El abuso sexual ¿un hecho aislado o una práctica que puede ser cotidiana?

El abuso sexual ¿un hecho aislado o una práctica que puede ser cotidiana?
octubre 30, 2020 Jonathan Raúl Jiménez
feminismo

“Una dice no y es como que no se escuchara, muchas veces me tocó quedarme callada y esperar que todo pase. Después me sentí culpable por no haber hecho suficiente”.

Me quedé con este relato que me confesaba una amiga mientras hablábamos de experiencias en encuentros sexuales y situaciones abusivas. Me remitió a mis prácticas y a las historias que entre varones solía y suelo escuchar. La mayoría de las veces el “sí» explícito y genuino no tiene presencia, tampoco aparece en la escena la comunicación, se asume el deseo de la otra persona como una extensión de nuestro deseo y el consentimiento parece estar implícito. Ni pensar en lo difícil que es decirle no a un varón excitado.

De más joven recuerdo que entre varones contábamos “hazañas” de experiencias sexuales y parecía que los que más éxito tenían eran los más persistentes (los que lograban), además, los más perspicaces para captar “señales” y habilidosos para convencer. No pensamos que esa persistencia puede devenir en abuso porque el que insiste, fuerza la excitación, aprovecha el estado de ebriedad de una persona o tiene relaciones sexuales con una menor de edad, está legitimado y fraguado por la complicidad machista.

Además, pensemos que interpretar señales es un proceso subjetivo y sesgado atravesado por la masculinidad normativa. También, sigue ocurriendo que entre varones se compartan fotos o vídeos íntimos sin el consentimiento de la otra persona, en casos donde incluso se han viralizado causando graves perjuicios, o que todavía se le condene a las compañeras con comentarios misóginos por tener una vida sexual activa, libre, no normativa y subordinada al varón, y que además, nada de esto se interpele y condene entre nosotros.

Violación y cultura machista.

Usualmente, veo que hablar de abuso sexual se delimita a la lascivia con agresión física, se patologiza al agresor (perverso/desviado sexual o parafílico con trastorno del sadismo sexual o antisocial) y se culpa a la víctima o sobreviviente por no haberlo anticipado, por la ropa que usaba, por el horario y el lugar, por estar ahí, por no haberse opuesto, prácticamente por haber sido abusada. Como si el deseo sexual del varón fuese irrefrenable y la mujer culpable de causarlo y no prevenirlo.

Hablar de abuso sexual parece plantearse en un marco de hechos aislados, despersonalizados, muy específicos y que se limitan a aquellos que son tipificados como delito y enfermedad. Sin embargo, estos conceptos se han venido ampliando, matizando y replanteando. Muches especialistas que piensan la sexualidad con perspectiva de género, hoy afirman que el abuso sexual integra una diversidad de prácticas que pueden ser cotidianas y naturalizadas, que no responden nada más a la de un depredador sexual que neutraliza violentamente a una mujer para tener relaciones sexuales no consensuadas, sino también apuntan a que pueden ocurrir en la cotidianidad de encuentros sexuales.

En este sentido, una situación de abuso sexual se puede dar en encuentros donde no hay violencia física pero sí esa idea de que el varón debe convencer, insistir o conquistar a una mujer para tener un encuentro sexual o para realizar una práctica sexual específica. Quiere decir que, los varones podemos coaccionar mediante la insistencia o la manipulación para que la otra persona ceda ante nuestro deseo después de haber manifestado no querer, no estar segura, haber realizado algún gesto displacentero o no haber mostrado ningún tipo de interés sexual. O cuando se ha iniciado un juego previo y se asume que esa situación es una línea recta al acto sexual. Es una lógica para repensar en contextos de relaciones sexuales casuales o de pareja, y en este último punto, es muy común porque se presupuestan que la satisfacción sexual del otro es una responsabilidad de la pareja y a veces hay que ceder. Hallar entonces en el “ceder” la idea errónea de consentimiento que queremos repensar por ser abusiva.

La normalización de ciertos presupuestos que plantean al varón como sujeto activo del acto sexual y a la mujer en un lugar más pasivo. La romantización del no-consentimiento que nos venden en el cine, la televisión y la literatura que muestra a un varón que roba un beso a una mujer que espera ansiosamente por esta hazaña. Además, tomemos en cuenta también que, parte de nuestra formación en sexualidad, por falta de políticas de educación sexual integral, viene por exposición a la pornografía donde se representa a un varón viril, dominante, activo y a una mujer sumisa y pasiva a disposición entera de su deseo, donde el varón no debe preguntar y la mujer no debe afirmar ni dar consentimiento. Está todo asumido y presupuestado.

Se habla también que la mujer que se niega o duda en un contexto de relaciones sexuales es “histérica”, se hace la dura, la difícil, la que no quiere, la “microondas”. Toda esta maquinaria simbólica y cosificante construye formas de encontrarse sexualmente que solo benefician a los varones y desestima la experiencia, el deseo y el placer femenino al punto de no incluir el consentimiento, o sea, de violarlas.

“No es no, no sé es igual a no, sí es igual a sí” Cecilia Ce

Pensemos entonces en que una relación sexual no consensuada es una violación y Mabel Bianco, presidenta de FEIM, dice que “cuando la víctima lo rechaza abiertamente o cuando no puede contestar por estar alcoholizada o drogada, si el otro aprovecha la falta de control, se considera abuso”. Para hablar del consentimiento tomaré las dimensiones y conceptos propuestos por Eleonor Faur, doctora en ciencias sociales y la psicóloga y sexóloga, Cecilia Ce.

– Pensar el consentimiento libre es pensar que la persona de manera voluntaria, consciente y genuina desee y quiera realizar el acto sexual y no acceda bajo insistencia, manipulación, coerción, o para evitar que el otro se ponga de mal humor, se moleste, irrite y además la culpe. Que no sea entonces resultado de reducir costos, porque si dice que no, entonces pasaría por un momento desagradable e incómodo.

– El consentimiento afirmativo es positivo, explícito y concordante entre lo que se manifiesta y desea. A diferencia de suponer, concluir o presupuestar que la otra persona desea realizar lo que yo deseo. En este caso, la falta de consentimiento afirmativo, es dar por sentado que la otra persona quiere lo mismo que yo sin preguntarlo. Inclusive asumiendo que hay consentimiento porque hay una reacción genital. En este caso, para la sexología, la excitación genital no siempre es concordante a la excitación mental o psicológica, de hecho, algunas víctimas de violación sexual violenta han sentido placer y hasta han tenido un orgasmo a pesar de estar experimentando un evento traumático.

– El consentimiento es reversible y específico, quiere decir que es parcial y no se extiende para todas las prácticas que se desean realizar durante un acto sexual. Se puede retirar en el momento en que la persona lo desee sin repercusiones. Pensemos entonces en que es reversible y específico en el sentido en que a la persona pueden gustarle algunas cosas y otras no, o puede también cambiar de opinión, no querer continuar, puede empezar y no querer terminar.

Esto que nos pone en tensión con las formas frecuentes en que nos encontramos sexualmente, no es muy cómodo de hablar, nos hace mucho ruido y a veces termina en una evasión. Para mí, ha sido encontrarme con historias de mi adolescencia donde, por ejemplo, dos compañeros abusaron de otra compañera aprovechando que estaba en estado de ebriedad. Cuando ella acudió a mí buscando apoyo, no lo hice para no “meterme en problemas”. O hasta hace muy poco recibía alguna foto íntima de alguien que no dio su consentimiento para compartirla y me quedaba callado. He escuchado como le han dicho a una mujer “puta» y también me he quedado callado. Creí también que ante la duda debía insistir, que tenía que hacer lo que quisiera sin preguntar y que además tenía que ser persuasivo porque así es un hombre. Por eso, lejos de hablar desde un pedestal, lo cuestiono en cuanto a mis prácticas posiblemente abusivas, al conflicto que implica la interpelación y la complicidad con la que permito que sucedan en mi entorno.

La Lic. Cecilia Ce, comenta lo común que son las prácticas no consensuadas en contextos heterosexuales y perpetuadas por varones como la penetración anal sin preguntar y sin consentimiento explícito o quitarse el preservativo sin informar durante el coito, entre otras que parecen pasar por debajo de la mesa. Plantea además tomar en cuenta el lenguaje corporal como la rigidez, la manifestación de una sensación displacentera, cuando hay silencio o dudas (aunque lo ideal es que sea explícito, pero como ya dijimos decir “no” no es tan fácil) que puedan estar indicando el no-consentimiento. En ese sentido, Faur afirma que lo que se proponen son “nuevas normas en el terreno de la sexualidad donde la insistencia es acoso y el estado de ‘semiinconsciencia’ no puede ser utilizado para el placer ajeno”.

La idea de pensar los encuentros sexuales donde el consentimiento sea nodal y en las dimensiones referidas nos convoca también a plantearnos nuevas formas de encuentros: más seguros, consensuados y respetuosos. Podemos dar pasos significativos en ese camino interpelándonos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Cuestionando si nuestras prácticas involucran el consentimiento y proponiendo formas alternativas de encuentros sexuales donde el consentimiento sea libre, afirmativo, reversible y específico.

REFERENCIAS

https://www.xatakaciencia.com/psicologia/pueden-existir-orgasmos-involuntarios-durante-violacion-importante-consignarlo

http://revistaanfibia.com/cronica/del-escrache-la-pedagogia-del-deseo/

Cecilia Ce y el consentimiento en el programa Últimos Cartuchos:

 

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