Hace unos años, se desató una polémica en un concurso de belleza porque según los estándares una de las participantes estaba por encima del peso aceptado. Recuerdo las duras e implacables críticas, recuerdo las opiniones de quienes se dicen expertos en la materia, recuerdo incluso los argumentos de la chica en cuestión defendiéndose.
La situación me sorprendió y me indignó por lo que me atreví a escribir sobre el tema. Terminé ese artículo de la forma siguiente:
“Me pregunto: ¿será que de verdad los paradigmas están cambiando? ¿Será que finalmente el mundo está dispuesto a aceptar la diversidad y la diferencia como parte de la norma y no la excepción? ¿Será que nuestra lucha está surtiendo efecto?
No tengo respuestas certeras aún; pero si sé que a diario miles de hombres y mujeres se manifiestan sobre los estereotipos. Son muchos los que están rompiendo patrones, empoderándose, cuestionándose. ¿Belleza según quién? ¿Medidas por qué? ¿Perfección para qué? Pero al mismo tiempo, una sociedad implacable insiste en hacer prevalecer ciertos patrones a menudo nada saludables. O esa es la reflexión a la que llego al ver la polémica desatada por la nueva imagen de la cantante Adele. Ya quizá a estas alturas es mucho lo que se ha opinado a favor y en contra al respecto; por lo que lo único que tengo que decir yo es ¡BASTA!
Si, basta que nuestro cuerpo sea materia de opinión pública. Basta con que importe más la imagen de una mujer que lo que se aporta a la sociedad. Ya está bueno que el peso, sea una vara medidora de éxito. Las conjeturas que se han hecho en torno a esto son infinitas: depresión, trastornos de alimentación, presión de los medios. Sin embargo, todo apunta a un cambio de estilo de vida.
¿Las razones? Creo que poco importan, se trata de su vida privada; ojalá por supuesto no tenga que ver con enfermedades o cosas negativas. Mientras tanto, al resto del mundo nos toca seguir admirando a una mujer que ha sabido brillar a fuerza de talento; sin importar cuánto pese.