A quien pueda molestar

A quien pueda molestar
febrero 19, 2020 Susana Reina

En la gala de los premios Oscar, la actriz Natalie Portman se coloca una capa que lleva los nombres escritos de las directoras de cine no nominadas, como una forma de protesta. Muchos comentan que esa sí es una manera inteligente de manifestar, comparándola con las que se desnudan y muestran las tetas con consignas escritas en el pecho a lo Mon Laferte. La agrupación chilena “Las Tesis” compone una canción contra la violencia hacia las mujeres con coreografía incluida y a todos parece maravillosa, comparada con los grafitis pintados en las esculturas y monumentos mexicanos por parte de las feministas furiosas por los nueve asesinatos al día que se cometen contra las mujeres en ese país. Una empresaria toma el micrófono para hablar de igualdad de derechos y todo el auditorio asiente y aplaude destacando la racionalidad de su discurso, comparada con la grosería de la activista que denuncia públicamente casos concretos de sexismo y misoginia en el sector empresarial.

“Tienes que ser femenina aunque seas feminista” me dicen algunos, sin darse cuenta de que “femenina” es un constructo patriarcal. Los hombres definieron lo que era ser una mujer: sonriente, aquiescente, colaboradora, callada, hogareña, no conflictiva, ni problemática, ni ruda. Arreglada, bañada, depilada y olorosa. A todo eso lo engloban en la categoría de mujer decente, de su casa, correcta. La que manifiesta un desacuerdo de forma airada, disiente, habla alto y fuerte, es calificada de irracional, egoísta, machorra, grosera, agresiva, cuaima, feminazi o bruja. Mujer demostrando o reclamando poder no entra dentro de lo esperado, por lo que la reacción en contra de las que desafiamos el sexismo es durísima. Pura manipulación para mantener el control.

Por regla general, cuando veo que una idea que supuestamente está dirigida a cuestionar la cultura machista es aprobada y aplaudida por la gran mayoría, entro en sospecha. Algo de la propuesta está manteniendo incólume la relación en la jerarquía de poder, adaptándose a las formas condescendientes que mantienen prejuicios intactos, disfrazado todo de un edulcorado mensaje de aceptación e inclusión, pero donde no pasa absolutamente nada: aumentan los femicidios, las juntas directivas de empresas privadas siguen sin representación plena de mujeres, al igual que parlamentos, partidos políticos y jefaturas de Estado; se sigue cosificando y sexualizando a las mujeres para conseguir ventas, el aborto sigue sin ser legalizado en muchos países y la pornografía, el alquiler de vientres, la prostitución y otras formas de explotación sexual son industrias al alza. Sigamos con la decencia y el respeto a las formas y esto no cambiará en siglos.

¿Un feminismo que no moleste demasiado?

El feminismo surgió justamente para quitarnos la etiqueta de la feminidad como mandatoria. No hay manera de romper estructuras siendo diplomática, portándote bien, complaciendo a todos, pisando pasito. Estamos luchando contra la necesidad de aprobación y reconocimiento de quienes nos dicen qué debemos ser, sentir y pensar. Somos abolicionistas del género, del invento ese que sobre nuestro sexo mujer se hizo para complacer al sistema patriarcal, porque son relaciones de poder lo que se instala desde allí. Y también, abolicionistas del esencialismo identitario de género, que supone que ser femenina es una característica (un don) intrínseco al sexo y no un mantra con el que nos machacan desde que nacemos.

En palabras de Helen Lewis, autora del libro “Mujeres difíciles: una historia de feminismo en 11 peleas” el feminismo tiene el deber particular de luchar contra «la tiranía de la amabilidad», que es y siempre ha sido, una de las fuerzas más potentes que frena a las mujeres: “El feminismo no es un movimiento de autoayuda, dedicado a hacer que todos se sientan mejor acerca de sus vidas. Es una demanda radical para anular el status quo. A veces tiene que causar malestar

Actos disruptivos

Los actos simbólicos que logran transmitir la ira que genera el estar oprimidas es lo que finalmente cambia el tablero. Pasó con las sufragistas después de años de ir por el camino de las conversaciones civilizadas, el intento de reforma de las leyes y las protestas pacíficas sin lograr nada, hasta que se volvieron cuasi terroristas dinamitando buzones de correo, rompiendo vidrieras de negocios y lanzándose a las patas de un caballo para ganar la atención pública requerida, para que entonces sí, se les diera el voto, hace apenas 100 años. ¡Todo esto para lograr el derecho a votar! Si se hubiesen quedado repartiendo volantes o hablando bajito, todavía hoy ni pudiésemos entrar a una asamblea legislativa a mirar lo que se discute.

En España y Francia sólo después de que las activistas Femen se quitaron el sostén en edificios del poder público, fue que se enteraron de los femicidios como problema que requería de atención inmediata. Años de ofrecer cifras y declaraciones a la prensa sin que se le diera el espacio en los medios y en la agenda política que un hecho como ese precisaba, hasta que mostrándose de la forma como los patriarcas condenan, lograron visibilidad.

Son “game changers” como dicen en el lenguaje del campo de la innovación disruptiva para referirse a situaciones y personajes que cambian la historia de verdad. Tenemos a muchas “gandhis” en las filas y son necesarias, pero son estos atrevimientos e hitos cargados de indignación colectiva los que logran prender las alarmas que guían a las reivindicaciones anheladas.

Desnaturalizar la opresión

El mundo está cambiando. Todo lo que era normal y natural ya no lo es y por esa razón, el feminismo incomoda. Si esto te ofende, estás protegiendo la comodidad que se deriva del disfrute de la naturalización de los múltiples abusos contras las mujeres, pero es importante que abras los ojos y lo veas, para que apoyes la erradicación de las injusticias que degradan a sectores de la población por su género, su etnia o su sexualidad: que tus privilegios no te nublen la empatía.

Necesitamos de todas las formas posibles de protesta, todas las tribunas, todos los espacios: los detalles de las famosas en la pasarela, las que se desnudan, las canciones con sus marchas, los grafitis, los foros y denuncias y todo lo que se nos ocurra que pueda poner el acento en la demolición de un sistema de creencias que discrimina, anula y asesina. Pero no nos digan como protestar, no nos regulen el cómo ser feministas, que justamente contra eso nos movemos.

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

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