Sobre las decisiones de vida y otros enseres: A propósito del día de la madre

Sobre las decisiones de vida y otros enseres: A propósito del día de la madre
mayo 22, 2020 Carolina Franco

Tengo 33 años, una carrera universitaria y un post grado. Vivo sola, no dependo de nadie. Tengo grandes ambiciones profesionales, hobbies que amo y la vida que siempre quise tener: viajes, libros, estudio, libertad. Sí, me siento exitosa y  trabajo cada día para ir por más. No me interesa la maternidad por los momentos, no planeo casarme y a diario me pregunto si la vida de pareja es para mí.

Me desenvuelvo en un entorno complejo. Muchas mujeres en posiciones de poder, muchas mujeres estudiadas también exitosas en lo laboral; pero muchas de ellas también con la presión a cuesta de convertirse en madre o si ya lo son; ser eso que mienta “una buena madre” “una buena mujer”.

Esa es la conversación que tengo a menudo con una de mis colegas más cercanas. Ella, exitosa con un futuro prometedor en su área, sufre a menudo por la idea de no poder concebir.

– ¿Qué te hace desearlo tanto? Le pregunto en alguna ocasión.

– No lo sé. De repente se me despertó ese instinto y sueño todos los días con hacerme una prueba y ver el resultado positivo. Mi esposo también lo desea muchísimo y yo quisiera complacerlo.

Por otro lado, escucho otra colega, madre de dos, quejarse del cansancio, de las horas sin dormir, de toda la carga que tiene encima y de la poca ayuda que recibe. No cuenta con redes de apoyo y con la situación pandemia todo se reagudizó. Veo su cara demacrada, su voz tenue, entrecortada de tanto en tanto; no me queda dudas, está cansada. Después de 28 horas de trabajo continuo en el hospital le quedan unas tantas más en el hogar. Intento empatizar, le digo que todo pasará y apenas me mira diciéndome: “Ahora es que falta”

Paso días pensando en mis colegas y otras tantas que como ellas se debaten entre la presión de ser mamá junto con la carga familiar que como ya vemos no es poca. Me cuesta aceptar que el procrear sea un mandato social, no importa cómo o cuándo; lo importante es traer una vida al mundo; sin importar que hay detrás o debajo; porque es eso lo que definirá tu realización como mujer.

Me pasa a menudo. Poco importan mis logros académicos o lo que según yo tengo para aportar a la sociedad. La pregunta es: ¿Estás casada? ¿Tienes hijos? ¿Que no quieres tenerlos? Estás muy joven todavía, ya llegará el momento.

Nunca faltan tampoco las miradas de curiosidad y a veces lástima por mi soltería elegida.

– ¿Cómo una mujer tan guapa está soltera? Dijo algún insolente alguna vez; insinuando además lo “loca” o “tóxica” que probablemente era.

Le cuento la anécdota a un buen amigo. Entre memes alusivos al tema y a la maternidad nos reímos. En una de esas me confiesa que ciertamente, él en su juventud no hubiese buscado una mujer como yo. Le enseñaron que la mujer debía ser de su casa, devota de su esposo y entregada a su familia. Eso es lo que todo hombre debe aspirar, una “buena mujer”. Me sigue dando un poco de risa, porque sin querer me hace sentir como una especie de anti mujer… ¿Soy entonces una mala mujer cuando no soy de mi casa (me gusta salir, viajar, trabajar); no me debo a nadie o no he formado una familia convencional? Me pregunto, pero seguimos con la conversación.

Me dice también que los hijos son una trampa (palabras textuales). Una oferta engañosa que te vende la sociedad a cambio de una vida de sacrificios personales poco o nada remunerados en la mayoría de los casos (repito palabras textuales). Con él también intento empatizar: ya lo peor pasó, le digo. Pero él me explica que cada etapa tiene sus matices y aunque ciertamente ya pasó la fase de codependencia ahora transcurre otra que no deja de ser difícil.

-Ya no hay vuelta atrás – Me dice con resignación – Solo que a mí no me van a joder dos veces; por eso he decidido vivir según mis reglas.

Durante varios días esas palabras junto con las distintas situaciones que observo a diario, se mantienen en mi cabeza. ¿Cuántos padres y madres sentirán lo mismo y se mantienen en el anonimato por temor a ser juzgados? ¿Cuántas mujeres simplemente cederán a la presión de una sociedad inclemente que te valida solo si procreas? ¿Cuántas otras se mantendrán con la angustia de no poder concebir? ¿De verdad será tan importante traer un hijo al mundo; sin importar lo que esto implica? ¿Seguiré siendo una especie de bicho raro por querer algo distinto al resto?

No tengo respuesta a estas preguntas; pero guardo la esperanza que con el tiempo sea menos necesario hacerlas. Confío en que en algún momento importe poco si procreas o no, con tal de que seas feliz con tu decisión. Anhelo el día en el que cada niño traído a este mundo sea deseado y planificado. Sin embargo, estoy clara que eso no es soplar ni hacer botellas. Eso se logra debatiendo, educando y dejando de censurar deseos y sentimientos ajenos.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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