo ignoraba.
Ramona era invisible.
Se dedicó por entero a su hogar y cuando sus hijos crecieron y se marcharon decidió dedicar un tiempo para ella y con sorpresa descubrió habilidades que estaban ocultas, poco a poco fue tomando confianza en si misma y se sintió feliz y orgullosa de llamarse Ramona Isabel.