Mi empleo de una semana en Bogotá

Mi empleo de una semana en Bogotá
diciembre 5, 2020 Yelkarín Romero
feminismo

Cuando llegué a Bogotá tuve una propuesta laboral por parte de una universidad colombiana ubicada en el corazón de la ciudad. Al presentarme en la universidad para la entrevista había una cola de chicas muy simpáticas todas y con la particularidad de que todas eran de nacionalidad venezolana.

El proceso de selección era para cubrir la vacante de “Asistente al Rector”.

Pasada una hora llegó mi momento a la entrevista, pasé amablemente y de forma muy respetuosa a la oficina imponente de arquitectura medieval y de ornamentación neoclásica.

Posterior a las preguntas técnicas de cualquier entrevista laboral el Rector empezó a hacer preguntas personales un poco incómodas que me hicieron encender mi barómetro de identificador de acosadores.

Finalmente cuando las preguntas hasta cierto punto redundantes por parte del Rector culminaron me dijo, “quedaste seleccionada para el cargo, empiezas mañana”.

En medio de mi alegría de tener un empleo en la ciudad que apenas me recibía olvidé los signos iniciales de acoso. Me fui a mi casa inmensamente feliz, llamé a mi mamá que reside en otra ciudad y le conté la buena noticia, luego me dispuse a organizar todo para el siguiente día, prometía ser un largo día de aprendizaje.

Al siguiente día inicié mis responsabilidades puntualmente, debía entre otras cosas gestionar el proceso de inscripción de los estudiantes regulares y los nuevos ingresos, filtrar comunicados, informes y solicitudes que el rector recibía, estar presente en diversas reuniones para tomar nota y darle seguimiento a acuerdos establecidos.

Mi experiencia en las áreas administrativas me había dejado muy bien parada en las nuevas funciones ejercidas en la universidad. Mis compañeras de oficina eran venezolanas y todo marchaba aparentemente bien.

La tarde del día viernes de esa semana, me encontraba sentada en mi respectivo puesto de trabajo atendiendo unas solicitudes de unos estudiantes que deseaban información de las nuevas inscripciones y el Rector se dirige hacia mi y me pide presentarme en su oficina a lo cual accedí. Empezó a preguntarme sobre la semana que había tenido de trabajo y a hacer un resumen de todo lo sucedido laboralmente; posterior a ello me empieza a realizar preguntas “sobre mis planes de fin de semana” –momento incómodo para mi- para concluir con una invitación no muy “decente”.

Y aquí me detengo para describir ese momento en el que se te vienen miles de pensamientos a la cabeza, en el que literalmente el miedo, los nervios te asaltan, en un lugar y espacio que no es el tuyo, y al que además tratas de respetar y cumplir. Los nervios se apoderaron unos segundos de mí, para responder a la invitación del jefe que consistía en “Ir a su casa a tomar unos tragos”.

Por unos segundos la oficina quedó en silencio y prosiguió diciéndome que no iba a ir sola, que iban a ir otras compañeras de la oficina y que si por cuestiones personales me negaba a la invitación entonces no iba a hacer posible firmar un contrato laboral.

Fue mi último día de trabajo, lo demás es historia.

***


Una terrible realidad es que conductas encaminadas a infundir miedo, angustia, desmotivación que cause perjuicio o induzca a la renuncia del trabajador es considerado acoso laboral.

Sin embargo este flagelo parece afectar más a las mujeres que a los hombres, conductas que se pueden presentar de un jefe hacia un subalterno, de un empleado hacia su superior o entre compañeros tipificados como comportamientos relacionados con maltrato, persecución, discriminación, entorpecimiento, inequidad, desprotección y dentro de estas se incluye también el acoso sexual.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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