Hacia 1973 mi mamá me mostró la tira cómica de Mafalda que publicaba el periódico “El Nacional” y enseguida me enamoré de ella y todos los personajes involucrados. Luego me regaló los cuadernitos apaisados que iban del 1 al 10 con todas las tiras publicadas, que fui coleccionando hasta tener la edición “Todo Mafalda”, algo así como el gran libro soñado y tantas veces revisitado. De ahí, comencé a buscar todos los libros de caricaturas de Joaquín Salvador Lavado (Quino), su creador, para armar una biblioteca que me permitió interiorizar mucho de mi pensamiento feminista actual.
Me aprendí parlamentos, respuestas, frases de Susanita, Libertad, Felipito, Miguelito, Manolito, Mafalda, Guille y sus padres. Todavía recito de memoria episodios magistralmente mostrados por Quino y los uso en los cursos que doy sobre liderazgo o comunicación o gobierno o feminismo, maravillada por la vigencia de sus planteamientos casi 50 años después.
La defensa por los valores de libertad y la aceptación mundial que estas publicaciones consiguieron, hicieron que Mafalda y sus amigos fueran elegidos para representar a Unicef en la Declaración de los Derechos de la Infancia y son citados frecuentemente por movimientos a favor de la educación, el pacifismo y la defensa de derechos básicos ciudadanos. Mafalda ha sido traducida a 26 idiomas y ya es, sin duda alguna, un símbolo universal de la paz y la igualdad.
Niña empoderada
Contestataria, inteligente, incómoda, revoltosa, lo que más distinguió a Mafalda a lo largo de sus diez años de vida fue la crítica dura a los discursos de poder, a los gobiernos populistas y de corte militar, el rechazo a la guerra, los recurrentes llamados a la paz, su preocupación por el bienestar del planeta, la lucha contra la pobreza, el cuestionamiento del mercantilismo como modelo de vida, el empleo esclavizante, las preocupaciones de la clase media en países subdesarrollados y la importancia a la educación con sentido.
En toda esa agenda de temas críticos que aborda Mafalda, las luchas feministas tienen un foco importante. Ella desafió el machismo tradicional cuestionando con escepticismo los estereotipos y roles de género, la maternidad, la invisibilización del trabajo doméstico de las amas de casa, la figura masculinizada del jefe de familia y el conservadurismo excluyente.
Quino la definió como “una niña que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y quiénes los malos en este mundo». Ella se veía a sí misma como negociadora de la paz, presidenta, cabildera en la ONU, una mujer culta que decidía cosas importantes para la historia y la paz mundial. Para mí se convirtió en un modelo de lo que las niñas pueden soñar más allá del ideal de ser madres como fin de vida al que el patriarcado nos destina.
Gracias a ella interioricé otros posibles futuros de desempeño en el ámbito público, aspirando a más, deseando agregar valor al mundo elevando mi voz con firmeza y seguridad, como ella. Leyéndola ahora, ya adulta, entiendo la consigna feminista de que “lo personal es político”, porque hizo de sus observaciones y reflexiones al acontecer cotidiano y de sus preguntas incómodas a maestras y a su propio padre, verdaderos manifiestos ácidos que movieron conciencias y generaron adhesiones a una forma distinta de entender las relaciones de género y de poder.
Quino feminista
Quino defendió en todas sus viñetas el cuidado del medio ambiente, la justicia y la honradez política, muy especialmente los valores de igualdad y lucha de clases, las opresiones de los partidos, la iglesia y los medios de comunicación, y lo hizo a través del género del humor con postura sumamente crítica. Pero sobre todo su defensa en torno a las reivindicaciones feministas es bien conocida.
En 2018, con motivo del movimiento argentino por la despenalización del aborto, declaró a los medios “Siempre he acompañado las causas de derechos humanos en general y la de los derechos humanos de las mujeres en particular, a quienes les deseo suerte en sus reivindicaciones”. Fue un genuino defensor de la libertad y la conciencia del rol de las mujeres en una verdadera democracia, que con genialidad inusual mostró las costuras de un sistema que las discrimina y consiguió transmitir lo absurdo de tal desbalance.
Decidió crear a una niña sensata, inteligente y empoderada como protagonista de un ideal de vida diferente, que no deja de protestar por lo que de verdad importa. Elegir una vocera mujer para transmitir tan importantes mensajes, es en sí mismo voluntad de transformación pocas veces visto para aquella época y para esta. Mafalda se convirtió así, en símbolo de conciencia feminista y crítica a la estructura patriarcal de la sociedad. Las banderas que ella levantó con su visión crítica de la realidad social y política del mundo siguen vigentes al día de hoy, pero con un nivel de conciencia mucho mayor que en los años en que ella lo señaló de manera irreverente y contestataria.
Aunque se silenció en 1964, Mafalda cumplió 56 años el 29 de septiembre pasado y al día siguiente, a sus 88 años murió Quino. Pero el mensaje de ambos es universal y perdurará mientras las raíces de la opresión, el racismo, la xenofobia, la aporofobia, el machismo y otras intolerancias a lo diferente, sigan siendo parte de nuestra cultura.
Qué bueno releerlos y tenerlos a ambos inmortalizados en sus obras literarias.