La Evangelina que yo conocí

La Evangelina que yo conocí
junio 5, 2019 Susana Reina

Siempre supe de ella, como buenas adecas que éramos. Una mujer imponente. Ministra. Senadora. Con un vozarrón envolvente. Imposible no advertirla, sentirla, notarla. Trabajamos cerca pero no juntas en los 80. Fue solo en 2015, recién empezando yo en estas lides, que nos encontramos. Ella daba una charla en CEDICE sobre participación política. Me marcó el desenfado con el que habló ese día, desmontando mitos, contrariando a quienes hablaron antes que ella, con argumentos imbatibles, con la seguridad de quien se sabe sólida referencia en la materia. Enseguida supe que quería ser como ella.

Luego vino a una actividad en la sala de la empresa donde trabajo, invitada por otra gente. Se enteró ahí de que yo estaba ofreciendo un taller a las Mujeres de Miranda: “Hablemos de Feminismo”. Enseguida se auto invitó y me dijo: “yo he trabajado mucho por el feminismo en este país para que cualquiera venga a decir lo que sea en su nombre. Voy a ir y te voy a supervisar”. Así, sin anestesia.

Fue precedida de su bastón. Tomó nota de cada palabra, me vio sin abrir la boca durante 4 horas y al finalizar mi trabajo me dijo en su estilo directo y sin tapujos “manejas bien tu asunto… tienes algunos sesgos de género, pero eso se corrige con formación. Cuenta conmigo, hagamos cosas juntas”. Guao. Yo elevada al cielo de escuchar a tal figura hablar bien de mi taller.

Y así fue. Promovimos cursos sobre habilidades para el liderazgo, solidaridad femenina, políticas públicas en género. Hicimos presentaciones de libros, cine foros. Fuimos hasta Maracaibo a trabajar con las mujeres de allá. Le dio la bendición a AVEM y estuvo en los dos foros grandes, como conferencista principal, siendo la sensación de la jornada. Aplausos de pie. Toda sensibilización, toda creadora de conciencia de género, toda generación de emociones.

Párate desde la abundancia y págame como me merezco” me decía cuando preguntaba cuánto le iba a pagar por sus servicios. Porque lo cierto es que ella estaba decepcionada y frustrada por la forma como se infravaloraba su trabajo en nuestro país. Y con toda razón. Siempre me dijo con profundo dolor, que la envidia por el poder entre mujeres era un tema difícil de combatir. Ella era invitada obligada a eventos de altísimo nivel fuera del país. Pero acá, como dice el resabio popular, no era profeta en su tierra. Hacía mucha sombra a tanto supuesto experto, que la reacción natural era dejarla de lado.

Evangelina rezumaba confianza en sí misma, seguridad, carácter. Todo en ella reflejaba poder. Esto no era del agrado de muchas y muchos. Recibió no pocas críticas por la forma de plantear sus ideas. Me hablaba de los celos profesionales. “Con Evangelina no se puede trabajar”, advertían algunos. Se desesperaba al constatar cómo la falta de formación en género en mucha gente que se decía defensora de Derechos de mujeres, les hacía llegar a conclusiones y políticas erráticas en la materia.

Me hizo llorar un par de veces por su forma dura y directa, aunque no cruel, de señalarme los vacíos, las disonancias, los agujeros. Gracias a ella, leí con ánimo de alumna novel sus documentos, sus escritos, sus libros, sus aportes y el de las autoras clásicas en la historia del feminismo. Revisamos juntas en su casa llena de papeles, el borrador de su libro no publicado aun (tarea pendiente para los próximos meses en su honor). Nos conocimos tarde en la vida, pero fueron los mejores 4 años de mi formación profesional. Ella me hizo mejor persona, ella me hizo feminista.

Mi Evan, viajera incansable, hoy emprendes el último de los caminos. Pero vete tranquila, porque nos enseñaste a mí y a muchas, que no hay que ser perfectas para lograr lo que se anhela. Que hay que hacer lo que sea para defender aquello en lo que se cree, siendo solamente una misma, sin pararse a considerar el juicio que inevitablemente otros harán de tí.

¡Qué gran enseñanza! ¡Qué liberadora!

Gracias maestra.

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