Sigo encontrándome cotidianamente con mujeres de diversos orígenes, ocupaciones y niveles socio educativos que me dicen algo así como “…Yo coincido contigo en lo del liderazgo de la mujer, Susana, pero no termino de comulgar con el feminismo” o bien “…Me gustó lo que dijiste, pero yo no soy feminista”, también “…yo, de verdad, no sé si soy feminista o quizá es que no sé lo que es el feminismo”.
Me parece completamente normal tener confusiones sobre el feminismo. El feminismo ha significado y significa aún muchas cosas. Recomiendo los cursos de la página de ONU Mujeres para introducirse en las precisiones conceptuales básicas sobre perspectiva de género. También para tener una mejor idea de la problemática en el mundo y su historia, porque también me consigo con mujeres poderosas que me dicen “…Yo no creo que haya tanta discriminación, yo misma llegué a donde llegué y eso es señal de que no me discriminaron” y otras afirmaciones que adolecen de sensibilidad sobre situaciones que involucran a millones de personas enfrentando problemas de gran gravedad, problemas abordables desde la perspectiva de género, como revelan de manera incuestionable los datos estadísticos que, cada vez más, se recopilan en la mayor parte de los países del mundo.
Estas afirmaciones suelen revelar de la mujer que las dice, su adaptación a un ambiente cargado de limitaciones del que ella misma es parte culturalmente integrada. A veces les sugiero a estas grandes mujeres que reflexionen y recuerden durante un rato sus carreras y consideren si luego me pueden volver a afirmar que no sufrieron presiones sexistas y no se sintieron desubicadas por el liderazgo masculino en sus carreras.
Más allá que algunas disfrutemos de lo que, lamentablemente, parecieran hoy en día privilegios: tener una posición económica y profesional reconocida; liderazgo vinculado a asuntos no domésticos; involucramiento directo en decisiones técnicas y políticas importantes de la sociedad; acceso sistemático a vocería de largo alcance sobre estos temas, entre otros “logros”, especialmente en los países occidentales más avanzados, debemos tomar conciencia sobre la situación de sociedades completas en la mayoría del mundo, en las que la discriminación es aún cultura dominante.
En ocasiones, estas dudas y rechazos sobre el feminismo como concepto aglutinador y sus implicaciones, pasa por el uso que algunos grupos político-ideológicos hacen del feminismo. Por ejemplo, conozco feministas que consideran que no existe feminismo si no se acaba con el capitalismo y de estos grupos algunas consideran que solo la revolución marxista acabará con el dominio patriarcal. Otras son anarco feministas y piensan en una sociedad sin capitalismo ni socialismo. Otras consideran que feminismo debe vincularse con nuevas formas de ecologismo y sin una nueva relación con la naturaleza y el resto de los seres vivos, no puede hablarse de feminismo.
Conozco mujeres feministas que no aceptan serlo porque sus ambientes familiares y culturales son de índole más liberal y ven al feminismo vinculado al socialismo o la revolución. Algunas incluyen en el conflicto “la igualdad”, no les gusta, les suena a socialismo. Confundidas argumentan que el feminismo pretende construir una sociedad en la que todos somos la misma cosa, en la que no podemos diferenciarnos. Es un argumento fácil de rebatir. El feminismo aspira a la igualdad de derechos. Aspira que ninguna niña sea educada sin algún derecho de su hermano varón, limitada en algún ejercicio de su libertad, sea el que sea. A veces pasa que son de cultura cristiana y sabemos que, tanto católicos como protestantes, al igual que otras religiones, son protectores de una “verdad milenaria” que muchas veces les ponen a la zaga en los avances sobre derechos de la mujer.
En cuanto al llamado “socialismo científico”, el marxismo revolucionario, creo que la humanidad ya acumula unas cuantas experiencias nacionales de revolución marxista y el tránsito hacia la “nueva sociedad”, hacia la sociedad que además llaman “del hombre nuevo” no ha tenido especial trascendencia en términos de poder femenino. La sociedad-estado que se arma en los países donde se construyen regímenes marxistas, rara vez da paso a sistemas de igual representación e igual poder. No hubo una mujer presidenta en 70 años de revolución soviética, ni nada parecido a igualdad en la composición de género de los soviets. Tampoco en Yugoslavia, Cuba, China o Albania.
Por otro lado, es tautológico vincular el desenvolvimiento capitalista con el patriarcado. Claro que tienen relación, como sería inevitable encontrarla en toda la historia humana. Es cierto que también es un argumento que también puede usarse a favor de la relación entre revolución marxista y feminismo, sobre todo porque en el ideario marxista la revolución es una etapa inevitable de la Historia. La diferencia quizá es que si algún poder político y económico puede ser re-construido y re-editado, suele implicar procesos de capitalización e innovación en ambientes de libertad.
Mi feminismo, que confieso no tiene por qué ser entendido como más verdadero, original o potente con respecto a otros, considera los cambios posibles de las sociedades liberales y democráticas occidentales como eje del desenvolvimiento deseable para los progresos en el campo de la igualdad de derechos femeninos. Creo asimismo que a pesar de las resistencias, la asunción feminista es impostergable y que si la humanidad tiene un futuro de mejoras y progreso es porque las mujeres lo construimos con nuestra participación en condiciones igualitarias en todos los espacios, públicos y privados. No me importa si tengo más espacio de coincidencia con izquierdas o derechas.
En esta etapa tan trascendental de cambios, minimizar las diferencias y aprovechar las confluencias, extender la sororidad y maximizar la educación y divulgación me parecen tareas necesarias para todos los movimientos y liderazgos sensibilizados con este interés común.