La lucha por los derechos de las mujeres es una causa que puede defenderse desde múltiples frentes, uno de ellos es el arte, incluso aquel que tiene como materia prima el acero inoxidable y el hierro. Ejemplo de ello es Olga Corrales, escultora y activista social feminista de Bahía Blanca, Buenos Aires.
Además de trabajar con metal, Corrales da talleres de arteterapia para niños, niñas y adolescentes víctimas de abusos sexuales y promueve el empoderamiento femenino enseñando herrería a mujeres de zonas periféricas. Su arte y labor social ha sido reconocido por diversas instituciones argentinas, entre ellas la Cámara de Diputados de la Nación en 2020.
El camino feminista de Corrales inició en la Escuela de Arte de Bahía Blanca gracias a una profesora de Historia del Arte a quien nombra como su gran referente.
“No existía enseñanza sobre arte feminista, mujeres artistas, ni el arte activista, sin embargo, ella era un mar de conocimientos sobre el poder del arte para transformar. Un 25 de noviembre de 2009 realicé mi primera intervención callejera invitando a las personas que pasaban por la plaza a pintar mariposas en dos enormes cuadros, de esa manera se llevaban una mariposa de alambre con un folleto que tenía información sobre las violencias machistas. El siguiente 8 de marzo expuse una mariposa de alambre que contenía los derechos de las mujeres para leerlos”, cuenta.
Indestructible
Viviendo en la que llaman “ciudad del viento” la artista necesitaba estar segura de que sus creaciones no corrieran riesgo. “Llegué al metal después de explorar infinidad de materiales para esculpir, incluso sin saber soldar. Años después me sigue asombrando la maravillosa transformación del hierro al calor. Me gusta jugar con esa dualidad pues desde lejos las esculturas parecen hechas en papel, supuestamente frágil, pero son duras y permanentes, hechas de hierro”, explica.
Algunos de los elementos que más están presentes en las obras de Olga son mariposas moradas porque hacen alusión al color que se impone en las manifestaciones, a la metamorfosis y por ser sus primeras obras.
“Hice catarsis con la mariposa que mencioné antes, en cinco días la terminé. Hoy en día esa pieza concientizadora e itinerante está el Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur porque la doné. Es una obra que nunca me perteneció, no podía venderla. Es de la gente y pensé que el mejor lugar era justamente donde se estudian carreras humanísticas”, dice.
Aprendizaje mutuo
Después de tocar muchas puertas logró comenzar los talleres de arteterapia en los cuales trabaja de manera interdisciplinaria junto a una psicóloga, una asistente social y una arte terapeuta, todas especializadas en abuso juvenil. Destaca que su importancia radica en que es un medio para que se puedan exteriorizar emociones, sentimientos y trabajar en la resiliencia de cada pequeño.
“Aún nos falta un largo camino, hay falta de información sobre la violencia de género y su naturalización en este sistema patriarcal y machista”, sostiene. A su juicio, compartir con mujeres de barrios carenciados y con derechos vulnerados es un aprendizaje constante pues las califica como personas “con una fuerza admirable”. La activista, además de enseñarles a trabajar con diversos materiales, les habla sobre las micro y macro violencias y cómo denunciarlas.
Resistir y seguir…
Argentina es uno de los países que más suele ser reseñado en las noticias por la lucha de sus colectivos feministas, algo de lo que Corrales se siente orgullosa y esperanzada. “Tengo mucha admiración por las nuevas generaciones de mujeres tan jóvenes y con tanto empoderamiento, también de aquellas que ya no nos acompañan. Es increíble que existan distintos tipos de feminismo, que haya una diversidad tan grande permite crecer, aprender, escuchar y ser escuchadas. Agradezco a las grandes mujeres que nos precedieron con todos los derechos que lograron para nosotras y la motivación a continuar el camino que nos dejaron. La naturalización de la violencia es espeluznante, por eso no doy nada por sentado”, finaliza.
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Fotografías: Cortesía Olga Corrales