“Las feministas no cuestionan las decisiones individuales de una mujer, sino las razones que las obligan a tomarlas. Si conceptualizamos mal, politizamos mal”.
Celia Amorós.
Algunas personas preguntan por qué las feministas decimos “mi cuerpo, mi decisión” cuando se trata de defender el derecho al aborto, pero no cuando entramos al terreno de la prostitución, la pornografía o los vientres de alquiler.
Se los explico. Cuando tengo la opción de abortar, hago uso de mi derecho a decidir sobre mí. Bien sea porque fui violada, o sufrí una relación incestuosa y estoy embarazada de mi propio padre, o está en peligro mi vida o simplemente no deseo tener un hijo en este momento de mi vida. En cualquiera de esas circunstancias yo debería tener la posibilidad de acceder a un servicio sanitario seguro que garantice mi vida y no tener que recurrir a métodos que perforan úteros o matan mujeres en la clandestinidad.
Este derecho descansa sobre la idea de que la decisión de una mujer importa, que no puede tener más peso la posibilidad de vida de un no-nato que la de quien lo engendró y que los preceptos religiosos que atribuyen vida antes de la vida, los deben practicar quien tiene esas creencias, pero no imponérselas a quienes no abrazan esa fe. Libertad de culto es uno de los derechos consagrados en la Constitución de muchos países. Las feministas abogamos porque la iglesia no decida sobre los cuerpos de las mujeres.
La que no quiera abortar que no lo haga. Pero que no le prohíba ese derecho a quien sí desee hacerlo. El caso es que en realidad, aborta la que puede pagar a un médico privado (incluidas muchas católias). La que no, lo hace a escondidas poniendo en riesgo su vida. Nuestro lema es “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Feminismo es libertad de elección. Es mi cuerpo y yo decido. Lo contrario es patriarcado.
¿Por qué esta lógica no aplica en el caso de la prostitución, la pornografía o los vientres de alquiler?
Salvo contadísimas excepciones (que me cuentan, porque no he conocido a la primera aún), el devengar dinero por prostituirte y tener sexo con tipos que ni te gustan durante muchas veces en un día, o entregar tu útero durante nueve meses varias veces en tu vida, con los riesgos para la salud que ello conlleva para complacer el deseo de otros a ser padres (y ojo que tener hijos no es un Derecho Humano), o mercantilizar y exhibir tu cuerpo para gratificación sexual de otros, no es producto de una decisión personal hecha en libertad.
Y la prueba está en que quienes son prostituidas o alquilan su vientre, son las más pobres. Es eso, o no tener con que alimentar a tus hijos. Es eso, o morir de hambre. Es eso, o vivir atrapada en un país donde se te veja. Es eso, o ir a la cárcel. Eso no es libertad de elección. Los proxenetas lo saben bien y a las más pobres de nuestros países, les ofrecen pasaporte, visa, euros o dólares y se las llevan para entrar a una red de trata y explotación sexual de la cual es muy difícil salir. Esclavitudes modernas se le llama.
Ninguna mujer tiene como sueño desde niña ser prostituta o porn star.
Ningún padre o madre de familia impulsa a su hija a ser “trabajadora sexual” como ideal de proyección y superación en la vida. Ninguna mujer a conciencia pone su cuerpo en riesgo para tener un hijo para otros (a menos que sea para algún familiar y no devengue dinero por ello de manera altruista). Pero esto es un negocio que deja mucho dinero a quienes están intermediando el proceso. Los contratos de gestación por subrogación parecen un capítulo de Handsmade Tale. Todos ganan menos la gestante. Ella no decide nada. Ella es una vasija, una matriz, un instrumento, una cosa.
Por eso, el patriarcado siempre tan hábil, nos trata de convencer de que en el caso de que tengas hijos reafirmando tu rol reproductor (disfrazado de amor generoso) y de que les des placer sexual a los machos, ahí sí decides. Pero cuando se trata de defender tu vida por encima de la de un feto, se te acabó la libertad.
Feminismo es abolicionismo
Cuando las feministas nos declaramos abiertamente abolicionistas para erradicar la prostitución de la faz de la tierra, nos acusan de “mojigatas” y te venden a ti la idea de que ser feminista liberal es acostarte con quien quieras. Nosotras decimos que sí, que tengas sexo libre, pero que sea de verdad tu decisión y que no haya un proxeneta cobrando por tu “trabajo”, porque en esa circunstancia eres objeto de violencia y explotación sexual.
Poder abortar, no tener que alquilar el vientre como opción de subsistencia, ni tener que vivir de la pornografía o impedir que sean prostituidas, son opciones que cualquier mujer o niña debería tener garantizadas por Estados laicos que se aboquen a eliminar las causas estructurales que las llevan a renunciar al poder sobre sus cuerpos y sus vidas