Tiempos de cuarentena, recogimiento, aislamiento social. Vivirlo es tan duro como suena, sobre todo para una sociedad hiperconectada, construida en base a redes y relaciones como ésta que nos acostumbramos a vivir. Sin duda alguna, esa capacidad de relacionamiento nos dio posibilidades de avance en muchos terrenos, pero no deja de ser irónico que sea justamente lo contrario a su práctica lo que logre salvarnos de una amenaza planetaria como la que estamos viviendo. Y al mismo tiempo no deja de ofrecernos distintos panoramas que orienten cambios a futuro, como todas las crisis.
Ya muchos advirtieron que este modelo no era sostenible por diversas razones. La explotación de los recursos naturales sin límites, el cambio climático, la transgresión de los derechos humanos fundamentales, guerras de todo tipo, regímenes autoritarios, fundamentalismos religiosos, violencia machista, consumo irracional, individualismo, capitalismo duro sin foco en la gente, todo ese cóctel de malas decisiones políticas, sociales y económicas acumuladas por años nos trajo hasta aquí.
No es descabellado afirmar dados estos resultados, que estando el mundo dominado por esquemas patriarcales de conducción masculina y con hechos comprobados que expresan una clara misoginia y exclusión femenina a lo largo de toda la historia como la conocemos, una nueva forma de liderazgo tiene que emerger como alternativa a todo este desmadre (“despadre” quedaría mejor en el contexto de lo que quiero transmitir).
Nuevo lenguaje político
Por ello, y al margen de la tendencia ideológica de cada quien, leer el discurso pronunciado por Angela Merkel desde Alemania abordando el tema de la pandemia del coronavirus, emociona. Y emociona básicamente porque logra transmitir valores poco usuales en el lenguaje tradicional del poder político: transparencia en el manejo de la información, claridad de mensaje, opciones humanitarias, solidaridad mancomunada, consumo racional, defensa del derecho a la salud de toda la población.
Habla de gente, no de estadísticas. Reconoce la labor del personal sanitario y de los empleados en sectores precarios que hoy son quienes mantienen la rueda girando, justamente los que menos ganan. Garantiza abastecimiento y actividad económica en la medida en que ello sea posible. Habla de democracia, de sacrificio colectivo con sentido, de conocimiento, de participación democrática. No disfraza la cruda realidad del desempleo y recesión que se avecina y para ello pide disciplina, mesura, conciencia social, empatía, apoyo solidario, protección conjunta, consideración por los otros, auxilio mutuo.
Merkel habla de emociones, de la necesidad de cercanía física, de abrazos y tacto, de compañía: “Como familias y como sociedad, encontraremos otras formas de acompañarnos… Esta es una situación dinámica y seguiremos siendo capaces de aprender, para reconsiderar en cualquier momento las cosas y poder reaccionar con otros instrumentos. Apelo a Ustedes: aténganse a las reglas que regirán el próximo tiempo…”. ¡Dios! Que básico y que importante todo esto. Un virus tuvo que venir a enseñarnos a vivir ¿un nuevo orden social?
Oportunidad de oro
A grandes males, grandes remedios, dice la vieja conseja. Quizá esta sea la oportunidad para derrumbar las múltiples jerarquías de poder erigidas en torno al género, a la clase, a la raza. A lo mejor es el momento de adoptar valores feministas propulsores de igualdad y darse cuenta de que ningún ser humano es mejor que otro, que no valen más los que más tienen o que valen menos los que no comulgan con prácticas sociales que deciden unos pocos.
Momento de revisar el concepto de poder y éxito, de dudar sobre lo que hasta hoy consideramos “normal”, de ensayar una nueva forma de entendimiento, de mirar con nuevos ojos los aportes de las mujeres, de no discriminar ni atribuir calificativos que quiten méritos a nadie en función de su sexo. De revisar la forma y conceptos en los que educamos a nuestra descendencia para que abracen la diversidad, el respeto a las diferencias, la conciencia comunitaria.
Momento de que las mujeres surjamos de esta crisis con más poder y logremos equilibrar la balanza con los hombres para tomar decisiones más inclusivas y por ende más efectivas en términos de desarrollo humano a largo plazo.
Transformemos esta incertidumbre y ansiedad que sentimos ahora, en energía creativa para repensar el futuro con perspectiva amplia. Hagamos de la vulnerabilidad compartida una fortaleza para ser más flexibles, más comprensivos, menos adeptos a la perfección o al dominio social sobre otros seres humanos como una aspiración. Como nunca antes, el feminismo tiene tamaña oportunidad para mover el tablero y sentar las bases de un mundo más vivible.