Durante la pandemia todo el debate público migró a la virtualidad. Un sinfín de invitaciones virtuales nos bombardean diariamente; encuentros académicos, políticos, económicos, entre otros. El tema que usted elija seguramente ha sido abordado en algún foro web. Ahora bien, hagamos un ejercicio de memoria: en el flyer invitando al evento, seguramente usted recuerde a cuatro o cinco hombres, reconocidos -o no- en sus áreas; académicos, políticos, analistas, economistas, abogados, científicos. Desde los conservadores, pasando por los liberales y progresistas, hasta los más radicales del espectro político. Todos hombres. Multiplique esto por el número que quiera, la escena se repite una y otra vez.
Esto es lo que en feminismo se conoce como los “manels” de la expresión anglosajona “male panel”, es decir paneles de expertos compuestos únicamente por hombres -y si hay una mujer, generalmente le corresponde la responsabilidad de moderar el encuentro, no más.
Los organizadores de estos eventos justifican las decisiones de no incorporar mujeres con frases clichés, afirmaciones vacías de contenido y realidad como: “por qué incluir mujeres solo por ser mujeres” o peor aún, “hay temas que nada tienen que ver con el género”, cuando lo cierto es que el debate público, las decisiones políticas y las estrategias que de ellas se derivan, tienen un impacto diferenciado en la vida de hombres y mujeres. No es una opinión, así lo han analizado todas las teorías de desarrollo y transformación social que vienen estudiándose en la academia desde los años 80 con las reformas estructurales de los Estados.
¿Por qué no son contactadas mujeres expertas para estos debates públicos? La razón más evidente, aunque no se ejerza de forma consciente en algunos casos, es que en muchos espacios las mujeres expertas no se consideran como pares. Existen, son mujeres que manejan temas de forma brillante, pero un velo de invisibilidad las cubre. Es lo que Macarena Sáez Torres, directora del Centro de Derechos Humanos del American University College of Law, llama “la invisibilización de la intelectualidad femenina”.
Los manels o excluir a las mujeres de discusiones públicas, esconde en sí mismo un problema mucho mayor que es la falta de representación femenina, es decir, de la mitad de la población del mundo. No solo se parte de la premisa de que no hay mujeres expertas en temas específicos – que en algunos casos hasta son mayoría- sino que muchas veces estos debates públicos pretenden hablar de temas que impactan mayormente a las mujeres, como son las crisis económicas y políticas o las emergencias humanitarias, sin siquiera tenerlas en cuenta.
En Venezuela, desde que inició la pandemia, diferentes grupos feministas han llevado el registro de los encuentros públicos contando un poco más de 30 encuentros donde solo hay hombres. En el caso de la Asamblea Nacional, se han realizado más de 13 eventos – entre julio y agosto- sin contar con la presencia de una sola mujer el panel de expertos. Por esto es necesario hacer un ejercicio de reflexión interna, porque lo cierto es que ninguna institución- pública o privada- del Estado venezolano ha tenido un compromiso real y efectivo con los derechos de las mujeres, y la forma más clara de demostrarlo es la exclusión sistemática de las mujeres de los espacios de debate para abordar temas de interés público. De igual manera, se evidencia que hay pocos espacios para las mujeres que sean de representatividad real y de uso efectivo del poder.
En el caso de Venezuela, donde las mujeres son el 53% de la población, es poco probable que ocurra un cambio real en el enfoque y diseño de las estrategias para superar la emergencia humanitaria así como la crisis política si no se las incluye en las discusiones públicas. Por lo tanto, es necesario incorporar a las mujeres en los procesos de discusión y debates políticos como las negociaciones o transiciones y diálogos con intermediarios internacionales y en procesos de discusión pública como paneles y foros.
Analizar estos temas desde la perspectiva femenina nos puede dar luces de soluciones alternativas a un conflicto sin precedentes que pareciera que necesita de visiones y soluciones innovadoras, más allá de las voces que siempre son escuchadas.
Si seguimos invitando e involucrando únicamente a hombres, solo tendremos la mitad de la historia.