El otro día en una cuenta de Instagram que sigo se publicó un post que decía “vamos a conocernos y apoyarnos. Cuéntanos quién eres y qué haces”
Como me gustó mucho esa dinámica comencé a leer las respuestas para ver a quien seguir. Todas las respuestas eran muy parecidas, cada quien decía su nombre, su profesión, si tenían algún emprendimiento y todas esas cosas que siempre decimos a la hora de presentarnos que realmente no dicen absolutamente nada de una persona.
Entre todas esas respuestas, hubo una que llamó mi atención. Una mujer que en pocas líneas dijo mucho más sobre quien era, que el resto en sus elaboradas respuestas curriculares.
“No hago nada y no soy nadie importante. Soy ama de casa, me tocó ser mamá y papá de mis hijos desde que mi esposo sufrió una parálisis, al principio hacía de costurera para mantenernos, pero ya mi vista y mi pulso no son los mismos, ahora soy una carga, mis hijos nos mantienen a mi esposo y a mi”
Al leer aquello pensé con incredulidad ¿no hace nada? ¿Cómo es que esta mujer con esa historia de vida tan fuerte llegó a pensar que no hace nada y que es una carga? Me sentí indignada y triste, esta mujer no se consideraba importante porque hizo con su vida lo que se supone se espera que haga toda mujer.
Ser cuidadora, buena madre y esposa abnegada es algo que se da por hecho de acuerdo al rol que toda mujer debe cumplir en esta bizarra sociedad; no es ningún logro, es algo que “debes ser.”
Si quieres destacar y sentir que eres una mujer importante, tienes que hacer todo eso que “no cuenta” y además tener una profesión y un “trabajo de verdad.”
Sé que esto es una realidad con la que las mujeres lidiamos todos los días. Sin embargo me afectó profundamente que esta mujer, quien aun sin conocerla me pareció increíblemente grandiosa, tuviera un concepto tan disminuido de ella misma. Le respondí desde el fondo de mi corazón y de mis tripas, diciéndole lo que me habían afectado sus palabras y lo mucho que hablaba de ella aquellas líneas. Le dije todo lo que pensaba al respecto, lo valiosa, valiente e inspiradora que me resultaba.
Agradecida y emocionada por mi mensaje me respondió diciéndome que hacía mucho que nadie le decía algo tan bonito, que la hice llorar un poco pero que verse a ella misma a través de mis ojos (en este caso de mis palabras) la había hecho sentir orgullosa.
Ser mujer en un mundo hecho a la medida de los hombres, donde se te exige tanto, no es nada fácil, sobre todo cuando existe ese estereotipo de mujer perfecta tan inalcanzable que se nos impone desde que nacemos y que está tan arraigado en nuestras mentes que aun siendo feministas nos bombardea de vez en cuando con inseguridades o culpas.
Por eso es tan importante estar unidas, ser solidarias y tejer redes de apoyo, para recordarnos lo importante y absolutamente maravillosas que somos cada una de nosotras ya que a veces nos exigimos tanto que se nos olvida. ¡No somos perfectas, somos reales y eso nos hace mucho más interesantes!