Caterina Bolognese, Responsable de la División de Igualdad de Género del Consejo de Europa, declaró en estos días: “Hay algo muy profundo en todas las culturas del mundo. El patriarcado impide obtener la verdadera igualdad”. Esta lapidaria conclusión surgió cuando los voceros de la Fundación Bill y Melinda Gates hicieron público un informe sobre el alcance de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a la fecha. Entre 129 países, ninguno alcanza estándares de excelencia en el Índice de Género. Solamente Dinamarca y Australia son los que más se acercan, pero el 70% de los países tiene un “pobre desempeño” en esta materia, según la fuente Equal Measures, 2030.
Estoy totalmente de acuerdo con la apreciación de la Sra. Bolognese. Si fuese un tema de regulaciones, proyectos o programas, los avances se hubiesen dado con mayor celeridad. Pero eso son solos formas. Las culturas no mutan desde lo formal, sino desde las prácticas, conductas y hábitos que dan expresión y contenido a valores, creencias y actitudes. Una sociedad que infravalora el aporte de las mujeres, que cree en la debilidad del sexo femenino y que se muestra intolerante ante quienes nos rebelamos contra el género y sus estereotipos, va a reaccionar siempre en contra de los intentos de cambio, bien sea confrontando abierta y agresivamente o haciendo un “como si” gatopardiano, para hacer creer que se avanza, pero solo en el discurso y las formas.
Esta cultura patriarcal tan arraigada impone una dura tarea a la movilización feminista que, según mi punto de vista, debe estar centrada en una educación verdaderamente transformacional que podría abarcar dos o más generaciones, pero que ha empezado ya. Muchas veces pensamos que la gran responsabilidad de estos cambios descansa en la voluntad de los estados y gobiernos y es cierto, porque es parte de su mandato misional promover sociedades sanas, justas, equitativas. El asunto es que la lógica que lleva a colocar y mantener patriarcas en los gobiernos es la misma que impide que los cambios feministas se den. Una suerte de culebra que se muerde la cola.
Favorablemente, también creo en los cambios pequeños, en el efecto dominó de muchas acciones emprendidas por mucha gente, que genere un bucle positivo de transformación a favor del feminismo. Todos y todas podemos hacer algo desde nuestros espacios más íntimos y comunitarios para acelerar las metas de desarrollo y muy especialmente el de la igualdad entre géneros.
Cambiar el sistema, no nosotras.
La respuesta tradicional a este dilema de la baja participación femenina casi siempre pasa por poner la carga de la defensa de los espacios de poder que corresponde ocupar a las mujeres, sobre las mismas mujeres. Se las envía a talleres y cursos, se les hace presión para enseñarles a ellas cómo adquirir competencias y habilidades que las capaciten y salir adelante por sus propios medios, se les da tutoría para su desarrollo, se las interna en seminarios o “bootcamps” o cualquier otra actividad que “las pula”.
Es lo que Sheryl Sandberg, una de las jefas de Facebook, llama “Lean in”, algo así como “¡ve por lo tuyo!… encaja… métete… compite”. Pareciera que, si ellas no han logrado más en la lucha por la igualdad, es porque no han sabido cómo.
Pero este juego social tiene otros jugadores. Son nuestros pares masculinos. A ellos también hay que formarlos para que entiendan cómo opera el patriarcado, de forma que la meta de la inclusión y la igualdad de género esté en su agenda y no poner tanto énfasis en que las mujeres se adapten a las reglas de juego que ellos mismos diseñaron. Una suerte de “lean out” o “no busques transformarte para encajar, cambia el molde”… en palabras de la feminista canadiense Maureen Fitzgerald.
Educando contra el patriarcado
Una forma de lograr este cambio de cultura patriarcal más a nuestro alcance consiste en educar de manera formal e informal a nuestros niños y adolescentes varones para que cambien la forma como asumen la femineidad y la masculinidad y, por ende, las relaciones de poder entre géneros.
Para lograrlo, todos los agentes de socialización deberían estar sensibilizados y capacitados para poder transmitir conceptos y ejemplificar con sus acciones la visión feminista de una sociedad de iguales. Esta tarea no es nada fácil, pero es lograble si ponemos en práctica algunas de estas enseñanzas que recomendamos transmitir a los varones, en casa, en la escuela, en la comunidad, en el trabajo… mientras más temprano mejor:
- Las mujeres tienen las mismas capacidades intelectuales que los hombres y están preparadas para competir en el plano académico y laboral. Prepárate tú también lo más que puedas, estudia, aprende y lucha porque ambos sean evaluados en igualdad de condiciones.
- Ser mujer no significa que su rol en la vida sea casarse y darte hijos. Las mujeres no son máquinas reproductoras, obligadas a ser madres si no lo desean. Qué hace cada quien con su cuerpo es su decisión. Una mujer puede ser y hacer con su vida lo que desee.
- Si te unes en pareja, entiende que la labor doméstica continúa siendo parte de tu agenda diaria (porque has practicado el asunto desde niño. Si no lo has hecho, por ejemplo, porque has tenido mucho apoyo de otras personas en el lugar donde te criaste y no te ofrecieron ese entrenamiento, prepárate para asumirlo). No es que estás ayudando o colaborando, es que es tu responsabilidad también. Así, antes de salir al trabajo y cuando regresas a la casa, ocúpate de las labores de la casa y del cuidado de las personas dependientes que vivan contigo sin que tengan que pedírtelo.
- Si tienes hijos, ejerce tu paternidad a tiempo completo. Ese bebé lo parió ella, pero es tuyo también. Y debes estar tanto en los buenos momentos (parque, vacaciones, juegos) como en los no tan buenos también (tareas, baño, enfermedades, citas del colegio…)
- El sexo debe ser ejercido con responsabilidad. Acuerden entre ambos métodos anticonceptivos. Ese no es un asunto que solo deba decidir la mujer. Involúcrate y asume tu papel.
- La menstruación no es motivo para atribuir comportamientos irracionales a las mujeres, ni es una limitación que las incapacite para nada. Es un proceso biológico normal que debe ser respetado. En cualquier caso, si impacta de algún modo a tu pareja, ayúdala e indaga qué puedes hacer para que se sienta más cómoda.
- Evita los chistes sexistas o misóginos. Son discriminatorios y vejatorios. Tampoco hagas burlas de las mujeres por su aspecto físico o por no adaptarse a cánones de belleza estereotipados.
- No incurras en actos de violencia de género. Desde un piropo ofensivo hasta un golpe grave se considera violencia. No abuses de tu superioridad física para obtener lo que deseas y entiende que sexo que no es consentido, es violación. No es no. Acepta un no como respuesta.
- Siéntete libre para expresar tus emociones. Llorar, reír, manifestar miedo, ternura y rabia, son parte importante del desarrollo como seres humanos que somos. Una mujer que llora en su trabajo quizá no es que sea débil, sino que se siente comprometida y así lo expresa. Un niño varón que llora no implica que sea más débil ni que exponga a riesgo su hombría. Respeta además su emocionalidad, aprende más bien a manejarla y haz un esfuerzo por comprender. Eso se llama empatía.
- Escucha más, observa más. No sientas que porque eres hombre tienes los privilegios garantizados. No pretendas hablar tú siempre y tener la razón siempre. No es necesario que “enseñes” a tu pareja lo que creas que debe saber. Practica la escucha paciente y el diálogo respetuoso.
- Si eres o llegas a ser jefe de mujeres dales crédito por sus méritos. No te los tomes como propios; ofrece oportunidades y apóyalas en su desarrollo. Intenta tener un equipo balanceado y diverso.
- No participes de actividades donde las mujeres no estén representadas también. La población está constituida a partes iguales entre hombres y mujeres y así debe ser en todos los espacios de poder. Lucha por la paridad, la equidad, la inclusión, el respeto y la diversidad. Son objetivos de desarrollo de países que buscan mejores estándares de bienestar.
Son conceptos sencillos, pero los avances que hagamos por adoptarlos y actuar bajo estas ideas pueden generar diferencias positivas notables. Unamos a todos en la lucha por la igualdad para acelerar el cambio. Alcanzar los ODS para el 2030, exige que toda la sociedad esté involucrada en su consecución. Esto no es un asunto de mujeres solamente. Hace falta muchos hombres sensibilizados contra el patriarcado que defiendan y practiquen paridad e igualdad de oportunidades entre géneros, porque es bueno para ellos, es bueno para ellas, es bueno para todos.