Cuando ya estamos en la tercera edad y echamos la vista atrás nos percatamos de lo difícil que es ser mujer, no importa lo valiente que seas y que hayas luchado contra todas esas barreras conque nos topamos en el transcurso de la vida. Dejamos de pelear contra el mundo, total, no se nos escucha, nuestra experiencia no sirve porque el mundo cambió y lo que antes era bueno ahora no se usa.
Siempre me llamó la atención el hecho de que los abuelos fueran tan callados. Ahora lo comprendo, detrás de una persona mayor hay una vida cargada de contrastes, alegrías, tristezas, triunfos, decepciones, plenitud y soledad, esta es la más temible y te refugias en los nietos pero…Los hijos se van a otros países para poder ejercer su profesión y se llevan a sus críos…
Los abuelos nos quedamos huérfanos de nietos…
Tan importante que es para un niño tener un abuelo de confidente…
Disfruté de mis abuelos hasta los diez años. Íbamos todos los domingos de visita, casi siempre me quedaba unos días, me encantaba jugar a las cartas. La casa era rectangular, del lado izquierdo estaban las habitaciones y del lado derecho, el recibo y un patio largo donde había una palmera tan alta que sus hojas en forma de abanico rozaban el techo y cuando el viento soplaba emitía un ruido monótono. Al fondo tenia un tanque y en las mañanas cuando la abuela abría el grifo para que se llenara, el ruido del agua cayendo me producía una gran alegría y con el grato olor del café recién colado siempre me despertaba…
Cuando papá me iba a buscar, la abuela me daba una moneda con el puño cerrado y con el dedo índice en sus labios me decía «shisss» no digas nada, ¡que rico era compartir ese secreto!…
Esa complicidad se pierde en la adolescencia pero el cariño sigue igual.
Son recuerdos gratos que me hacen sonreír.
Mis nietos no me conocen porque aunque nos vemos por internet, falta el roce y la mirada cómplice. Quizás vengan algún día, pero esas vivencias de la infancia con los abuelos no las tendrán.
Definitivamente son otros tiempos.
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