Hace tres años exactamente comencé a escribir en esta columna de Efecto Cocuyo. Luz Mely Reyes ofreció un espacio en su medio digital a un grupo de mujeres que participábamos de un curso para ser blogueras y se lo agarré al vuelo. Desde el 22 agosto de 2016, sin faltar una sola semana, todos los miércoles comparto mis ideas y reflexiones sobre feminismo. Van exactamente 140 artículos, todos sobre los diferentes aspectos que sólo un tema transversal como este puede abarcar.
Reviso hacia atrás y veo mi propia evolución. Usaba términos menos comprometedores al inicio: liderazgo femenino, madres trabajadoras, mujeres empoderadas en la política… Pensaba en salidas más individualistas, responsabilizaba más a las propias mujeres de su actual estado de baja representación, me afincaba más en aprovechar los apoyos tradicionales para que el acceso de ellas a posiciones de poder fuese tomado en cuenta. Creía que con solo hacer unos ajustes mujeriles y hacer gala de habilidades para encajar, la situación podría cambiar.
Pero poco a poco me he puesto “rebeldosa”, más inclinada a ver este como un fenómeno social y político, reencuadrando las causas y efectos en términos amplios y colectivos. Más sensibilizada por los problemas sociales y menos paciente con las explicaciones que encubren las fracturas de un sistema hecho para producir y mantener grupos vulnerables alejados de sus más básicos derechos, con la excusa del mérito o del esfuerzo particular, desconociendo los desiguales puntos de partida. Entiendo el movimiento feminista como una propuesta política, la mayor transformación de todos los tiempos y que no puede tener otro objetivo que cambiar las estructuras para que las mujeres tengamos reales oportunidades. Radical total.
Y es que siento que este es el proceso que sigue todo aquel que se interesa por los terremotos culturales a gran escala, muy especialmente éste, que existe para abogar por algo tan esencial como la libertad. Empiezas mirándote el ombligo y terminas elevando la mirada al darte cuenta de que son muchas las excluidas, las oprimidas, las víctimas. No es un fenómeno aislado, se llama patriarcado.
No se vive de manera aséptica, se siente y se vive la indignación cuando se escribe y opina acerca de la discriminación, la actual y la histórica. Imposible no sentirse involucrada y removida en muchos sentidos.
Feminismo en la agenda pública
El mayor desafío para mí en estos tres años ha sido mantener el interés en el tema de las reivindicaciones femeninas y la defensa por sus derechos, sobre todo en un país en el que se vive minuto a minuto desde el prisma de la crisis y de las otras prioridades, las que están siempre por encima de los problemas de las mujeres. Acostumbrada como estoy a escuchar que “este no es el momento para alborotar el avispero”, “estamos en medio de una verdadera emergencia”, “más adelante mejor” y otras excusas similares, el que puedas tener una ventana donde este tema se haga visible y sin postergaciones, es todo un privilegio.
Poner a la gente a hablar de feminismo aunque sea para criticarlo, hacer que aparezca en la lista de las tendencias y de los artículos populares en Twitter, tejer relaciones con quienes me leen para construir programas y acciones en favor de la causa en medio de tantas carencias y noticias bizarras que colman nuestra cotidianidad, es para mí el resultado de insistir en que este es el tema que atraviesa todas las crisis: sin mujeres no hay democracia… no saldremos del marasmo excluyendo a la mitad de la población… la incorporación de las mujeres en la economía es factor fundamental de desarrollo. Disco rayado, pero necesario, para ponerlo en el “boca a boca”.
Tu palabra es tu poder.
Las reacciones a mis planteamientos feministas publicados en la columna de los miércoles han sido muchas. Desde quienes rechazan las ideas con solo leer el titular insultando o descalificando con frases duras, hasta quienes se hacen eco de lo que escribo, recomendando, retuiteando y publicando en sus propios blogs y cuentas personales lo que les interesa. Con satisfacción veo que son más los segundos que los primeros, pero gracias a los argumentos de aquellos que no comulgan con el movimiento, he sacado temas para los siguientes artículos, he descubierto donde están los dolores, las grietas, los puntos no claros y desde ellos he elaborado más y mejores argumentos.
Yo aspiro a que un día no sea necesario escribir sobre feminismo, porque eso significará que ya hemos alcanzado la igualdad entre géneros. Este movimiento tiene como aspiración desaparecer una vez que logre sus objetivos. Pero mientras exista una mujer explotada, silenciada y maltratada, el feminismo como acción política y social debe permanecer. Aquí seguiremos para señalar y hacer visible la discriminación con la palabra y nuestras reflexiones, así como para sensibilizar a quienes cuentan con privilegios de sexo, clase y raza para que den el cambio necesario.
Ha sido realmente enriquecedora esta experiencia, sobre todo el escribir para un medio como Efecto Cocuyo, que internamente practica lo que predica en materia de igualdad de género. Gracias Luz Mely por aquella invitación. Escribir me ha ayudado a progresar intelectualmente, a revisar mis propias prácticas para esforzarme en ser coherente, a investigar, aprender más y mejor sobre el feminismo y a ser una mejor activista. En ese momento no lo sabía, pero expresar lo que se sabe y se siente es fuente de empoderamiento personal y comunitario.