Emocionante la entrevista que le hizo Régulo Pachano, mi amigo desde los días que dirigía con brillo el Centro de Arte de Maracaibo Lía Bermúdez, a la joven y talentosísima Glass Marcano, yaracuyana, directora de orquesta quien, con su carisma y gracia, a sus 24 años ha conquistado el mundo musical europeo en tiempo récord.
La chica de verdad se las trae. Con la chispa y velocidad en el habla seguramente heredada de su madre oriental, nos cuenta con el tono de una novela de suspenso, las maromas que tuvo que hacer para salir de San Felipe a París, logrando llegar en la raya a un concurso que le permitió obtener el reconocimiento de la orquesta y que la ha catapultado a vivir la experiencia más importante de su vida.
Ella es una de las miles de niñas que han pasado por el sistema de orquesta juvenil de Venezuela, adonde la inscribió su mamá a los 6 años “para que se tranquilizara porque era muy peleona”. La pusieron a estudiar violín, cosa que hizo con mucha disciplina, pero su sueño era dirigir.
Y a Caracas fue a dar para estudiar en el Conservatorio Simón Bolívar paralelo a una carrera universitaria (condición que le puso su mamá para dejarla ir), hasta que se le dio la oportunidad de este concurso, al cual llegó en medio de la pandemia en un vuelo humanitario, con dinero recolectado entre amistades y donantes, con el corazón en la boca porque tenían la gasolina limitada para llegar a Maiquetía y el susto de ser su primera salida del país, pero con un entusiasmo apasionado que todavía días después, se le sale por los ojos.
Empoderada
En la historia de Glass confluyen una serie de factores que son claves para que un talento como el de ella finalmente encuentre el nicho del éxito. Uno, es la familia. Sus padres la alentaron, impulsaron y apoyaron para buscar el dinero que hacía falta para llegar al concurso, pero también para que se mudara a Caracas a estudiar y hacer realidad su sueño. Especialmente su mamá le dio un papelito con la instrucción de leerlo en cuanto estuviera en el avión: “pase lo que pase ya tú eres ganadora, disfruta el momento y la oportunidad”. ¡Qué buen mensaje para construir confianza y fortalecer autoestima!
Dos, Glass usó todas sus destrezas sociales para movilizar a sus relacionados para pedir ayuda: “yo soy muy fresca, yo hablo con todo el mundo” dice ella sonriente con una voz suave y al mismo tiempo pícara. Desde la Embajada francesa que se involucró en la aventura, hasta sus maestros, empresas y varias organizaciones, cerraron filas en torno a la meta de poner a la chica en Europa. El respaldo institucional es crucial para que las metas de las niñas se alcancen.
Tres, ella pudo aplicar a la primera edición de un concurso exclusivamente para mujeres directoras de orquestas “La Maestra”. Y esto es justamente de lo que hablamos las feministas cuando defendemos espacios para que las mujeres tengan más opciones de ser vistas, consideradas y alentadas a mostrar sus habilidades.
Este concurso se creó porque solo el 4% de los conciertos en Europa son dirigidos por mujeres, a pesar de que hay cada vez más mujeres que estudian dirección con suficientes méritos para ser convocadas a dirigir. La misma brecha, los mismos techos de cristal que observamos en todos los ámbitos laborales, a excepción de los “feminizados” asociados a los cuidados y servicios.
Sus organizadores dicen que se trata de “un certamen que busca reservar un espacio a las mujeres para darles la visibilidad que no tienen en las instituciones culturales, animar la vocación de jóvenes estudiantes e incentivar a los programadores a tener en cuenta la diversidad de la sociedad”. Solo 12 mujeres fueron escogidas de entre 220 candidatas de todo el mundo, pero es un buen inicio porque ahora las acompañan en su proceso formativo.
Y cuatro, la solidaridad que consiguió de sus propias compañeras competidoras, que la ayudaron con palabras claves y tips para salir airosa del concurso, sin envidias, sin egoísmos, sin celos. Ella toda hambrienta y soñolienta por el largo viaje, encontró en otras mujeres un apoyo de oro que le permitió sentirse cómoda en la prueba. La sororidad entre mujeres es un hecho más que comprobado como vemos una y otra vez.
Pienso con dolor en tantas niñas que deben estar en nuestros pueblos, con muchísimo talento, pero sin todo lo que Glass tuvo a mano, sumergidas en una realidad país que la aleja de las posibilidades mínimas que debieran tener para brillar. Una en un millón.
Una historia inspiradora
Me gusta el cuento de Glass porque me gustan los finales felices. Pero además porque nos permite tener a mano el cóctel del verdadero empoderamiento femenino: un deseo claro, sostén familiar e institucional, oportunidades de educación, apoyo desinteresado de otras mujeres e incentivos para demostrar méritos y capacidades. Con las ganas solas no se llega, hay que construirles soporte a los sueños.
Y me gusta también, porque por esas cosas del destino, nuestra novel directora, tiene el nombre de una de las famosas metáforas feministas que explican las barreras que impiden a muchas mujeres avanzar en sus carreras de vida: el techo de cristal (glass ceiling). Sin duda ella es símbolo de lo que puede hacerse para ir por encima de todos los obstáculos y conseguir tocar el cielo. Su historia debe ser conocida por niñas y adolescentes y sus familias, para emularla y avanzar. Gracias a Régulo por hacerla visible, como excelente gestor cultural.
Nos inspiras a todas Glass, lograste romper techos, eres poderosa y te vamos a apoyar.
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Fotos tomadas de la cuenta instagram @glassmarcano
Comment (1)
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Excelente post, muy inspirador para todos! Saludos