Kate Millett fue una escritora, artista y activista social considerada una de las mayores impulsoras del feminismo radical, representante de la segunda ola del movimiento feminista y promotora de los derechos de las personas bisexuales gracias a su investigación doctoral sobre el origen de la dominación masculina, la desigualdad de género y el hecho de que “lo personal es político”.
Nació el 14 de septiembre de 1934 en Minnesota con el nombre de Katherine Murray Millett en una familia de origen católico. Desde los 14 años vivió con su madre y sus dos hermanas pues su padre las abandonó.
Pasó dos años en Japón como profesora de inglés y al regresar a Estados Unidos, junto a su primer esposo, su activismo cobró aún más fuerza formando parte del comité de la Organización Nacional de Mujeres (NOW por sus siglas en inglés).
Su obra más destacada fue “Política sexual” publicada en 1970 donde sostiene que el patriarcado es un producto cultural y no parte de la naturaleza humana. Este ensayo, que fue la primera tesis doctoral sobre género del mundo, es para muchas un clásico de la literatura feminista al igual que “El segundo sexo” (1949) de Simone de Beauvoir.
En él, explica que la opresión basada en el sexo era política y cultural, argumentó que deshacer la familia tradicional era la clave para una verdadera revolución sexual pues históricamente las mujeres han sido cómplices del patriarcado por haber crecido en sociedades donde se les cría para aceptar valores y normas patriarcales, esto desafió la noción de que la sumisión femenina es algo natural.
El éxito de su primer libro le llevó a estar en la portada de la revista Time, algo que generó inconformidad pues muchas feministas le criticaron por autodenominarse líder del movimiento, hecho que Milett negó pues no le gustaba la fama.
Sin embargo, autoras como Andrea Dworkin señalaron que mientras “Betty Friedan había escrito acerca de un problema que no tenía nombre, Kate Millett lo nombró, ilustró, expuso y analizó”.
La representación política de las mujeres y la internacionalización del movimiento feminista era una de sus banderas. En una entrevista al diario El País de España en 1984 dijo que era una pena que Estados Unidos no tuviera un partido feminista. “El movimiento feminista es una fuerza política independiente y poderosa. Haría falta primero establecer a las mujeres como clase política. Esa sería la toma de posición política más fuerte que ninguna otra que conozca en Estados Unidos».
En esa misma conversación abordó el peligro de la romantización del amor y los vínculos sexoafectivos tal y como los conocemos pues son una forma más de dominación de los hombres. “El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres libres es otra cosa”, aseguró.
Millett, quien fue calificada por muchos como pionera y por otros como alborotadora, abordó en sus últimas obras temas de los que hoy seguimos hablando: la salud mental, las relaciones madre e hijas y la crueldad hacia las mujeres en países árabes.
Visión del feminismo
Para Millett, el feminismo era un elemento transversal a cada área de la vida porque el patriarcado formaba parte y se adaptaba a todo en la sociedad occidental y para que las mujeres alcanzaran la verdadera libertad e independencia este debía ser erradicado.
“Tal vez la mayor arma psicológica del patriarcado consista simplemente en su universalidad y longevidad. Apenas existen otras formas políticas con las que se pudiera contrastar o con relación a las cuales se pudiera impugnar», destacó.
En 2001 sostuvo la existencia de dos lados del feminismo. “Están los derechos de las mujeres y está el feminismo social», el segundo es aquel que abre los ojos a todas las formas de opresión, violencia y desigualdad cuando empiezas a ver a las mujeres como sujetos con plenos derechos. “Es cuando se hacen visibles los propios mecanismos de impotencia. El feminismo es algo muy transformador, se quiera o no.»
Desde finales de los 70 vivió con su esposa, la fotoperiodista Sophie Keir con quien permaneció hasta su muerte a los 82 años en París el 06 de septiembre de 2017 debido a un paro cardiorrespiratorio.
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Fuentes consultadas:
Diario El País, The Guardian, Mujeres Bacanas, Wikipedia