Esta semana (julio 2015) asistí a una Mesa de Análisis del Centro para la Divulgación del Conocimiento Económico (CEDICE) sobre “Mujer, Legislación y Parlamento”, convocado para analizar la reciente disposición del Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) sobre la obligatoriedad de conformar listas de candidatos a parlamentarios con una cuota femenina de por lo menos el 40%.
Más allá del tema en particular que nos convocó, me llamó la atención lo que allí se estaba dando en términos de dinámica social que bien podría reflejar la inquietud que compartimos algunas sobre nuestra propia incapacidad para avanzar en una lucha que debería estar ganada con tan solo mencionarlo.
¿Qué observé? Muy poca asistencia, a lo sumo unas 30 mujeres. Y sí, sólo mujeres. Salvo el camarógrafo y un asistente, no hubo más hombres en la sala. Repetimos el esquema de que el tema de la equidad de género solo nos interesa a las mujeres. Los hombres de los partidos políticos no tienen esto en la agenda. No es un tema para ellos. Dan declaraciones correctas sobre la importancia de la participación femenina, pero ellos no participan de los asuntos femeninos.
También observé algo así como dos generaciones de lucha. Un grupo de mujeres de los años 50-60, que han venido batallando admirablemente por lograr lo que finalmente el CNE aprobó hace un mes y se sienten con ello renovadas. Y por otro lado, un grupo de mujeres de los 70-80, treintonas y cuarentonas, que están luchando arduamente por tener un espacio, batallando, “malandreando”, como dijo Dinorah Figuera, Diputada a la Asamblea Nacional por Primero Justicia, para moverse inteligentemente en medio de una dinámica política complicada. A las “millennials”, las de los 90 no las ví. O andan en otra cosa, o no se sienten convocadas.
Las mujeres mayores (Isolda Salvatierra, Evangelina García Prince, Sonia Sgambatti), feministas de tradición, que vienen de ocupar cargos importantísimos en la historia reciente del país, defendieron sus banderas y reclamaron a viva voz el hecho de que esta batalla no es nueva y que sin importar las intenciones del Gobierno, hay que aprovecharla y aplaudirla. Las más jóvenes (Delsa Solórzano, Dinorah Figuera, Yajaira Forero, Milagros Valera, Elaisa Ferris) defendiendo asimismo la necesidad de trabajar por la equidad y la paridad, pero entendiendo el momento político (distinto al de hace 50 años) y viviendo además una delicada lucha interna en sus propios partidos, cuidando no tensar la cuerda para no romperla y quedarse por fuera.
Todas ellas son mujeres valientes, pioneras, que han dado y están dando la cara por todas sin que muchas se lo agradezcan, y aún siguen adelante. A pesar de la brecha generacional, las une el temor. Unas, el temor a perder tantas horas de lucha y no poder ver sus frutos mientras vivan; las otras, el temor a perder la posibilidad de futuro que abrigan legítimamente para sí. Vivimos en el miedo. Vivimos además en la disputa en la que los mismos hombres nos han puesto a pelear. Pero más importante aún, vivimos en la frustración, o por lo menos esa es la mía, de no poder cambiar la realidad de que muchas mujeres aún no se den cuenta de la desigualdad evidente que nos aparta de los puestos decisorios, y que lejos de apoyar, refuerzan el mismo guión de la exclusión. ¿Por qué nos ha costado tanto darnos cuenta de ello? ¿Por qué nos ha costado tanto lograr que los demás se den cuenta?
Estos no son tiempos fáciles para nadie, y menos para las luchas feministas. Pero tenemos que poder. No veo otra tarea que nos toque, que hablarle a todas y todos sobre este tema y cualquier otro que nos afecte (cuotas, equidad salarial, violencia doméstica, leyes, Derechos Humanos, embarazo adolescente, salud femenina, feminicidio, etc), sobre todo a
las más jóvenes de los partidos políticos, vecinas, hijas, hijas de amigas, empleadas… PERO TAMBIÉN a los más jóvenes de los partidos políticos, vecinos, hijos, hijos de amigos, empleados.
las más jóvenes de los partidos políticos, vecinas, hijas, hijas de amigas, empleadas… PERO TAMBIÉN a los más jóvenes de los partidos políticos, vecinos, hijos, hijos de amigos, empleados.
Que se den cuenta que las mujeres seguimos siendo minoría social a pesar de la paridad demográfica. Que lo noten. Que lo hagan palpable y lo pongan sobre la mesa. Que todos se sientan convocados cuando se hable de desigualdad. Trabajemos cada uno desde nuestros espacios por la transversalidad de género, para que en un próximo foro tengamos el reflejo de una sociedad más paritaria. Y sin temores.
Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.
0