La brecha generacional es un tema que ha ganado importancia en la sociedad moderna y que comienza a tener consecuencias negativas para la convivencia entre las diferentes edades.
Hace unos días un comunicador de cierta relevancia en Venezuela, criticaba dos de las candidaturas para las primarias por ser demasiado jóvenes y no tener la experiencia suficiente para enfrentar la crisis multisectorial que atraviesa el país (como si alguien la tuviera). Lo curioso es que ambos candidatos hacen ya bastante tiempo que pasaron la treintena y tienen suficiente tiempo haciendo política. Aunque ninguno es de mi agrado, me parece demasiado injusto juzgarlos por su edad y no por sus ideas o trayectoria.
Poco después, otra comunicadora reconocida atacó a las nuevas generaciones por ser de “cristal”, logrando que el tema se hiciera tendencia en las redes y desatando una guerra de insultos absurda entre generaciones.
Cada día los ataques intergeneracionales son más comunes y más fuertes, y no vienen solo de personas pertenecientes a las generaciones mayores, también he visto en infinidad de oportunidades cómo personas pertenecientes a las generaciones más jóvenes pretenden descalificar toda opinión que les sea contraria, usando la edad como su mejor argumento.
Lastimosamente, la brecha generacional es transversal a todos los espacios y el movimiento feminista no es la excepción, convirtiéndose en un nuevo obstáculo que reduce nuestra capacidad de lograr objetivos que nos son comunes.
La brecha generacional, por ejemplo, puede tener un impacto negativo en la representación de las mujeres en posiciones de liderazgo y en la toma de decisiones. Si las mujeres de diferentes edades no colaboramos y no nos apoyamos mutuamente, puede ser más difícil para las mujeres jóvenes acceder a posiciones de liderazgo y para las mujeres mayores mantenerse relevantes en la lucha por la igualdad de género.
Quizás por ser millennial, que viene a ser como la generación del medio, he podido estar en ambas posiciones y las dos se sienten horribles, porque al final, ambas partes tienen un poco de razón. Las mujeres mayores pueden sentir muchas veces que las mujeres jóvenes no comprenden los desafíos y las luchas que han tenido que enfrentar en el pasado para que hoy tengamos el presente que tenemos y en ocasiones se sienten juzgadas y poco respetadas, como si su edad les quitara validez a sus opiniones y vigencia a sus experiencias, cuando la verdad es que siguen existiendo, trabajando y dando importantes aportes para la lucha feminista.
Por otra parte, las mujeres jóvenes pueden sentir que las mujeres mayores las subestiman o las tratan con condescendencia, muchas veces mandándolas a leer o a estudiar algún tema en el que ya son expertas pero que enfocan de manera diferente porque el mundo ahora también es diferente, por lo que su visión y sus aportes son sumamente relevantes para alcanzar la igualdad de género.
Todo pasa por dejar a un lado los egos, escuchar con empatía, reconocer la existencia de las otras y no subestimar las experiencias de ninguna. Descalificar a alguien por su edad no tiene sentido, además lo único que hace es seguirle el juego al patriarcado que siempre nos ha querido divididas.
No todas tenemos que pensar igual, tampoco tenemos que estar encantadas con las posiciones de otras, pero no podemos perder el norte. Si dejamos de trabajar juntas por algo tan intrascendente como la edad, va a ser imposible alcanzar una visión común y una estrategia efectiva para lograr la igualdad de género. Es importante abordar la brecha generacional en el movimiento de mujeres para asegurarnos de que todas tengamos una voz y un papel importante en la lucha feminista.