El lenguaje inclusivo es un tema que genera mucha controversia, incluso dentro del movimiento feminista hay quienes lo rechazan y no es de extrañar, ya que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) lo ha desestimado en distintas oportunidades alegando que “el masculino gramatical funciona en nuestra lengua, como término inclusivo para aludir a colectivos mixtos, o en contextos genéricos o inespecíficos” y que esta norma no tiene “intención discriminatoria alguna”.
Sin embargo, quienes defienden el lenguaje inclusivo sostienen que existe algo llamado “Relatividad lingüística” que consiste en que el lenguaje puede reflejar y preservar las estructuras sociales e influenciar el modo en que se percibe la realidad. En pocas palabras “Lo que no se nombra no existe”. Por lo tanto el masculino genérico, en realidad es un “falso genérico” que no representa a hombres y mujeres por igual sino que invisibiliza a las mujeres en el imaginario.
No voy a negar que el tema del lenguaje inclusivo quizás sea el que más me ha costado asumir desde mi perspectiva feminista, sobre todo porque como pseudo escritora que soy, olvidarme de las reglas gramaticales y ortográficas aprendidas es algo que origina fuertes tormentas eléctricas en mi cabeza, pero entiendo que si hay algo apasionante en el lenguaje es precisamente que no es algo estático. Al contrario, es un elemento vivo que va cambiando y se va adaptando de acuerdo a las necesidades históricas de la sociedad y hemos llegado a un punto donde las mujeres ya no queremos seguir siendo “el sujeto anónimo” de la historia, queremos vernos reflejadas en todos los ámbitos de la sociedad y para ello, el lenguaje quizás sea uno de los más importantes.
El lenguaje es el reflejo de la sociedad y al ser nuestra sociedad completamente sexista, nuestro lenguaje también lo es y aunque tal vez pedir el uso de la “x” o la “e” resulte excesivo para muchas personas, podemos hacer un esfuerzo para cambiar las tendencias machistas de nuestro lenguaje y adaptarlas a un entorno menos discriminatorio.
Utilicemos expresiones como la niñez en vez de los niños, La humanidad en vez de el hombre, todas las personas en vez de todos nosotros, etc.
Comencemos a usar el femenino de las profesiones: médica, ingeniera, abogada, jueza, etc., Aunque nos suenen extrañas, estas palabras están permitidas por la RAE que en mi opinión, es la segunda institución más misógina que existe en el mundo occidental (después de la iglesia), pero que todavía es considerada como “máxima autoridad” del lenguaje.
Sin embargo la RAE no es quien tiene la última palabra, porque aunque se intente monopolizar el lenguaje, son las sociedades quienes lo controlan y a medida de que estas vayan avanzando y cambiando el lenguaje también lo hará inevitablemente, a pesar de las restricciones. Parafraseando a Darwin: quienes no evolucionan están destinados a extinguirse.