La profesora Gioconda Espina nos dijo en las “Conversas Púrpuras” de la semana pasada que el mejor antídoto contra el patriarcado universal es la unión de las mujeres. Demostró con ejemplos concretos, cómo la estrategia unitaria, por encima de diferencias político-ideológicas, fue la que permitió el avance- tímido, pero avance al fin- de algunos de los reclamos feministas de los últimos años en Venezuela.
También nos hizo ver en su discurso que en nuestro país, el feminismo nunca ha sido un movimiento de masas. No llenamos calles cuando salimos a manifestar, ni generamos nutridas convocatorias como observamos en otros países. Idéntica aseveración hizo la Prof. Gloria Comesaña en el foro “Feminismo no es Moda” que celebramos en Maracaibo hace unas semanas cuando relataba su experiencia desde la Liga Feminista: “cuando nos cerraron la Casa de la Mujer, nadie se inquietó, nadie nos defendió y nos dimos cuenta de que nuestro fracaso fue no hablarle a las mujeres de base, nunca logramos hacer un movimiento popular. Fue una iniciativa sin dolientes”
Estas valiosas observaciones me ponen a pensar en la cantidad de veces que escucho la queja de que las mujeres no sabemos ser solidarias, que no nos acompañamos y que hasta nos alegramos de los fracasos de las demás. Muchas creen que esto es parte de nuestra constitución orgánica o esencia femenina, como una especie de defecto genético. Lo creen así, hasta que les digo que tal juicio forma parte de un mensaje machista al estilo divide y vencerás que nos creímos, pero también las invito a pensar en todas las muestras de solidaridad y cooperación que hemos recibido de nuestras amigas, compañeras y hermanas. Enseguida se dan cuenta del mito.
Abrir los ojos
Es una decisión personal esto de dejar de repetir y reforzar lo que nos desune y empezar a reforzar lo que nos une. Es un esfuerzo consciente el que hay que hacer para empezar a ver a la otra como una aliada, contraviniendo años y años de condicionamiento cultural
Y es imprescindible ponernos esta tarea con carácter de urgencia, porque pienso también en lo frágil que son las conquistas que vamos consiguiendo, susceptibles de desaparecer en cualquier momento. El patriarcado está demasiado arraigado en nuestra cultura, lo cual hace que muchas y muchos vean como normal los esquemas de dominación del hombre sobre la mujer resistiéndose a aceptar las consignas feministas como una opción. Por ello es que será solo a través del esfuerzo colectivo de mujeres, amalgamado como una fuerza autónoma e integrada, que podremos hacer visible la necesidad de un cambio.
Aquí sobran las consideraciones particulares. Ninguna mujer, por más poderosa e influyente que sea, ni ninguna organización de forma aislada, tiene la fuerza para impactar y movilizar todos los factores y elementos que es necesario tocar para inclinar la balanza a favor.
Ejemplos sobran
Por eso celebro con regocijo los encuentros que estas semanas han estado sucediendo en muchas partes y que dan cuenta, para mí, de un cambio de conciencia colectiva que pone sobre el tapete la solidaridad entre mujeres de distintas posiciones ideológicas como una realidad tangible: la Concertación Feminista convocada por AVESA, la Unión Europea en Venezuela, el Centro de Estudios de la Mujer, Aliadas en Cadena, Por Nosotras (entre otras); la Jornada sobre Violencia de Género, Desafíos y propuestas, convocada por CODHEZ y Mulier Venezuela en Maracaibo; el taller de metodología para activistas feministas que hicimos en conjunto con las amigas de Asuntos del Sur; el encendido del Obelisco de Altamira convocado por la Red Naranja; las Conversas de las Comadres Púrpuras y el Institut Goethe Caracas.
Otros más: la presentación del libro de Maruja Dagnino haciendo visible el aporte de mujeres influyentes en Venezuela, el Foro de las mujeres empresarias de AVEM, la entrega del premio Mujer Analítica a María Fernanda Di Giacobbe, las reuniones de la Red de Mujeres de Amnistía Internacional y hasta la puesta en escena de la performance #UnVioladorEnTuCamino por parte del colectivo Las Tesis en Chile, que se hizo viral en minutos y se replicó en varias ciudades del mundo, incluida Caracas. Todo esto en una misma semana.
Son eventos que muestran que cuando las mujeres nos juntamos y respondemos unidas a todas las formas de violencia estructural, el tablero cambia. Estar ahí, poner un grano de arena, repensar nuestra relación sororal en esta movida feminista, es un acto de rebeldía que nos lleva a tomar conciencia de pertenencia a un género históricamente discriminado, pero fuerte y dispuesto a pelear por sus espacios, cuando se une.