Cuando conocí a Alexander tendría unos 8 años, era nieto de Martina la señora que me ayudaba los lunes con la limpieza de la casa, lo llevó varias veces, la hija era madre soltera y ella la ayudaba en la crianza de Alexander.
Cuando tenía 14 años empezó el bachillerato y ahí se vio envuelto en un problema de drogas, los compañeros le ofrecían la droga y cuando lo vieron enganchado empezaron a vendérsela y hasta se la fiaban. Así acumuló una deuda de 200.000 bs que en esa época era una cantidad respetable.
Cuando la presión de los colegas se hizo fuerte no le quedó más remedio que contárselo a su mamá; aunque era una familia humilde entre todos reunieron la cantidad para cancelar la deuda y a él lo internaron en un centro de rehabilitación, allí estuvo un tiempo.
Cuando regresó al barrio los malandros quisieron venderle droga y él no quiso, entonces le dieron plazo de 48 horas para que abandonara el barrio porque si no lo matarían.
Él tenía una tía que cuando el deslave del Estado Vargas la habían llevado a un refugio y ahí fue a parar con tan solo 16 años, a un lugar tan inhóspito.
Un día, Martina me contó que ya Alexander tenía tres hijos
-Pero ¡cómo! exclamé, ¡si solo tiene 18 años!
Y ella muy sonriente me dijo
-Es que el muchacho salió bueno, se la pasa preñando muchachas
-¿y son distintas mujeres?
-Sí, son tres carajitas que no se cuidan
-¿cómo que no se cuidan? ¿y él por qué no lo hace? ¿Ustedes no le han dicho que use condones?
Este es el día a día de cualquier barrio en Venezuela. No hay hogar constituido y la figura del padre que es igual de importante, brilla por su ausencia, igual como está haciendo Alexander «preñando carajitas que no se cuidan».
Hasta cuando prevalecerá esa forma de pensar que es la mujer la que se debe cuidar en una relación, lo triste es que somos las mujeres las que inculcamos esas ideas, porque a un hombre se le tolera que esté ocioso y a una mujer se la critica y se la manda a buscar oficio.
Se supone que una mujer debe estar siempre ocupada para que no tenga malas ideas. Llevamos una carga bíblica porque siempre se le ha achacado a Eva que Adán comiera la fruta prohibida y eso lo reforzamos constantemente librando a los hombres de culpa, cuando se les debe exigir tanto como a las mujeres inculcándoles desde niños responsabilidad, disciplina, colaboración hogareña y a vivir en paz.
Nos hace falta educación en todos los sentidos. Si queremos rescatar el país debemos empezar una campaña fuerte de orientación familiar, porque la familia es la base de la sociedad.