Por Gabriela Caro
Impuesto emocional, balance de fin de año y resoluciones de año nuevo, son temas de interés en ésta época del año y más en situaciones de conflicto con la vida o mejor dicho con uno mismo.
Las mujeres en general tenemos cierta tendencia a desmerecer nuestros logros tantos tangibles como intangibes y estos últimos muchos más, sobretodo cuando nos medimos en parámetros ajenos y bajo la mirada inquisidora de una sociedad que nos cosifica y trata como mercancía, para dinamizar industrias (de cosméticos, alimentación, auto ayuda, textiles y manufactura, higiene personal, etc) que mueven millones de dólares alrededor del mundo, que quieren preservar el poder de los sistemas y que responden a una estructura patriarcal y heteronormativa, que satisface fantasías de hombres poderosos (aunque sea solo en un sus mentes), a costa de la aceptación de la mujer y el reconocimiento de sus logros. desde los espacios más privados e íntimos hasta los ámbitos socio-culturales, organizativos y empresariales, pasando por el Estado y su respectivo soporte financiero.
Entonces, es coherente analizar:
¿Por qué pagar demás por una camisa X, que no justifica la relación precio/ calidad ?
¿Por qué pagar demás por lo que vivimos?
Y el valor justo de lo sufrido, ¿por qué se subestima?
El tiempo y su percepción, es un asunto humano para cuantificar la atención que requiere algo desde sus inicios hasta su desarrollo final, sobretodo para medir la producción material y específica, que termina determinando el precio o valor de dicho producto para pocos, a costa del esfuerzo de muchos y en base a las creencias de la mayoría.
Por tales creencias, estamos sugestionados por la vida, creyendo que cada año nuevo, algo asombroso debe producirse en nuestras vidas y por ende, se menosprecia la predecible vida ordinaria de cada día y cada año que pasa, es percibido como más trágico y no en vano, se sufre más, más de lo que merece y es demasiada la carga, tanto que entorpece el andar diario por la vida.
Quién diría que mis lágrimas, no me han enseñado más del amor, que todos los abrazos que he extrañado.
Porque a pesar de la enorme entereza que adquirido en un período lleno de pérdidas que me han sensibilizado, de renuncias que me han permitido ejercer plenamente mi libertad, voluntad y coraje para defender lo quiero y alejarme de lo que me hace daño; ¿Por qué No parece tan importante como para alegrarme a la vista de los demás? ¿En estas situaciones debemos justificar el impuesto emocional?
Es decir justificar el cambio, sufrirlo y acto seguido, buscar la meta reemplazo para las resoluciones de año nuevo, resuene o no con mi corazón pero que me permita moverme y seguir andando aunque sin dirección, pero es socialmente aceptable y hasta admirable, y peor aún, dicha meta, se suma al incumplimento de otra ignorada pero anhelada, usualmente.
Me sigo cuestionando ¿Por qué pagar demás por lo vivido? Cuando se hizo lo mejor que se podía, para las circunstancias y con el mejor nivel de consciencia del momento, es todo lo que cuenta, es un punto y aparte de la situación. Pero es una costumbre social, hacer o subrayar la falta de algo o la ausencia de alguien para justificar el ratón moral, por decirlo a la venezolana, o la resaca moral latinoamericamente hablando.
El Balance Emocional, lleva una vida construirlo y un segundo entenderlo, porque somos más de lo que recordamos.
Somos más que lo inmediato.
Somos más que lo que recordamos del último año, la suma de nuestras experiencias, pensamientos y memorias no tiene fecha de expiración, ni tienen porque tacharse con el cambio de calendario gregoriano, ni de estación, ni de estado civil.
Lo que conseguimos en la vida, no es menos que aquello que deseamos
Porque lo que tenemos, no es menos que todo lo que perdimos
El fin de año, no es el fin del mundo, ni el fin de la vida, esta se acaba tal cuál como la conocemos, cuando menos lo imaginamos.
Las resoluciones del balance del año que pasa, no necesariamente implican cambio y progreso, sí llegasen a cumplirse, eso sólo se sabrá con el paso del tiempo y cuando haya llegado, ya no tendrá relevancia.
Por lo tanto, si sus resoluciones no llegaron a cumplirse tal cuál usted las imaginó, pero sí en el transcurso del proceso, usted mejoró, cambió internamente, su perspectiva del mundo se amplió, superó lo que pensaba imposible, encontró fortaleza cuando le temblaba el alma y el cuerpo no le respondía, eso es progreso, eso es valioso y lo movió de lugar en el mundo y con eso, creció;
Por ende su tiempo valió el esfuerzo y nada tiene que ver con el año nuevo, ni con el viejo, ni con el que vendrá.
Y cuenta más alla de eso, porque no todo lo que planificamos, lo necesitamos, ni todo lo que deseamos nos hace bien.
Es necesario comprender, que no hay necesidad de compensar de
más, por lo que es justamente vivido en términos de sentimientos y acción, en coherencia con uno mismo.
Es un castigo auto imponernos metas, que no hagan vibrar alto nuestro corazón y un crimen desmerecer aquello que nos susurra la intuición. Porque que no lo podamos entender, no quiere decir que no tenga explicación.
Sí algo le hace daño, déjelo. Sí quiere cambiar, no se quede con las ganas, porque de seguro al empezar, ya nada seguirá igual. Y nada tiene que ver con el año nuevo o con el que se fue.
La admirable valentía de continuar, de cuestionarse para crecer, de aprender para dominar un arte, impacta en todo, se note o no pronto, es un logro.