Mi mamá duplicó el patrón de mi abuela: “las tareas del hogar y la crianza de los hijos es de las mujeres”.
Viví en oriente con mi madre hasta los 16 años, donde por ejemplo, pararme libremente en la puerta de la casa o sentarse en el muro tras la ventana no estaba permitido para mí. Debía estar adentro, en la cocina, en mi cuarto, tejiendo, bordando, estudiando o haciendo cualquier cosa. Con un hermano que se autoproclamó “mi guardaespaldas”, no podía quedarme un minuto hablando con mis compañeros al salir de clase, tenía que irme inmediatamente a casa, de lo contrario él aparecía en mi búsqueda. Esas actitudes fueron avaladas por mi madre, quien afirmaba que era por mi bien.
Una vez le pregunté si yo era realmente su hija, porque además veía cuán permisiva era ella con mis hermanos (salían con amigos al cine, a la plaza, a montar bicicleta, a la playa, etc.), sumado a una bofetada, su respuesta fue: “tú eres una señorita, ellos son varones”.
Es grotesco que en muchísimos casos, sean las mismas mujeres/madres, quienes refuercen el machismo, criando hijos arrogantes e hijas servicialmente “obligadas” a hacer todo en el hogar, porque para los varones están prohibidos los quehaceres domésticos. Un poco más, un poco menos, lo viví.
Quise ponerlo como referencia porque hay algo que podemos y debemos hacer ¡YA! y es romper con ese esquema o patrón. Tomando conciencia de nuestro libre albedrío; porque somos seres racionales, mujeres valiosas, inteligentes, con amor propio, profesionales en lo que hacemos. Cada una de nosotras está en capacidad de desechar su historial, sacarle aprendizaje y romper ese círculo vicioso. Para mí, no hay razón que justifique duplicar o transferir de generación en generación, algo que nos hace tanto daño individualmente y como sociedad.
Definitivamente (disculpen si es reiterativo) el carácter y los valores echan raíz en el hogar. Por ello debemos ser congruentes, ser ejemplo de amor, de bondad; también como individuos, respetarnos, respetar a la pareja, evitar las mentiras, discusiones y violencia –por lo menos- delante de los niños (eso los hace inseguros);practicar la honestidad que ellos duplicaran de adultos. Nuestros hijos modelan lo que nos ven hacer, no lo que les decimos que hagan.
Comencemos a usar realmente nuestro poder e influencia para delegar o distribuir las tareas domésticas entre quienes habitan en casa, y equilibremos la responsabilidad de los pequeñitos con la pareja.
¿Cómo? Tomando tiempo para reunirnos en familia, para establecer y revisar compromisos (incluyendo a los pequeños). Conversar y poner sobre la mesa lo que se tiene, lo que hay que hacer. Escucharse entre sí, edificarse, expresar gratitud y hacer saber lo valiosa que es la contribución de cada uno como equipo. Sin autoritarismo, con amor, postura y firmeza, se logran acuerdos y los resultados son maravillosos. La tarea no es sencilla, pero se logra… ¿Qué no tienes tiempo para eso? entonces haces evidente que tu familia no está entre tus prioridades.
¿Estamos enseñando a varones y hembras a respetarse mutuamente? ¿Les enseñamos que es cortés y caballeroso a los niños, ceder el asiento a una dama; dar gracias; decir por favor o disculparse cuando lo amerite?
Observémosnos más, seamos cuidadosas con lo que expresamos ¿cuántas veces hemos dicho o avalado que: “los hombres no lloran”, “el más grande es para tu hermano”? y tantas otras afirmaciones y palabras que usamos cotidianamente que parecen inofensivas, pero discriminan, descalifican, excluyen, promueven desigualdad. Y eso aplica para la casa, la oficina o donde estemos. Todas erramos, pero siempre hay tiempo para rectificar.
Algo que tiene relación… ¿Estamos conscientes de que el maltrato a los animales es antesala de violencia social? ¿Cuántas veces hemos permitido que nuestros hijos maltraten a los animales, sean propios, ajenos o sin dueño? ¿Con qué corazón nos hacemos indiferentes ante el maltrato animal o, compramos mascotas como regalo a los niños sin infundir respeto y responsabilidad para con ellos?
Por otra parte, somos guerreras, pero, ¿mujeres autosuficientes? Echarnos todo encima, queriendo controlar y hacer cada tarea en casa “porque nadie lo hace bien o como a mí me gusta”…eso desgasta. Debemos enseñar, orientar, y lograremos el maravillosos beneficio de tiempo adicional para nosotras hacer lo que queremos y lo que más disfrutamos.
Hablar con nuestros adolescentes brindarles confianza, informarles, observar sus relaciones, estar alerta. Hay detalles y evidencias en el noviazgo, que permiten prever situaciones y alertan para actuar a tiempo. Antes de casarme, tuve un novio muy celoso y controlador; ¿quién no ha tenido un novio celoso? Quizás todas, pero para ser franca, nunca quise (ni quiero) nada que me recuerde las actitudes de mi hermano. Fue suficiente.
En caso de abuso en la convivencia, creo que lo ideal es como decimos en criollo “darle un parao ante el primer indicio”, y defenderse si es necesario. Romper el silencio, denunciar.
Una vecina recientemente logró que su pareja por fin se fuera, luego de años de abuso y maltrato. Cuando le preguntamos por qué no lo denunció antes, dijo: “Si fui, pero como no estaba chorreando sangre le restaron importancia, me dijeron que tenía que haber evidencia física para considerarlo maltrato”. Sabemos que en nuestro país hay mucha burocracia y hermosas leyes que no hacemos cumplir… hay que persistir. Ella reconoce que desde que se casaron, él comenzó a gritarla y eventualmente la menospreciaba porque engordó luego de tener a sus morochos. Además, tenía miedo porque dependía económicamente de él, y nunca compartió esa situación con nadie, por el bendito “qué dirán”. Miedo que casi le cuesta la vida, porque antes de irse, por poco la mata.
Compartamos con otras mujeres sobre el tema, documentémosnos que mientras más lo hagamos más herramientas tendremos para ayudar y compartir. Conozcamos las leyes, los lugares donde se puede denunciar, los números telefónicos. Parece mentira, pero hay mucha desinformación con tanta tecnología. Con lo que ahora sé, entiendo muchas acciones de mi madre; la amo y le agradezco me haya permitido nacer.
Aprovechemos cualquier ocasión para ayudar. Podemos trabajar con el futuro, visitar centros de niños huérfanos, abusados o abandonados, veremos que muchos de ellos se sienten culpables y eso les hace daño. Tomar tiempo para sentarnos con ellos, abrazarlos, escucharlos, brindarles afecto. ¿Y por qué no? hasta podemos evaluar amadrinar alguno. ¡Sí, necesitamos millones; pero de ganas para ayudar! Y qué bendición si podemos también apoyar financieramente.
Creo que desde donde estemos y con lo que tenemos, podemos hacer mucho. Comenzando por hacer ahora, lo que cada una –dentro de sí- sabe debe hacer. Si le buscamos el lado positivo, podemos convertir nuestras experiencias y vivencias en recursos muy valiosos.
¡Salud y bendiciones para todas!