La mujer “adecuada”
Por Susana Reina
Procusto, hijo de Poseidón el Dios de los Mares, era el apodo de un mítico posadero de Eleusis, famosa ciudad de la antigua Grecia donde se celebraban los ritos misteriosos de las diosas Deméter y Perséfone. De estatura gigantesca y fuerza descomunal, su verdadero nombre era Damastes, pero le apodaban Procusto, que significa «el estirador», ya que acostumbraba a darle un trato especial a los huéspedes de su posada, obligándoles a acostarse en una cama de hierro, y a quien no se ajustaba a ella, porque su estatura era mayor que la del lecho, le serruchaba los pies que sobresalían de la cama; y si era de estatura más corta, le estiraba las piernas hasta que se ajustaran exactamente a la misma. Cuenta la leyenda que Procusto murió de la misma manera que sus víctimas. Fue capturado por Teseo, que lo acostó en su catre de hierro y le sometió a la misma tortura que tantas veces él había aplicado.
El mito de Procusto viene a mi pensamiento cuando leo una respuesta a un tweet que envío, con ocasión de las declaraciones de Susana Díaz, candidata a la Secretaría General del PSOE en España: “ya es hora de las mujeres, es hora de romper el techo de cristal”. La respuesta de una seguidora llega de inmediato: “tan importante como romper ese techo, es elegir a la mujer adecuada”.
Las mujeres sufrimos de esa especie de síndrome de creernos insuficientes siempre. Nunca estamos listas, nunca estamos preparadas, nunca somos la perfección que nos exigieron desde que estábamos pequeñas. Las mujeres nos subestimamos sistemáticamente. Nunca nos sentimos “adecuadas”, para nosotras ni para nadie.
Esta percepción que nos paraliza y limita, viene por supuesto de la crianza patriarcal que muy bien describió Simone de Beauvoir: «El privilegio económico que disfrutan los hombres, su valor social, el prestigio del matrimonio, la utilidad de un apoyo masculino, todo empuja a las mujeres a desear ardientemente a gustar a los hombres. Siguen estando en su conjunto en posición de vasallaje. El resultado es que la mujer se conoce y se elige, no en la medida en que existe para sí, sino tal y como la define el hombre»
Nos validamos en la mirada masculina, buscamos frenéticamente su aprobación y creemos que, sin ese visto bueno, nunca seremos las elegidas. El patrón de la adecuación, es el que nos dictan ellos. Nos adaptamos, nos serruchamos los pies para encajar, Procusto Style. Por estas cosas es que leemos declaraciones como las de Cristina Cifuentes, Presidenta de la Comunidad de Madrid: “cuando te reúnes con los hombres y te haces la rubia consigues mucho más… hacerte la tonta, como que no te enteras”. Es una invitación a cortarte los pies o a estirarte, nunca a mostrarte tal cual eres.
No es extraño suponer entonces por qué tan pocas mujeres se postulan a posiciones de poder, por qué muchas se masculinizan para acceder a él y por qué tantas abandonan la carrera política o gerencial. ¡Las mismas mujeres nos desestimulamos con esos mensajes! ¡Esto justamente es lo que subyace a la insolidaridad entre las mujeres, a la competencia entre nosotras, a la falta de reconocimiento por nuestros logros, y a los señalamientos del tipo “hey! ¿Serás tú la adecuada?” a toda la que intenta pararse con sus propios pies.
¿Qué es ser la mujer “adecuada”? ¿A quién o quienes hay que complacer? Me gustaría ver a muchas más mujeres en el poder, sin importar su tendencia ideológica, ni su pasado, ni su experiencia en temas feministas, para que sean exitosas o se equivoquen, pero darles la oportunidad de hacerlo, como se la damos a los hombres que no son ninguna maravilla, ni les exigimos tanto como ellas.
Para hacer la historia aún más cruel, dicen algunas leyendas que la cama de Procusto estaba dotada de un mecanismo móvil por el que se alargaba o acortaba según el deseo del verdugo, por lo que nadie podía ajustarse exactamente a ella y, por tanto, todo el que caía en sus manos era sometido a la mutilación o el descoyuntamiento. Obvian las aplicaciones de esta verdadera tragedia griega en nuestras vidas.
No empujemos a nuestras compañeras que desean hacer carrera política al lecho de Procusto pretendiendo acomodar siempre la realidad a la estrechez de los intereses machistas que nos hacen sentir que nunca estaremos a la altura. Solidaridad femenina para aceptarnos como somos, respaldarnos ante nuestros errores y soltar el ideal de la perfección, tres propósitos que proponemos las feministas para romper más techos de cristal.
Comment (1)
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Comparto esta opinión, además he estado vigilando esas «ruinas»,que metafóricamente es la «poca solidaridad» que subyace en las mujeres con las mujeres…Lo vivo acompañando a una gran líder político venezolana,que ha sido y sigue siendo víctima de la insuficiente solidaridad femenina: María Corina Machado ha sido tildada de loca, igualada, egoista, personalista y la peor de las frases es:»que va a saber una mujer de política». Pero la peor de las tragedias es que esta serie de improperios salen de las bocas de las «féminas», esas cuya patología es ser más machistas que un fundamentalista…El día que este pueblo sea gobernado por una mujer, creeré en la evolución de la sociedad venezolana, del resto seguimos colgando de la quimera llamada esperanza. Mi llamado a las mujeres: Dejen el Machismo a los «machos»… Excelente artículo. Gracias.