Cuando me llegó la menopausia decidí celebrarlo. Hice una “menopausia shower” para dar la bienvenida a esta nueva etapa de mi vida. Busqué todas las toallas sanitarias y tampones que me quedaban y reuní a un grupo de amigas y compañeras en el trabajo y se los regalé. Puse sangría de bebida y ponquecitos de red velvet, todo muy del color alegórico al motivo de la fiesta. Brindamos y nos reímos mucho, pero sobre todo celebramos un ritual que no es nada común: asumir la no regla como algo bueno en la vida, como una etapa de liberación del yugo mensual de los calambres, las compresas, las manchas, los trastornos leves o severos dependiendo de cómo cada una lo viva y sobre todo, del eterno temor a salir embarazada en cada relación sexual.
A las mujeres se nos define básicamente a través de hitos biológicos que nos acontecen: te vino la regla por primera vez significa que te “desarrollaste” (miren que término más absurdo este para definir un sangrado natural); tuviste tu primera relación sexual y perdiste el himen significa que ahora eres una “mujer”; te embarazaste y tuviste un hijo es igual a decir que ahora sí te realizaste como mujer porque eres madre. Toda esta caracterización identitaria a causa de procesos anatómicos y hormonales. No pretendemos decir que el cuerpo no es importante, somos mujeres y esos ciclos son parte importante de la vida, pero sí nos oponemos a que se nos dé una identidad de género por la biología con la que nacemos.
En el caso de la menopausia la reacción no es de gozo y celebración sino de angustia y depresión. Es como la confirmación de que ya no eres una mujer en edad reproductiva, sin estrógenos ni progesterona disponible, por lo que te toca sentarte a ver tu declive y poco menos que conformarte con vivir en tu nido vacío.
Anna Freixas encuestó a 35 mujeres para su libro “Nuestra menopausia, una versión no oficial”. Ellas destacaron que con la edad disfrutaban del sexo de una manera más rica, madura, equilibrada, despreocupada, hedonista y juguetona, libres del miedo a un embarazo no deseado: “La menopausia se ha tratado siempre como una condena; dejas de ser mujer porque dejas de servir para el sexo y para la reproducción”.
Incontinencia
Hace unos días, una amiga nos confiaba en una charla que había tenido que empezar a usar pañales cuando viajaba largas distancias porque no aguantaba las ganas de hacer pipí y siempre se mojaba. Describe la situación con mucha angustia porque la entiende como un déficit que le señala la vejez en puerta y eso la asusta. Fue al médico y le dijo que tenía incontinencia por alguna condición médica no operable y que el uso de los pañales de adulto era necesario. Enseguida pensé cuan sabroso sería estar sentada conversando con alguien, volando en un avión o trabajando en tu silla y orinar encima del pañal sin tener que salir a buscar un baño, sentarte en pocetas no higiénicas donde tienes que hacer malabarismo para mear sin sentarte y todas las micro-complicaciones que implica para las mujeres hacer pipí en espacios públicos. Se los dije y todas rieron enseguida.
Para probar la sensación, compré unos pañales para mujeres (las empresas siempre aprovechando tendencias han sacado una gama de productos que parecen pantaletas perfectas con diseños de encajes y todo, que no hacen bulto como los pañales antiguos y tienen máxima capacidad de absorción). Me los puse y salí a la calle. No saben qué maravilla de experiencia. No más avergonzarse por llegar a “cierta edad”. La tecnología está de nuestro lado, a usarla sin prejuicios.
Mi cuerpo mi decisión
En la vida todo depende de cómo enfoquemos lo que nos pasa. Martin Seligman, conocido psicólogo experto en optimismo nos dice que la clave está en las explicaciones que damos a las cosas buenas o malas que nos ocurren y que esa etiqueta de positiva o negativa se la ponemos nosotros, anticipando con ello satisfacciones o insatisfacciones que están en nuestra mente y por lo tanto, bajo nuestro control.
Las mujeres tenemos que darnos cuenta de que el patriarcado definió lo que estaba bien o mal con nuestros cuerpos, pero que eso no tiene que ver con como nosotras lo vivimos o queremos vivirlo. La liberación que el feminismo te ofrece es poder reenfocar tu vida, tu cuerpo, tus emociones, tus pensamientos, en la dirección que te dé la gana.
Nos dijeron que menstruar, casarse, tener hijos, amamantar y volver a tener hijos hasta que dios quisiera, era lo normal, lo natural, lo apropiado. Nos dijeron que la soltería, la vejez con sus trastornos biológicos, no ser madre y la menopausia eran anomalías no deseadas, casi enfermedades, que debían ser evitadas a toda costa. Si no, fíjense cuanto dinero se gasta en hormonas, medicinas, cosméticos, cirugías reconstructivas, todas hechas para encajar, para cumplir el rol, para retrasar el momento en que ya no seas, según esa definición, una mujer.
Ambas situaciones, incontinencia y menopausia, son apenas un par de ejemplos de que tenemos que darle la vuelta a todo lo que pasa desde nuestros cuerpos y empezar a valorar positivamente lo que nos vendieron como anormalidad, pecado o trastorno indeseable.