Más que musas

Más que musas
abril 24, 2020 Daniela Oropeza

La Mona Lisa, el nacimiento de Venus, la joven de la perla, Victoria de Samotracia, la Venus de Milo son obras que además de hermosas, son reconocidas en el mundo entero y cuentan con un valor incalculable, pero además de ello, tienen algo en común, son representaciones de la figura femenina.

Y es que indudablemente, lo femenino y en específico, la mujer, ha sido fuente de inspiración interminable en el arte, se trate de la literatura, la pintura, la escultura o la música; la mujer ha inspirado millones de obras en todos los rincones del planeta. Además, las mujeres han resultado las musas de grandes maestros como Da Vinci y Botticelli cuyas obras más nombradas son precisamente aquellas donde representaron a la figura femenina. No en vano, las musas griegas, las inspiradoras de las artes, eran divinidades femeninas.

Aunque la mujer y el concepto de lo femenino domina con amplio margen el arte en cuanto a representación hablamos, en muchísimos casos la representación más conocida, es aquella que se ha realizado desde una perspectiva pasiva y de contemplación, especialmente en obras antiguas donde el contexto social de la época colocaba a la mujer precisamente en ese rol pasivo, donde se le admiraba por sus atributos físicos, pero quedaba relegada de varios ámbitos sociales. Sin embargo, con el pasar de los años, la participación de la mujer en diferentes movimientos sociales hizo que su rol pasase a uno más activo que incidió en diversos aspectos donde el arte no escapó de ello.

Además de ser musa, la mujer es creadora, es artista. Y es este un rol que quizás no se resalte tanto. Frida Kahlo, Artemisia Gentileschi, Yayoi Kusama, Georgia O’Keeffe y Louise Bourgeois, son solo algunas de las mujeres que dedicaron su vida al arte y que, gracias a su labor, contribuyeron a la representación de la mujer en el arte desde el rol activo.

Si bien la mujer como artista no resulta algo nuevo, el grado de exposición que reciben sus obras no permite visibilizar adecuadamente esa otra arista que el género femenino desempeña. De acuerdo al Museo Nacional de las Mujeres en las Artes (de Estados Unidos) para 2018, de 820.000 exhibiciones en los sectores público y comercial, solo un tercio fue de mujeres artistas. De igual forma, para ese mismo año, de las 20 exhibiciones más populares del mundo, solo una fue encabezada por una artista: Joana Vasconcelos con su exposición: Soy tu espejo, en el Guggenheim de Bilbao.

Aunque estadísticamente, en las carreras relacionadas a las artes, el porcentaje de cursantes sea mayormente femenino (como lo es el caso español), pasa totalmente lo opuesto en cuanto al reconocimiento del trabajo artístico realizado (en Alemania, se estima que menos del 20% de las obras disponibles en galerías comerciales pertenecen a mujeres).

De acuerdo a Julia Jacobs (reportera cultural del New York Times), algunos factores que generan la inequidad de género en los museos y galerías se refieren al énfasis en el reconocimiento del nombre del autor, prejuicios existentes y el dominio de artistas masculinos en el arte. A pesar de ello, a medida que la sociedad se vuelve más demandante en cuanto a representación igualitaria y existen grupos como las Guerrilla Girls, la situación pareciese que comienza a cambiar.

Museos como el Guggenheim y el Reina Sofía comienzan a incluir cada vez más seguido colecciones creadas por mujeres teniendo una gran receptividad entre los visitantes; galerías de arte de menor envergadura incluyen una mayor cantidad de obras de arte realizadas por féminas en su repertorio y diversas instituciones se comienzan a trazar objetivos que incluyen conceptos como diversidad e inclusión. Igualmente, esta era digital ha contribuido a dar a conocer la obra y vida de grandes artistas que por diferentes motivos permanecieron de cierta forma en el anonimato.

Lo bonito del arte, es que resulta el reflejo de la historia de la sociedad. A través de esta forma de expresión podemos no solo comprendernos como colectivo, sino que además tenemos una perspectiva de cómo se han registrado cambios y transformaciones profundas que nos invitan a reflexionar sobre lo que fuimos, somos y seremos.

En el caso de la mujer, su influencia en las artes resulta absolutamente innegable. La sociedad en la que se desenvuelve y su identidad como ser, han quedado registradas en multiplicidad de obras plásticas a lo largo de los siglos, pero no solo como objeto de contemplación sino además representando, desde su propia perspectiva su visión del mundo y lo más profundo de su ser, incluso llegando a desafiar la estética previamente establecida.

La visibilidad de obras realizadas por artistas femeninas contribuye sin duda, a la construcción de una sociedad más equitativa y representativa, donde la mujer es capaz de alzar su voz mediante su ser creativo, brindando su perspectiva del entorno en el que se desenvuelve y compartiendo con el mundo su capacidad creadora y crítica.

Y es que como menciona Marta Pérez Ibáñez (historiadora del arte) “Hoy en día no podemos entender un mundo ajeno al arte producido por la mujer, en el que la voz de la artista no se escuche”.

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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