Luchar por la libertad y el goce pleno de nuestra sexualidad, así como por la defensa de nuestros derechos reproductivos, es una de las misiones feministas más importantes de todos los tiempos, pues siempre hemos estado limitadas y además juzgadas por el uso y disfrute de nuestro propio cuerpo, a diferencia de lo que es aupado en los hombres.
Una de esas restricciones tiene que ver con el ejercicio sexual de una mujer pasados los 40 o 50 años, ni hablar de los 60 cuando, así no tengamos hijos o nietos, automáticamente pasamos a ser las «abuelas». Paradójicamente, se ha encontrado que, a mayor edad, las mujeres experimentan un mejor conocimiento de su cuerpo, saben lo que quieren, cómo pedirlo y disfrutan a plenitud. Pareciera que por ello en las mujeres de la tercera edad emparejarse con hombres más jóvenes se vuelve una especie de acto ofensivo.
Los especialistas indican que este tipo de tabú existe porque lo alimentan juicios, creencias y concepciones erradas que se han consolidado como normas sociales, tales como el coito-centrismo, la vinculación de la menopausia con el fin del deseo sexual, la asexualidad a partir de cierta edad asumido como cosa normal y la falta de información científica en general.
Edadismo
Edadismo es una forma de discriminación. Hace referencia a todos los comportamientos inadecuados y prejuiciosos hacia las personas vinculados a su edad avanzada. En el terreno sexual, afecta principalmente a las mujeres.
«Hay que retar al edadismo que sitúa solo al cuerpo joven como el único deseable», afirma la escritora española Anna Freixas en su libro «Sin reglas: erótica y libertad femenina en la madurez.» Estas 216 páginas son el resultado de una investigación donde entrevistó a más de 700 mujeres cuyas edades oscilan desde los 50 años hasta pasados los 80. Freixas pide «construir una estética cultural de mujeres viejas y bellas y recordar que el deseo de sentirse atractivo y gustar no se apaga. Los hombres, obviamente, envejecen exactamente igual, pero en cambio la mirada social no es tan aniquiladora”.
Común es la frase “las mujeres envejecen, los hombres maduran”, como evidencia de que todo está montado sobre la idea de que el sexo es coto privado masculino, al punto de que nos acostumbramos a ver hombres mayores con jovencitas sin que nadie se alarme por ello, entendiendo que la función de las mujeres es proveer placer, más que recibirlo.
Culto a la juventud
La sociedad actual está tan obsesionada con la apariencia y la belleza, que la gente mayor se vuelve invisible. El culto a la juventud ciertamente afecta cómo se piensa sobre el sexo a partir de cierta edad pues es obvio que los cuerpos cambian y en muchos casos el envejecimiento va aparejado a problemas de salud que van desde artritis, problemas del corazón, hipertensión, menor elasticidad, alteraciones hormonales y sequedad vaginal, entre otras dolencias que complican el ejercicio de una sexualidad activa.
Sin embargo, con campañas informativas sobre los beneficios cognitivos y físicos que produce tener relaciones sexuales post menopausia satisfactorias y con un enfoque que prime la calidad de los encuentros, en lugar de la cantidad, se puede lograr que éstos sean igual o más placenteros que cuando se es joven.
Además, es necesario recordar que la intimidad va mucho más allá de la penetración: besos, caricias, abrazos y otras demostraciones de afecto también benefician la salud emocional de las mujeres mayores pues, en ciertos casos, las limitaciones no son físicas sino psicológicas debido a la presión y expectativas irreales que fija la sociedad.
Libérate.
A las que ya están por los 50 o 60 años, les recomiendo cambiar la dinámica y conectarse con el deseo sexual. Tenemos que hablar de esto sin sentimiento de culpa, porque se trata del derecho a la elección por una sexualidad plena. Nuestro cuerpo cambia, pero eso no quiere decir que haya una edad en la que debamos renunciar a la sensualidad y el disfrute del placer.
Aprovechando nuestra experiencia y seguridad, sin temor a embarazos no deseados, sin pretender complacer o mostrar un cuerpo irreal que vende la publicidad, podemos replantear la visión que la sociedad en su conjunto tiene sobre el ejercicio sexual y liberarlo de las ataduras patriarcales que permite el sexo a las mujeres exclusivamente para la función reproductiva.