La guía fundamental de mi desarrollo profesional, cuando comenzaba a escalar los empinados peldaños de la carrera gerencial de seguros, estuvo ampliamente influenciada por dos damas que para ese momento formaban parte del tren ejecutivo de la aseguradora donde me desempeñaba. Una de ellas es Deyci Ardila, excelente ser humano que se cruzó en mi camino para bien.
Mi entusiasmo era grande por despuntar entre los jóvenes que para ese momento constituíamos el futuro de la compañía. Sin embargo, tendría que superar los escollos que se presentan en cualquier carrera, además de mi predisposición de pretender conseguir las cosas con exagerada inmediatez. Contaba con 28 años y pensaba que ya tenía la experiencia suficiente para ocupar una gerencia.
La organización para la cual prestaba mis servicios en ese momento tenía un vínculo accionario importante con la aseguradora de Estados Unidos, Chubb, compañía que tenía presencia en la mayoría de los países de Latinoamérica. El plan de desarrollo humano de Chubb consistía en enviar a jóvenes latinos a Estados unidos, con la finalidad de formarlos bajo la modalidad «on the job training». Si aspirabas formar parte de este plan, era indispensable estar graduado de la universidad y dominar el idioma inglés.
En mi caso en particular, estaba por graduarme de administrador y mi conocimiento del inglés era muy básico. En otras palabras, no cumplía con las exigencias pautadas. Lejos de enfocarme en superar los requerimientos antes señalados, adopte una actitud de rebeldía sin justificación. En mi cabeza estaba convencido que, por mi buen desempeño laboral, merecía todo tipo de oportunidad que se presentara.
Mostrando una actitud de inmadurez, me auto excluí del proceso de formación en USA. Estaba a dos semestres, más un trabajo de grado para graduarme y veía en el inglés una barrera de vara alta para mí. Siempre estaba renegando de los recién llegados a la compañía, quienes recibían oportunidad de estudio en el exterior por el hecho de cumplir con las exigencias mínimas que imponía el programa. Sin embargo, aquellos que teníamos tiempo de trabajo éramos ignorados.
Es precisamente a partir de este momento, donde Deyci quien era mi supervisora, pasa a ocupar un lugar importante en mi vida.
Constantemente le hacía ver a Deyci mi incomodidad, a lo que ella respondía con consejos tales como, “termina de graduarte, estudia inglés y sigue trabajando con honestidad y disciplina”
Transcurrido el tiempo culminé mi carrera universitaria, sin embargo, mi actitud de rebeldía no mejoraba.
Un día de manera poco respetuosa fui a reclamar a Deyci, y le dije en tono desafiante que presentaría mi carta de renuncia, ya que la compañía número uno del país me estaba ofreciendo trabajo. Entre otras cosas le dije, estoy asqueado de la política de preferidos que manejaba Chubb.
Deyci, quien me había conducido por un trayecto de sólido aprendizaje en el área técnica y que por otro lado entendía mis deseos de superación mezclados con impertinencia e inmadurez, me espetó: «Usted podrá irse a la aseguradora más grande del planeta, pero hasta que no se saque ese complejo que lleva por dentro, no surgirá como son sus deseos”
Luego de escuchar aquel sermón y de regreso a mi puesto, podía sentir la mirada de mi jefa punzando en mi espalda, además una voz interna que me decía, esta señora está queriéndote manipular. Obviamente mi ego no era el mejor aliado.
Paso el fin de semana y de regreso a la oficina, fui al despacho de Deyci y entregué mi renuncia. Ella solo me dijo, “Ya veo que lo pensó y considera que su actitud de complejo es más importante que su futuro y su carrera profesional. Lo siento por usted”.
Durante los días de trabajo hasta culminar lo que se denominaba pre- aviso laboral, observe como Deyci, en su magistral forma de manejar el área, abrió un concurso entre los recién llegados para sustituir mi posición. Estaba seguro de que al igual que lo había hecho conmigo, Deyci se tomaría el tiempo para explicar de manera magistral los detalles y criterios que los aspirantes debían seguir a fin de dominar la materia técnica y al mismo tiempo les revelaría los conocimientos y experiencias a seguir, para lograr una carrera profesional estable y disciplinada.
Días antes de cumplir con mi preaviso, le dije a Deyci que había entendido su mensaje y estaba dispuesto a retirar mi renuncia. La respuesta de Deyci fue parca, me dijo claramente “Usted no ha entendido nada, simplemente muestre su voluntad de enfrentar nuevos retos, y entonces hablaremos de nuevo».
Para 1992 Deyci ya no formaba parte de Chubb, más, sin embargo, yo continuaba en la compañía. Con algunos niveles de ingles cursados, pude participar en el programa de formación del verano de ese mismo año en Warren New Jersey. Fueron ocho semanas de intenso aprendizaje y a la vez de intercambio cultural. Mas tarde decidí cursar estudios avanzados de ingles por un año en la universidad de South Florida en Tampa.
En lo adelante, mi carrera profesional a fluido de manera consistente, obviamente con los altos y bajos que se presentan en el campo laboral. Con mucha propiedad puedo afirmar que, lo alcanzado profesional y gerencialmente hablando se lo debo en gran medida al impulso que recibí de Deyci Flores, quien supo canalizar mi voluntad de superación de una manera firme.
Con estas líneas quiero expresar mi gratitud eterna a mi mentora consejera y amiga entrañable. ¡Gracias Deyci!