Desde Gaia, Deméter y Artemisa, pasando por Asase Yaa, Diana, Mielikki, Liluri, María Lionza, Medeina o Abnoba, son varias las culturas que tienen una óptica femenina sobre la naturaleza e incluso, en la cotidianidad, la naturaleza es asociada a elementos (un poco románticos quizás) muy a menudo relacionados con la mujer, como la delicadeza, la belleza, bondad, fertilidad y reproducción.
Pero más allá de esa visión o mito cultural, existe una relación real entre los cambios que suceden en el medio ambiente y las mujeres. Sí, el cambio climático nos afecta a todos, sin embargo, exacerba las diferencias y desigualdades preexistentes entre hombres y mujeres, siendo estas últimas las que reciban con mayor intensidad las consecuencias.
De acuerdo a la Organización de Naciones Unidas, se estima que 1.300 millones de personas alrededor del mundo viven en condiciones de pobreza, de los cuales 70% son mujeres.
Un porcentaje realmente significativo que se evidencia más en las zonas rurales donde se tiene una alta dependencia de los recursos naturales, por lo que, cuando existen episodios de deforestación, contaminación de fuentes fluviales, sequías o algún fenómeno natural de gran impacto, la vida de los ciudadanos se complejiza aún más.
Mientras los hombres usualmente migran en busca de otras oportunidades laborales, la mujer queda económicamente dependiente y a cargo de los cuidados del hogar, siendo responsable de labores de cocina, buscar fuentes de energía y suministro de agua, donde a menudo deben recorrer largas distancias para obtener los suministros necesarios.
Además, es muy común que a muchas de ellas se les dificulte generar ingresos propios por falta de oportunidades laborales, sea por no contar con habilidades o por creencias culturales donde el rol de la mujer es concebido netamente dentro del hogar, por lo que fenómenos como la prostitución y matrimonios forzados hacen su aparición. Esto sin contar con la falta de acceso a la educación e información que repercute no solo en temas de formación sino también en oportunidades de trabajo.
Y aunque las mujeres predominan en la producción mundial de alimentos (entre el 50% y 80% aproximadamente) en comparación a los hombres, tienen menos acceso a recursos como tenencia de tierra (se estima que solo el 10% de los propietarios son mujeres), créditos agrícolas, insumos agrícolas, tecnología y demás elementos que permitirían una adaptación mucho más sencilla y eficiente a las consecuencias del cambio climático.
Adicionalmente, los problemas de salud se agravan, siendo más probable que las mujeres ingieran menor cantidad de alimentos, presentando entonces cuadros de desnutrición bastante complejos, y en el caso de las niñas, presentando retraso en su desarrollo como individuos. Y, por si fuera poco, las mujeres son más susceptibles a enfrentar episodios violentos (violencia doméstica, violaciones y trata de personas) durante períodos de inestabilidad, sea que se queden en sus comunidades o que deban realizar algún tipo de migración forzada a causa de las modificaciones en su entorno.
Sin embargo, Mayesha Alam (experta en clima, derecho de las mujeres y conflictos de la Universidad de Yale) aclara que, a pesar de estas vulnerabilidades, “es realmente importante enfatizar que las mujeres no son simplemente víctimas indefensas cuando se trata del cambio climático…su participación y liderazgo pueden tener efectos transformadores en sus países y comunidades”.
La implementación de políticas públicas mejoradas y con enfoque de género contribuyen a la reducción de la brecha en la equidad de género presente en lo que se refiere al cambio climático, donde no solo se aborden temáticas relacionadas al suministro de energía y agua, seguridad alimentaria, acceso a la educación, gestión de desastres y agricultura, sino que además incluyan acceso a la información, capacitación y uso de nuevas tecnologías.
Las necesidades de las mujeres deben verse reflejadas en la planificación y, especialmente, la participación de la mujer en la toma de decisiones resulta vital, no solo se trata de otorgar recursos, sino de involucrar a la mujer y que esta tome un rol activo en lo que respecta a su futuro y condiciones de vida, desarrollando sus capacidades y eliminando las barreras que le impiden adaptarse a nuevas realidades.
El cambio climático es uno de los grandes desafíos que la humanidad debe enfrentar, donde la acción de cada individuo cuenta para disminuir las brechas sociales y económicas existentes y tratar al medio ambiente de manera respetuosa y consciente. Entendiendo esto, cada vez más son las mujeres que se avocan a enfrentar los efectos del cambio climático.
Cada día más mujeres toman roles activos liderando movimientos de acción climática en todo el mundo, impulsando fuentes de energía limpia y modelos dentro de sus comunidades que priorizan los principios del desarrollo sostenible, demostrando la importancia de lograr una equidad de género efectiva donde la participación de la mujer resulta fundamental para lograr los cambios que la naturaleza demanda.