Debo admitir que la primera vez que escuché la expresión “Techo de Cristal”, lo vi como un término muy extraño y no tenía ni remota idea de qué se trataba. Sin embargo, la curiosidad hizo que comenzara a leer e indagar un poco sobre el tema.
Para mi sorpresa, el término que recién escuchaba, tiene décadas de existencia. La expresión techo de cristal se refiere a aquellas barreras invisibles que las mujeres encuentran en las organizaciones y que impiden su crecimiento profesional, es decir, son limitantes que a simple vista no se aprecian, sino hasta que se está ante ella.
Dichas barreras no son explícitas y pueden existir aun cuando la organización o empresa tenga medidas y políticas anti discriminación, dándose actitudes que impiden que mujeres totalmente capacitadas para ejercer altos cargos, no sean promovidas. Donde criterios como la falta de preparación (aun cuando se tengan estudios de postgrado comprobados), que el cargo sería más adecuado para un hombre, el embarazo o la maternidad como obstáculo para el foco en las tareas a realizar, que el estrés sería demasiado para la mujer, entre otros, resultan ejemplos de premisas que sirven de justificación para no otorgar los ascensos correspondientes.
Aunque esto parezca un poco ficción (especialmente porque vivimos en pleno siglo 21), la realidad es que, esto es en muchos lugares más común de lo que podamos creer, donde la brecha de género en puestos gerenciales es aun significativa, y donde la participación de las mujeres en juntas directivas es ínfima en muchísimos casos. Por ejemplo, para 2017 solo el 4% de las empresas del ranking Fortune 500 eran lideradas por mujeres, para este año la cifra subió al 6%, dando un total de 33 empresas lideradas por mujeres, de 500 que conforman el ranking. De igual forma, aun en países como Japón y Corea del Sur, con tecnología de punta, economía avanzada y considerados países desarrollados, se estima que existe una brecha de género del 70% al 80% y donde la existencia del techo de cristal impacta de manera importante.
Adicionalmente, leyendo sobre techos de cristal, apareció un término aún más curioso: Suelo pegajoso, que se refiere a una forma de discriminación que mantiene al trabajador (en el caso al que nos referimos, mujeres) en el eslabón laboral más bajo y que impide su movilidad. Esto usualmente es más visible en el sector industrial, donde la educación es básica y donde las habilidades técnicas hacen que sea realmente complejo poder ascender a otros rangos o cargos. También, al igual que en el techo de cristal, se observa una disparidad importante en el salario percibido.
Ambos términos se refieren a formas de discriminación a niveles distintos, y ambos expresan las dificultades que deben enfrentar muchísimas mujeres alrededor del mundo en lo que a su vida profesional se refiere.
Pareciese entonces que, un número importante de mujeres pudiese enfrentarse a un suelo pegajoso o a un techo de cristal en algún momento de su vida, cosa realmente preocupante y que demanda un cambio de paradigma social y cultural, que resulte en una modificación positiva del pensamiento colectivo, así como de las costumbres centenarias que existentes en muchas sociedades, dirigido a un trato realmente igualitario hacia las mujeres, que les ofrezca la posibilidad de desarrollarse profesionalmente tanto como ellas deseen.
El cambio necesario implica un reto, mas no un imposible, ya son muchas las legislaciones que dictan la necesidad de un porcentaje determinado en las juntas directivas de las empresas, organizaciones a nivel mundial que cada día son más inclusivas y cuidadosas en cuanto a cualquier forma de discriminación que pueda darse (explícita o no), un énfasis en las oportunidades educativas dirigido a las jóvenes y un reforzamiento per se de la educación.
Otro elemento que también resulta importante para lograr ese cambio necesario, es la conciencia como mujeres de nuestro potencial, habilidades y destrezas para lograr nuestras metas, no somos el sexo débil, y no somos minoría (al contrario, representamos la mitad de la población mundial). Ese despertar de conciencia también implica dejar de lado todas esas concepciones negativas o dudas que quizás podamos tener, hay que dejar de lado el “no puedo”, “no soy capaz”, “qué pasa si…”. Debemos tener seguridad de nuestro potencial y apoyarnos para que ninguna se quede encerrada en una cajita con un suelo pegajoso y un techo de cristal.