El legado de Ida

El legado de Ida
octubre 21, 2024 Genesis Pereira
feminismo

Hace pocos días busqué en internet “poetas venezolanos” y el resultado fue una lista de nombres masculinos que han marcado un hito en las letras de este país. Me pregunté entonces ¿no existieron mujeres que escribieron poesía? —claro que existen (puede afirmar alguien medianamente entendido en la materia), hay alguna que se llama algo así como Ida… Ida algo—. Pero si habláramos de Andrés, ya automáticamente conocemos el resto: Eloy Blanco. No sólo porque algún verso suyo habremos leído en el colegio, sino por todos los edificios nombrados en su honor, así como calles y monumentos. En pocas palabras, Andrés Eloy y nosotros los venezolanos somos uno solo. Nadie cuestiona el talento de un escritor así ¿verdad? Sin embargo, si es una poeta, probablemente sufriría el olvido.

Resucitemos la fama dormida de Ida Gramcko, justamente porque este año se cumple el centenario de su nacimiento. Si realmente somos un pueblo festivo, hagamos un homenaje a la gran poeta, dramaturga, ensayista, periodista y profesora.

Nació el 9 de octubre de 1924 en Puerto Cabello, estado Carabobo. Fue una gran amante del Siglo de Oro español en su niñez. Su pasión por esta época y por sus escritores definió muchos de los rasgos característicos de su obra. En 1939 se trasladó a Caracas, donde se desarrolló profesionalmente con gran éxito y rapidez. En 1942 publicó el poemario Umbral, y en 1943 se convirtió en una de las primeras mujeres en ser reportera cuando ejerció la profesión en el diario El Nacional.

Gramcko fue galardonada desde muy joven. Un claro ejemplo fue el premio de la Asociación Cultural Interamericana, el cual recibió en 1941. Además, se desarrolló en distintos géneros literarios, obteniendo grandes reconocimientos en varios de ellos. En prosa, por ejemplo, ganó el José Rafael Pocarerra en 1957, en teatro fue galardonada con el Premio de Teatro del Ateneo de Caracas en 1958 y el Premio de Teatro de la Universidad Central de Venezuela en 1960. En poesía destacó aún más, al alcanzar dos veces el Premio Municipal de Poesía y otros más que no están enumerados en estas líneas. Por el fruto de su participación en la floreciente carrera de reportera, fue galardonada con el Premio Henríque Otero Vizcarrondo de El Nacional por el mejor artículo de opinión.

¿No les parece curioso algo? ¿Como una mujer tan galardonada, tan homenajeada por distintos concursos, con una carrera sólida y un talento vasto pasó al olvido? María Antonieta Flores no lo sabe, y nosotros tampoco. Es ella una autoridad en materia de crítica literaria en Venezuela; podríamos decir que es una Gramckolover. Se ha destacado por el estudio y la promoción de sus obras. Flores es quien reseña en el Diccionario de Literatura Venezolana la vida y la obra de la poeta carabobeña. En su trabajo destaca que: “su discurso poético se caracteriza por otorgar primacía al ritmo y a la metáfora como rasgos esenciales de su escritura lírica y dramática”. A su vez, asegura que: “la trascendencia universal de su obra ha sido olvidada; la importancia y alcance de su trabajo creador en la década de los cincuenta ha sido olvidado en las últimas décadas. La vara mágica fue traducida al francés y al ruso. Su obra, con reconocimiento mundial, fue editada en Madrid, Buenos Aires y México”.

Pero ¿cómo se olvida a alguien así? Creo que hasta ahora no he comentado que la querida Ida Gramcko sufría de una terrible enfermedad psíquica que trastornó su vida, su carrera y su labor creativa. Poemas de una psicótica es un claro ejemplo de que buscaba encontrar un espacio para su voz atormentada en el discurso poético. Y esto lo sacó a colación por algo sencillo: ella eraz según muchos que la conocieron, “la mujer histérica”, “la loca”, “la rara”…

Las mujeres que padecen algún tipo de trastorno, o incluso no teniéndolo, son desdeñadas de la literatura, y a pesar de que sean premiadas, como Ida, no traspasan esa barrera cultural de aceptación y quedan apiladas en estantes de polvo y polillas. ¿Habrá sido esto?

Un triste dos de mayo de 1992 falleció en la clínica Atias, en Caracas. La muerte la alcanzó después de muchos sufrimientos y tristezas profundas. Al día siguiente, se reseñó su deceso en una esquina del diario al que le dedicó cuarenta años como columnista… “Murió la poeta Ida Gramcko”, se lee en la página principal. El artículo dedicado a su memoria lleva por nombre “La poesía es vida y más vida”. Y así como una vela que se apaga, se oscureció su vida y, al parecer, murió con ella todo el legado que había impartido en la cultura venezolana.

La vida y la obra de Ida Gramcko muestran que no siendo feminista, como acertadamente afirma Flores, abrió camino para otras mujeres. Sin embargo, hay caminos truncados. La búsqueda de una voz poética propia y de su fuerza es una característica ampliamente plasmada en su obra. Dicha búsqueda fue posteriormente recogida por las profesoras Yolanda Pantin y Ana Teresa Torres en una edición muy oportuna: El hilo de la voz, en la que se deja entrever que muchas autoras venezolanas, incluyendo a Gramcko, tenían una preocupación constante en sus obras, la voz, que sería el antónimo de las mordazas culturales que padecían.

Voz y recuerdo van entrelazados. Muchos, sin conocer a Andrés Eloy Blanco, conocemos de pasada quién fue. Pero a Gramcko la dejamos sumergida en su propio Siglo de Oro —el que tanto admiraba—; se le recuerda con timidez sin mayores cambios aparentes.

Quizás ha sido su ausencia en los programas escolares… Quizás fue su trastorno psíquico lo que la volvió inmerecedora… Quizás fue que se dedicó a la escritura rompiendo paradigmas de las mujeres de su época. O, ¿tenía demasiado talento, tanto que obnubiló a otros? Fuese la razón que fuese, considero que es necesario desempolvar la trayectoria que he mencionado, así como incluirla en antologías, apoyar a los críticos que buscan rescatar su valor literario, leerla desde la sororidad y no dejarla marchitar como a una rosa que muere en mayo.

Para finalizar. Un poema de Ida…

 

Tristeza

 Ahora estoy triste,

el dolor tiene gafas de maestra

y olor de patios secos y soleados

sobre el vaivén febril de mis palabras.

 

No encuentro más leyendas,

ni más cuentos de amor, ni más historias,

me he dormido en un lecho de ignorancias

en una siesta estéril de caprichos.

 

Quise dar más; no pude,

fue demasiada mi ternura llena;

extendí las dos manos desbordantes

y hoy que todo lo di, me hallo vacía.

 

Soy el cántaro roto

que nunca más se posará en los hombros

ardientes y cimbreantes de los sueños

para ir en busca del brocal del pozo.

 

 

Las opiniones expresadas de los columnistas en los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Feminismoinc o de la editora.

Comment (1)

  1. Dhayana 21 horas ago

    Excelente artículo y excelente motivo de visibilizar el aporte de las mujeres

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