El viaje de Copalina

El viaje de Copalina
junio 13, 2020 María Alejandra Gutierrez Sanchez
copa menstrual

Ella era Copalina Margarita, mejor conocida como Copi, una pequeña copa de silicona, color violeta talla M, de esas que las mujeres, sobre todo las de mente abierta, suelen utilizar durante la menstruación como parte de los productos de su cuidado personal.

De la noche a la mañana y junto a sus compañeras de distintas tallas y colores, Copi había llegado a un destino; digamos que se trataba de una plaza temporal. Una de esas tiendas mixtas, que ofrece medicinas y artículos de conveniencia. Y ahí, en medio de antiácidos, champús y chucherías estaba Copi, ambientándose.

Mientras permanecía en el resguardo de un estante de vidrio reservado en el área de “higiene personal”,  Copi rogaba a sus ancestras para convertirse prontamente en un ser con propósito. Repasaba sus opciones y en un abanico variopinto, su lugar feliz era con alguien sensible, abierta a los cambios.

Así transcurrieron días, semanas y meses. Algunas de sus compañeras ya no estaban en la tienda, pero Copi permanecía en el establecimiento comercial. En oportunidades pasaba las horas conversando con su vecino inmediato, el protector solar, quien se jactaba en informar que el cambio climático era una cruda realidad, y de ahí el interés de las personas por cuidar sus pieles del sol caribeño.

Copi le explicaba a su compañero, una y otra vez, que el cambio climático podía revertirse con un cambio en la mentalidad consumista de la especie humana, y se emocionaba al contarle que ella, aquella copa menstrual talla M representaba un pequeño cambio, pero cambio al fin.  Sabía que en cualquier momento su turno llegaría y aprovechaba entonces cualquier oportunidad para gritarle al mundo, punto por punto, sus deberes y talentos.

Y así, en días de poco movimiento comercial Copalina Margarita recordaba sus jornadas de formación: conceptos relacionados con la familiarización del cuerpo femenino, ejercicios de flexibilidad (muy significativo) y la importancia de retener eficientemente los fluidos menstruales; todas estas ideas le ayudaban a mantener en cuenta cuán útil podría llegar a ser.

Sin embargo, ciertos hechos en la tienda lograban desalentarla aunque de manera transitoria. Porque hay que decirlo, Copi además de estudiosa era optimista y valiente. Confiaba en su poder interior y en el impacto capaz de causar. Creer en sí misma era su mejor argumento. Pero también le tocaba lidiar con sus propias tormentas.

En días no tan buenos observaba cómo sus vecinas de estantes, las súper mediáticas toallas sanitarias lograban venderse como el pan caliente. Aquellas chicas plásticas envueltas en empaques de colores brillantes con textos publicitarios dirigidos a las emociones (de puro embuste) lograban su cometido cada vez que sonaba el pito del escáner en la caja registradora de la tienda, en clara señal de una venta efectiva.

Era evidente que eran las favoritas entre adolescentes, mujeres jóvenes y maduras mientras que la compra de tan solo una sola copa menstrual era motivo de miles de preguntas a la vendedora del área: cómo se limpian?, cuántas veces al día debes cambiarlas? duele al ponerlas? es cómoda? colapsan durante las horas de sueño? Se hace reguero?… y pare usted de contar.

Sin embargo, cada pregunta bien respondida se convertía en una nueva batalla ganada porque Copi sabía que la información libre de mitos y prejuicios puede derribar hasta el mismísimo y antipático muro fronterizo de Tijuana.

Muchas veces su cajita beige fue sacada del estante y pasada de mano en mano. Numerosas chicas leyeron su sencillo instructivo con intriga, duda o genuino interés. Y nuevamente volvía a su claustro con una sensación de frustración pero satisfecha por el deber cumplido: difundir información valiosa para las mujeres.

Copi enfrentaba su razón de ser con militancia, como las mujeres solemos enfrentar cada compromiso asumido. Y ese plus le hacía interesarse en contenidos más grandes que traspasaban su caja, el mostrador de vidrio y  la tienda entera. A Copalina le robaba la tranquilidad la situación de muchas niñas y adolescentes, quienes por no tener a la mano productos de higiene menstrual faltan a clases varios días al mes, durante todo el año escolar.

Analizaba las nefastas consecuencias en la vida de cualquier estudiante: contenidos sin ver, exámenes sin tomar, bajas calificaciones, desinterés, deserción escolar; en resumen un desbarauste total, menos mujeres preparadas en un mundo patas arriba que sigue comandado por los hombres y el machismo.

Pensaba que ese cambio suplicaba un urgente reemplazo de chip, mejor dicho un reseteo del disco duro en cada muchachita a partir de la primera regla, quebrando mitos sobre prohibición de algunas actividades y principalmente dejando clarísimo que la regla no incapacita o avergüenza a ninguna mujer. Copi sonreía y orgullosa se sabía parte de este cambio.

Un día, una mujer joven entró a la tienda. Caminó sin distracción hacia el área de “higiene personal”. Al llegar al mostrador dijo a la vendedora: “necesito una copa menstrual talla M”. Fue en ese momento que Copi sintió que su caja contenedora se tambaleaba, pero como era costumbre -ver y analizar los pro y los contras- evitó alegrarse porque muchas veces fue regresada a la repisa sin pena ni gloria.

Su cajita contendora había sido seleccionada pero esta vez no hubo preguntas ni dudas, solo un silencio que se extendió por varios minutos… y ocurrió lo que Copi estaba esperando desde su llegada a la tienda. Sintió un leve movimiento y escuchó el pito del escáner. Ese pito de la caja registradora que era conocido entre los distintos productos de la tienda como el pito de la despedida, de la compra efectiva, el del inicio de la vida en el mundo exterior. Copi con el corazón a mil por hora se sintió feliz y mentalmente se despidió de su amigo el protector solar.

Había comenzado el viaje de Copi. De inmediato fue depositada en el bolso amplio de la mujer, donde varios minutos después escuchó que el juego de llaves y el estuche de maquillaje especulaban sobre el contenido de la caja nueva. Qué será? Dijo el suiche del carro,  mientras el polvo compacto somnoliento respondió: es el regalo para la niña de la casa.

Copi trató de recobrar la calma, guardó silencio y decidió esperar. Luego, al llegar a la casa de su nueva dueña fue envuelta en un papel de regalo de hermosas flores con un lazo grandote reciclado color amarillo. Inmediatamente fue escondida en la gaveta de los pañitos en la cocina. Entendió que era el regalo de alguien.

Al poco tiempo sintió que la habían sacado del escondite temporal y advirtió cómo unas manos impacientes rompían el papel de la caja. Rápidamente fue sacada de la cajita y una vez más despojada de su funda de protección. La niña maravillada celebró el regalo de su mamá sin dejar de confesarle que la idea de utilizar la copa por primera vez le producía algunas dudas.

“Mami, tengo una nueva pregunta… Y si mi cama se convierte en una escena del crimen?” agregó chistosamente la niña ante un posible derrame de sangre involuntario ensuciando sábanas y colchón. Su madre, paciente y conmovida respondió: “pensar en la idea de hacer un reguero es normal, pero cómo vas a saber en qué consiste la experiencia si no te atreves a probar. Si haces reguero, lo limpias e intentas nuevamente. Tu decidirás si te agrada, si te conviene, si te hace sentir segura e invencible”…

Este diálogo bastó y sobró para que Copi entendiera que había conseguido su lugar feliz en el planeta. En realidad recién había comenzado un nuevo viaje, el viaje de su vida.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

Comment (1)

  1. Omira 4 años ago

    Espectacular

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