Cuando se habla en pleno siglo XXI de “sumisión femenina” como una de las formas como la sociedad patriarcal impone sus mandatos machistas, la gente común piensa en la Virgen María con aquella declaración bíblica de “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”. Como algo pasado de época, tal vez una costumbre victoriana, que ya las mujeres no respetan porque son libres y tienen muchos derechos…
Como tantas otras formas de violencia contra la mujer, la sumisión femenina en el siglo XXI adopta formas más sutiles pero no menos pérfidas. La sumisión, docilidad y obediencia son conductas consideradas “femeninas”, corresponden al estereotipo y quien se salga de ellas es considerada “menos mujer” o simplemente “machorra”, “masculina” por no bajar la cabeza ante lo que considere inconveniente o injusto y usualmente frente a hombres. Reclamar, defender sus derechos, en una sociedad que sigue siendo machista, es declararse en rebeldía, cometer el delito de irrespetar convenciones sociales y pagar con soledad y pobreza por la irreverencia.
Me refiero específicamente a situaciones donde las mujeres deben negociar y hacer respetar los pactos respecto al pago de su trabajo. Las brechas salariales y las desigualdades de condiciones laborales en la contratación de mujeres es una realidad aunque para muchos es una exageración e incluso una falsedad. Que una gran empresa de comunicación como la BBC haya quedado en evidencia por discriminar a sus periodistas mujeres pareciera la “excepción” de una regla que se aplica en todas partes del mundo pero que ahí fue identificada porque la víctima se atrevió a reclamar sus derechos por la vía legal, llevó a esa gran empresa a los tribunales y le ganó; BBC (2019) reconoció que pagaba el 50 y el 33% menos a la presentadora Samira Ahmed por el mismo trabajo de hombres y se hizo público a partir de este reclamo, otras situaciones similares incluso de la alta gerencia donde la diferencia salarial entre hombres y mujeres por los mismos cargos era significativa e injustificada.
De las mujeres siempre se espera el silencio, la conformidad, la sumisión. Reclamar derechos o exigir el cumplimiento de lo pactado como remuneración es “mal visto”, se considera conflictivo, en consecuencia, implica la pérdida de oportunidades de una futura contratación por haber reclamado. Entre hombres ese tipo de situaciones son resueltas de otra forma, entre iguales un reclamo no significa ofensa y recordarle a un colega que lo pactado fue diferente no implica descalificarlo por ser “poco riguroso” o “cambiar unilateralmente las reglas del juego”. Que una mujer lo haga sí, porque el reclamo es en sí mismo una evidencia de algo incorrecto que el señoro jamás puede cometer, porque él es perfecto, las equivocadas que siempre entienden mal y no “comprenden” son las mujeres.
Ante esta realidad, algunas optan por el silencio y la conformidad para “no perder oportunidades” que creen repararán las ganancias perdidas con una futura contratación, si demuestra ser dócil y “colaboradora”; otras deciden correr el riesgo de reclamar lo que les corresponde y asumir las consecuencias de ser rigurosas con lo negociado. Se convierte en una especie de situación dilemática que por la experiencia femenina en esas lides, se trata de lograr el objetivo utilizando estrategias sinuosas que usualmente generan frustración porque ¡poderoso caballero es don dinero! Cuando hay rial por medio no importa lo demás, si Ud. es buena trabajadora, responsable, con la preparación indicada, con experiencia, es decir, no importa que Ud. sea la necesaria, si es de las que reclama el pago del justo valor de su trabajo cae en una especie de lista negra y se convierte en apestada.
Esa situación injusta, que afecta económicamente y sobre todo, en la crisis actual del país, hace que nos cuestionemos ¿Vale la pena tanta rebeldía? ¿Seremos unas tontas utópicas que vivimos cual Quijotes luchando contra molinos de viento que nunca cambiarán, o al menos no cambiarán en nuestro tiempo de vida? ¿De esta lucha, qué sacamos? ¿Vale la pena seguir insistiendo y enfrentándose a la desigualdad? ¿Es preferible poner cara de tonta, guardar silencio y conformarse para que al menos, algo te caiga? Lo más triste, es que este tipo de conductas también ocurren entre mujeres, simplemente se aplica la ley de “obtener la mayor cantidad de trabajo por el mínimo de sueldo”, y esto no tiene que ver con sistemas económicos ni políticos, simplemente, que desde que el mundo es mundo, el trabajo de las personas es lo que menos valor tiene, si se puede lograr que trabajen por el mínimo sueldo ¡Magnífico!
Pronto será 8 de Marzo, Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, no de las mujeres por ser mujeres, ni de las mujeres madres (algunos medios eligen fotos de mujeres muntifuncionales cargadas de niños, trabajo doméstico pero eso sí: ejecutivas) y tampoco de los trans (a propósito de la polémica que hay con los mensajes elegidos para promover la actividad de ese día en España).
¿La situación laboral y salarial de las mujeres ha mejorado? ¿Realmente ha mejorado? Porque estar sub empleadas, o ser la mayoría de quienes realizan los trabajos precarios, mal remuneradas y con pocas o ninguna posibilidad de desarrollo de carrera por ser mujeres, sobrecargadas de trabajo por la multijornada femenina, son situaciones que deben seguir siendo motivos de movilización y protesta. Las estadísticas son muy claras, las mujeres son las más pobres entre los pobres… La pobreza tiene rostro de mujer.
Se dice que la brecha salarial no se superará sino dentro de más de 100 años… Es decir, las que estamos vivas no la veremos, probablemente nuestras nietas… Por estas desigualdades e injusticias necesitamos mucho más Feminismo.