Corre como una niña…pelea como una niña…llora como una niña. Todavía recuerdo estas expresiones que se decían a modo de insulto para acusar a otro de débil, pusilánime, frágil y medio tonto. Ser mujer como expresión de torpeza y vulnerabilidad extrema colocando el poder, la fuerza y la competencia del lado varonil.
Favorablemente, esta extendida pero errónea percepción está cambiando gracias a la presencia de niñas de la nueva generación, quienes están enarbolado banderas de enorme importancia política y social, proyectando con su acción una impronta de poder como no habíamos visto antes.
Greta, Malala, Emma. Clima, educación, lucha contra las armas. Noruega, Pakistán, USA. Las tres, menores de 25 años. Activistas y luchadoras enfrentadas a poderes políticos, económicos y gubernamentales de alto calibre -que ya las han atacado en señal de que están dando donde es.
Ellas inspiran a miles de mujeres y jóvenes en todo el mundo a rebelarse contra lo establecido para expresar desacuerdos y hacer propuestas con toda la fuerza de la que se puede ser capaz. Seguramente hubo muchas otras pequeñas luchadoras en el pasado que quizás no fueron “mainstream” en su momento, pero en los últimos años se ha ido gestando una tendencia que derriba creencias negativas acerca del poder transformador de las niñas. Veamos estos tres casos emblemáticos.
Greta Thunberg
Greta tiene apenas 16 años y desde los 8 está liderando la campaña contra el cambio climático más potente de todos los tiempos. Ha posicionado los lemas #Climatestrike #FridaysForFuture logrando que millones de niños en edad escolar en todo el mundo hagan huelga los días viernes para manifestar su deseo de que se tomen acciones contundentes para preservar el planeta. Ya está nominada para el Premio Nobel de la Paz.
Con un rostro que refleja más madurez que muchos políticos en cargos relevantes, expresó en una de sus alocuciones: “No quiero que tengas esperanza, quiero que entres en pánico. Quiero que sientas el miedo que siento todos los días y luego quiero que actúes”. Es famosa por sus declaraciones revolucionarias, como la que pronunció en la Cumbre del Clima de la ONU, celebrada en 2018 en Polonia: “si las soluciones dentro del sistema son imposibles, tal vez deberíamos cambiar el sistema”. Es lo mismo que proclamamos las feministas radicales, ir a las causas para lograr transformaciones reales.
Malala Yousafzai
A Malala la conocemos por ser la persona más joven en la historia en recibir el Premio Nobel de la Paz. Es una activista defensora del derecho a la educación de las niñas y mujeres, quien a sus 15 años fue víctima de un atentado talibán que casi le cuesta la vida. Al recuperarse expresó: “Ahí supe que tenía dos opciones: vivir una vida callada o seguir luchando con la nueva vida que me habían dado. Lo tenía claro: continuaría con mi lucha hasta que todas las niñas pudieran ir a la escuela”
Desde su Fundación “Malala Fund” sigue trabajando para dar oportunidades a las niñas en países subdesarrollados de manera que ellas puedan alcanzar el futuro que desean y no el que dictaminen las religiones o el sistema patriarcal, que usualmente reservan la educación exclusivamente para los niños varones.
Emma González
Emma fue una de las sobrevivientes a un tiroteo en una escuela en Parkland, USA en 2018. Tal incidente la impulsó a luchar por el control de armas fundando el colectivo “Never Again”. En una manifestación contra la violencia armada pronunció un discurso que se convirtió en referencia para muchos jóvenes, convenciéndolos de no elegir candidatos políticos que estén a favor de fortalecer la tradicional estructura militar y gastar dinero en la carrera armamentística.
Ella creó la cuenta Twitter @Emma4Change cuatro días después del tiroteo para abogar por un control de armas más estricto en Estados Unidos y oponerse a la Asociación Nacional del Rifle en ese país. Ya tiene más de un millón seguidores.
Son muchas más
Estas tres icónicas jóvenes no están solas. Muchas más se están sumando a la lucha pública para construir nuevos modelos de sociedad. Algunas con buena exposición mediática, otras bajo perfil. Pero todas decididas a darle un vuelco a lo que no ha funcionado hasta ahora y que compromete seriamente el futuro del planeta y los seres humanos que lo habitamos.
Son mujeres-niñas con alta sensibilidad social, claras, firmes, de argumentos sólidos, íntegras, inteligentes, inspiradoras. No pretenden complacer a nadie. Aprovechan la fuerza de su femineidad estimulando a otras a elevar la voz y la mirada para abrir nuevos caminos. Ejercen un estilo de liderazgo auténtico e innovador que combina paz, ecología, educación, salud y armonía, como expresión de otros mundos posibles. Puro poder femenino. Las niñas pueden. Y lo están haciendo.
Susana Reina