Concluir que el embarazo en adolescentes muestra dimensiones ocultas, responsabilidades institucionales y problemas estructurales, fue un largo camino que comenzó para la Dra. Eugenia Rodríguez Blanco con una vivencia de su comunidad.
Antropóloga e investigadora asociada del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS-AIP) de Panamá, la sorprendió un buen día (o un mal día, según como se mire), la carta de unos vecinos, quienes le pedían firmar en rechazo a la construcción de una casa-albergue para adolescentes embarazadas.
“Serán un mal ejemplo” para la zona, razonaban estos vecinos que por fortuna no lograron cumplir su cometido.
La casa se fundó y el transitar de las jovencitas le permitió a la antropóloga conversar con ellas y conocer su realidad de primera mano.
Este diálogo se cruzó con antecedentes que investigó la científica social: altas cifras de embarazos en adolescentes, pocos estudios académicos o científicos o cualitativos que recojan la mirada de las propias jóvenes.
“Me terminé de convencer que debía hacer un proyecto de investigación”, ha explicado en tres escenarios distintos la investigadora junto con su equipo: en Colón, durante la Conferencia Médica Internacional Dr. Alan Gabster (virtual) y en el auditorio de la Vicerrectoría de Investigación y Posgrado de la Universidad de Panamá, como parte del interés de difundir los resultados del estudio Nosotras no somos una cifra, una etnografía del embarazo en la adolescencia en Panamá.
Este estudio, que de manera próxima se espera publicar en una revista científica, se prolongó durante dos años y contó con el financiamiento de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt).
Es un esfuerzo colaborativo de investigadores del CIEPS-AIP y del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (ICGES), liderado por la Dra. Eugenia Rodríguez Blanco
Panamá: alta tasa de embarazos
La presentación del estudio en la Universidad de Panamá, contó con palabras preliminares de la Dra. Aracelly De León, directora del Instituto de la Mujer de la UP, quien citó cifras que llaman a la acción.
Panamá tiene una alta tasa de embarazo adolescente: 81 por cada 1,000 mujeres entre 15 y 19 años, de acuerdo con las estadísticas del Ministerio de Salud (Minsa).
En América Latina la proporción es de 63 por cada 1,000. En Europa de 12.7 y en el mundo de 41.
Por otra parte, también según registros del Minsa, de enero a diciembre de 2020 “acudieron a control médico 9,724 chicas de 10 a 19 años (27% del total atendido)”.
La Comarca Ngäbe-Buglé (40.2%) concentra el mayor número de embarazos adolescentes, seguido de Panamá Este (38.4%), Bocas del Toro (35.7%), Panamá Norte (34.8%) y Chiriquí (27.3%).
Observa que estos territorios también presentan las mayores carencias, con lo cual coincide con la antropóloga en que es preciso ver las causas y no solo las consecuencias del embarazo en adolescentes.
Pobreza, inequidad en el acceso a la educación y la salud, así como desigualdades sociales, “explicarían tanto el embarazo en la adolescencia como sus consecuencias perjudiciales”.
“¿El discurso dominante analiza también o del mismo modo las desigualdades socioeconómicas, de género o étnico-raciales? ¿reconoce críticamente la existencia de una injusticia económica o de una dominación masculina y étnico-racial en el país?”, fueron interrogantes de la directora del Instituto de la Mujer de la UP, en la antesala a la presentación de estos resultados.
La Dra. Rodríguez Blanco reiteró en esta visión que los estudios de América Latina sobre embarazo adolescente (EA) insisten en solo ver las consecuencias en las adolescentes y sus familias, en analizar el impacto en la mortalidad materno-infantil y en cómo se perpetúa la pobreza, pero es necesario escuchar las voces de las jóvenes y considerar sus testimonios en el diseño de políticas públicas: no son un número; son seres humanos con historias que reflejan realidades complejas.
Metodología
El estudio propone un enfoque etnográfico y de género y analizar en profundidad los siguientes aspectos:
- Condiciones de vida previas al embarazo
- Disponibilidad de información y acceso a anticonceptivos
- Análisis de lo que ocurrió y por qué
- Significado que tuvo/tiene para ellas
- Valoración de la situación actual y expectativas futuras
La investigación incorporó un análisis secundario de la Encuesta Nacional de Salud Sexual y Reproductiva (ENASSER) por parte de la Dra. Amanda Gabster del Instituto Gorgas.
Hubo entrevistas a informantes claves (más de 20), entre instituciones de salud públicas y privadas, de educación, organismos internacionales, de la sociedad civil y expertos.
Conversaron con 22 jóvenes embarazadas o madres para construir una tipología de la adolescente embarazada.
Observa que “ellas, a partir de su historia, son capaces de analizar el problema de una manera distinta a como lo hacen otras personas”.
Causas y consecuencias
Entre otras causas, hay deficiente información u orientación sobre sexualidad y reproducción, tanto en la familia (es un tabú, no quieren tocar el tema…) como en la escuela (“alguna charla, alguna vez…).
De igual modo, dificultades para acceder y usar métodos anticonceptivos.
Hay otras realidades de tipo social como sexualidad temprana (“muchas lo hacen como prueba de amor”), deseo de empezar una nueva vida, de marcharse de casa o necesidad de tener compañía.
Abuso, agresión o violación sexual son también causas del embarazo en adolescentes.
Hay contextos similares que han vivido las jóvenes como abandono, falta de cuidados y afectos, violencia de género, dificultades económicas y la falta de un proyecto de vida vinculado a los estudios.
Las consecuencias del embarazo adolescente, desde la perspectiva de las propias adolescentes y de los grupos consultados, se traducen en varias realidades que aborda el estudio:
- Rechazo, estigma, discriminación y violencia
- Riesgos para la salud
- Abandono de los estudios
- Aumento de responsabilidades
- Dificultades económicas
En los colectivos indígenas no se insiste tanto en el empobrecimiento o el abandono de la escuela como consecuencias del embarazo en adolescentes porque ya no era una situación buena y sí en los efectos en la salud por ausencia de seguimiento o controles de partos de riesgo.
Durante la presentación se hizo especial énfasis en la violencia obstétrica y la necesidad como sociedad de abordarla por el impacto emocional en la vida de las jóvenes.
Las adolescentes, durante las entrevistas testimoniales, tienen dos tipos de valoración de su embarazo.
De manera negativa, ven impactos en sus estudios, en la parte económica, pérdida de autonomía, de tiempo libre y descanso y más responsabilidades.
Como parte positiva, observan en sus hijos una motivación para estudiar, “ser alguien en la vida” y acelerar el tránsito a la vida adulta.
«La educación integral en sexualidad es una condición indiscutible para evitar embarazos no deseados en la adolescencia, ahora bien, y teniendo en cuenta los resultados del estudio, para reducir la prevalencia de embarazos adolescentes hay que actuar con políticas y otras acciones sobre sus causas estructurales, entre ellas, la desigualdad socioeconómica y la pobreza; la inequidad en el acceso a la salud y la educación o la desigualdad y violencia de género; pero también mejorar la atención y el trato que reciben las adolescentes embarazadas por parte de la sociedad y las instituciones», aclaró la Dra. Rodríguez Blanco
Este abordaje integral, que escucha a las adolescentes y sus realidades, aporta de manera decisiva a un acercamiento más humano al EA y contribuye a una política futura, que involucre al Estado, familias y la sociedad en esta tarea de atender una realidad que a nadie debe resultar indiferente.