No soy experta en el tema del poder y su importancia para el entramado social humano. Pero supongo que me engañaría si no aceptara que, como adulta, tengo entrenamiento en su identificación y en los comportamientos que facilitan mi propia inserción en espacios de poder, así como en la reflexión e interacción junto a otras personas para gestionar su acceso a dichos espacios.
El poder está lleno de elementos perceptivos, es decir, se desenvuelve en el ámbito de lo que los humanos creemos que otros pueden hacer, más que en la capacidad misma de hacerlo. Desde cualquier espacio de interacción y comunicación se extienden los hilos del poder: los hermanos, la familia, la sala de clases de una escuela, la relación de pareja, la vecindad, los trabajos, las empresas…
Por eso el liderazgo tiene tanta relación con el poder y muchas organizaciones con capacidades efectivas bien consolidadas (de índole económica empresarial, por ejemplo) extienden su ambición al entorno político para ejercer su liderazgo sobre grandes comunidades en ámbitos públicos.
Aparte del liderazgo, si el poder y sus relaciones se dan en un tejido perceptivo, entonces los medios que las personas utilizamos para comunicarnos tienen especial importancia en las relaciones de poder. Desde que las comunidades humanas se fueron haciendo más populosas, densas y complejas y las percepciones sobre lo público no salían solo de asambleas comunitarias, se elaboran mensajes y se desarrollan canales para esta comunicación. Cada acto de comunicación considera una profunda red de percepciones.
Hoy en día nadie niega el poder de los medios de comunicación.
Es cierto que muchas organizaciones sin fines de lucro que, aparentemente, tienen un gran perfil de desempeño ideando y produciendo un bien o servicio de gran valor para los que acceden al mismo, no logran una gran repercusión social en su iniciativa mientras que otras, haciendo quizá menos, logran excelentes posicionamientos. No creo que sea nada que nos resulte extraño. Insistiría en el hecho que un buen plan comunicacional es hoy en día tan importante como la gestión de nuestra producción o de nuestras finanzas.
Para algunos es un asunto de tener en propiedad canales o empresas que administran redes. Para otros es un asunto mucho más concreto y disponen de algún tipo de vocería privilegiada porque 50 personas, 50 mil o cinco millones, se citan sin necesidad de mucha coordinación para recibir sus mensajes. El “influencer” es una función social que ha existido siempre, pero que hoy se agiliza y rentabiliza por la proliferación y globalización de canales.
En este sentido, creo que el poder de los medios es vital para generar las transformaciones que faciliten el acceso a condiciones básicas de poder a millones de mujeres que, por unas razones u otras, viven oprimidas, desprovistas del control de su propio cuerpo, de las oportunidades mínimas para desarrollarse y para buscar su propio espacio de realización en la vida.
Yo creo que todos debemos estar conscientes de estas relaciones ya que el futuro de nuestras organizaciones depende un poco de qué tan inteligentes seamos al plantearnos nuestras interacciones en estos espacios. A veces creemos que necesitamos hacer uso del poder de los medios y queremos ser convocadas y escuchadas, pero casi siempre es un asunto bidireccional. Los medios también suelen estar ávidos de mejores mensajes, porque esa es la base de sustentación de su convocatoria. En este sentido, se trata de un flujo horizontal y vertical que resulta más dinámico que nunca.
En mi opinión, vivimos en sociedad y el poder y sus relaciones son parte de lo que somos. En ocasiones se habla de “los círculos de poder” y supongo que la idea de círculo guarda relación con un agrupamiento cerrado. Los círculos de poder son concéntricos, es decir, mientras más cercanos al centro, más íntimos, menos abiertos.
Por lo tanto, leer con inteligencia estas relaciones, interpretarlas y, en la medida de lo posible, aprovecharlas (considerando limitaciones éticas de acuerdo con el perfil de cada persona y organización) supone un área de desempeño organizacional tan importante como las ventas, la producción, las finanzas o la gestión de personas.
El reto de posicionarnos ante la opinión pública
Yo me siento orgullosa del perfil de relacionamiento público que han logrado muchas organizaciones feministas al día de hoy. Pero sospecho que quizás hemos perdido oportunidades y dejado de acceder a espacios de poder donde hubiésemos podido agregar más valor, por entender el poder como algo inasible, ajeno o externo a nosotras mismas.
Creo en la motivación individual por construir un mundo mejor para todas las personas desde los actos más cotidianos. Ciertamente, en ocasiones las interacciones van acompañadas de competencia muy dura y de conflictos por intereses contrapuestos. Pero confío en el diálogo y en la vocación mayoritaria por sostener interacciones productivas.
Cuando hablo de feminismo estoy consciente de que espero revertir y transformar relaciones de poder, algunas no muy flexibles para el cambio que propongo. Mi lucha y la lucha de muchas que como yo trabajamos por estas transformaciones, no puede resultar ajena a las mismas estructuras y relaciones de poder en las que nos desenvolvemos.
Si tuviera que dar un consejo genérico para otras organizaciones feministas que hacen cosas importantes para otras personas y no logran el posicionamiento que necesitan, canalizaría más esfuerzos en comprender y asimilar el tejido comunicacional y sus propios intereses. Solo ofreciendo lo que otras personas necesitan cabe suponer que te pueden mezclar en sus iniciativas y ofrecer sus plataformas. Es algo que requiere trabajo de hormiguita, construyendo una interacción en redes sociales mucho más asertiva, tomando nota de los perfiles y trabajando con cuidado, responsabilidad y creatividad cada mensaje. Pero posible y necesario de alcanzar.